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Picasso y Buñuel dieron la espalda a Dalí

Se cumplen 30 años de la muerte del genio de Cadaqués. Su universalidad le ha permitido no ser olvidado. Salvo en su tierra.

Se cumplen 30 años de la muerte del genio de Cadaqués. Su universalidad le ha permitido no ser olvidado. Salvo en su tierra.
Salvador Dalí, en 1954. | Cordon Press

Treinta años han transcurrido de la muerte de Salvador Dalí. Su universalidad le ha permitido no ser olvidado. Salvo en su tierra, donde se le ha negado siempre el nombre de una calle, o alguna estatua que lo recuerde. Todo lo contrario que en Madrid, donde se le erigió un monumento frente al Palacio de los Deportes. Así distingue la Generalidad a sus prohombres, con el sectarismo por bandera. Pasemos por alto, como una necrofílica anécdota, impropia del respeto debido al genio de Cadaqués, cuando tiempo atrás tuvieron que verificar su ADN, no digo que profanando su tumba pero por orden de un juez para saber si había engendrado un hijo, según mantenía una equivocada ciudadana. Parecía un novelesco asunto imaginado por el propio muerto, que en vida protagonizara no pocas transgresoras escenas.

Tuve la oportunidad de conversar con Dalí una tarde de 1965 en la suite del hotel Palace, que ocupaba cuando venía a Madrid. Lo hizo entonces vestido con chaqué. Arrastrando las palabras, contó que venía de tal guisa al haber sido recibido por la mañana en El Pardo en audiencia privada con el Jefe del Estado entonces, Generalísimo Franco, quien se sonreía mucho con las divertidas ocurrencias del pintor. Públicamente, Dalí siempre ensalzó al Caudillo. Como asimismo dijo en multitud de ocasiones amén de catalán por supuesto, ser español. Recuérdese que en su testamento dejó su importante legado al Estado. Eso nunca lo han olvidado esos separatistas, desde Pujol a Torra.

De aquella conversación, por inevitables cuestiones aquí de espacio, rememoro cuanto nos manifestó acerca de Luis Buñuel, con quien había convivido en la Residencia de Estudiantes a finales de los años 20 y primeros 30, y sobre Pablo Picasso. "A Buñuel le he propuesto rodar la segunda parte de "Un perro andaluz", pero no me ha contestado. Respecto a Picasso, hace treinta años que no nos vemos. No me importaría ceder yo para que volviéramos a encontrarnos. De vez en cuando le remito alguna tarjeta postal, aunque nunca me responde".

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Salvador Dalí, en uno de sus primeros viajes a París, fue a ver a Picasso, entonces residente en la rue de la Boëtie y le llevó algunas de sus pinturas. "He venido a verle antes de ir al Louvre", a lo que el malagueño le respondió: "¡Ha hecho usted muy bien!" Fue elogiado el artista ampurdanés y se despidió de Picasso, muy emocionado. Pablo le prestó dinero para que Salvador pudiera trasladarse a Nueva York. No hay constancia de si devolvió aquella cantidad. Tampoco sabemos si tuvieron posteriores encuentros. Puede que al menos uno, cuando Picasso le presentó a Gertrude Stein, influyente dama en el círculo de los grandes pintores en aquel París de la belle-époque.

Picasso y Dalí se distanciaron. Se asegura que el primero no le perdonaría nunca que Salvador se llevara a Cadaqués a Gala, la esposa de Paul Eluard. Picasso era íntimo del poeta francés. Como también de Gala, a la que regaló varios de sus cuadros, que hoy se exhiben en el teatro-museo Dalí, de Figueras. Célebre fue la conferencia del artista catalán en la que pronunció aquellas tan repetidas frases: "Picasso es comunista; yo, tampoco". Más claro fue en 1951 cuando dijo esto: "Picasso permanece en la fría sombra de un arte pasado de moda; Dalí, mucho más joven, se mantiene a pleno sol". ¿Por qué llegó a tales extremos?Si hasta en 1935 le había escrito un largo poema publicado en su libro La conquista de lo irracional.

No creo ser original al afirmar que ambos eran dos genios, les gustaba la publicidad, cada uno a su manera. Uno de sus biógrafos, Antonio D. Olano, mi recordado amigo y colega, apuntaba: que uno, Dalí, lo hacía en todas partes, hacia afuera; y Picasso, hacia dentro, sin recibir a casi nadie en sus respectivas residencias de la Costa Azul, consiguiendo así que también se hablara constantemente de él. Lo cierto es que, como ya antes referí cuanto Dalí me confesó acerca de Picasso, no se vieron ya jamás. Me consta, pues así lo escuché de labios de Olano, que Salvador trató de que lo recibiera Picasso, mas éste nunca le franqueó la entrada y sólo le comentaba al mencionado periodista sobre Dalí que sí, que era un buen muchacho, y nada más. Inútil fue que Luis Miguel Dominguín, amigo de ambos, mediase para que se dieran un abrazo, reconciliándose. Dalí estaba dispuesto, más no Pablo.

El rodaje de 'Un perro andaluz'

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Luis Buñuel

La historia de Salvador Dalí y Luis Buñuel tuvo una obra en común, que ya es historia vieja: el rodaje de la película Un perro andaluz. Justo han transcurrido ahora noventa años cuando, en enero de 1929 el director aragonés fue a Figueras para reunirse con el pintor. Le refiere que ha tenido un sueño, el de una nube que secciona literalmente a la Luna y una navaja que corta diametralmente un ojo. Salvador, ya escuchándolo casi en trance, como un resorte, preludio tal vez del movimiento surrealista que cultivaría en sus pinturas, le retruca que también él había soñado con una mano de la que brotaban montones de hormigas. Dicho lo cual ambos amigos acordaron escribir el guión de una probable película, con la condición expresa de que cuanto escribieran al alimón no tendría explicación racional alguna. Un disparate a todas luces de cualquier cuerdo escritor que los hubiera escuchado, aunque finalmente resultara el origen de un filme que inauguró el surrealismo cinematográfico. En una semana, tostándose al sol de Cadaqués, dieron fin al fantástico guión.

Lo complicado era financiar aquel proyecto. Luis Buñuel recurrió a su madre, que le entregó cinco mil duros, como así se lo comunicó a su socio. Veinticinco mil pesetas de la época, apenas ciento cincuenta euros de hoy, importante cantidad parte de aquella fortuna del padre, obtenida cuando emigró a Cuba y volvió rico. Rodó el de Calanda Un perro andaluz en un par de semanas en los estudios parisienses de Billancourt, con un final en el puerto de el Havre. Dalí apenas si acudió al lugar del rodaje en los últimos días. Man Rain y Louis Aragón, entusiasmados al contemplar aquellas imágenes se encargaron de que el estreno en el Studio des Ursulines fuera sonado. Por si había protestas, el bruto de Buñuel llevaba los bolsillos llenos de piedras para lanzarlas a los espectadores. No hubo pataleo, sino gritos de satisfacción y aplausos. Buñuel, desde aquel día, quedó proclamado un genio surrealista de aquel cine, aún mudo en Europa. Se había encargado, detrás de la pantalla, de poner música con tangos argentinos y fragmentos de la ópera Tristán e Isolda para amenizar la velada.

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Dado el éxito de Un perro andaluz, Dalí y Buñuel volvieron a reunirse para improvisar ideas que posibilitaran otro guión cinematográfico. El mañico le brindó unos cuantos gags durante el encuentro que mantuvieron en las Navidades de 1929 en Cadaqués. La verdad es que, en el fondo, Buñuel, ante el éxito masivo de su primera película, considerando que era comercial, pensaba que iba en contra de sus ideas surrealistas. Pero Dalí lo animó y le ofreció unas cuantas ideas. La edad de oro, título de su segunda cinta en colaboración, tuvo muchas más aportaciones del cineasta y del pintor únicamente se eligieron pocas imágenes. Un matrimonio aristocrático, mecenas de artistas en París, los Noailles, financiaron La edad de oro, cuyo argumento, de fondo algo más realista que Un perro andaluz, pero desde luego dentro del movimiento surrealista, planteaba un episodio de amor disparatado con alusiones de tema social, lo que constituía una paradoja con el lujoso mundo en el que vivían quienes habían puesto sus buenos francos franceses para producir la película.

Hemos dejado a un aparte cuanto ocurrió entre Luis y Salvador en los días que escribieron el guión en la casa de Dalí en Cadaqués. Presente estaba ya en la vida del pintor la extravagante rusa Gala, recién separada de Paul Eluard. Buñuel no soportaba a aquella mujer quien, con su genio dominaba a quien se pusiera por delante. En un momento dado, se abalanzó sobre ella con intención, acaso, de estrangularla. El maño había practicado boxeo y tenía mucha fuerza. Dalí pudo separarlos, no sin dificultades. Y como quiera que en la disputa se puso al lado de su compañera y luego esposa, Buñuel lo tuvo muy claro: se fue de aquel lugar. Su larga amistad vióse rota desde aquel momento. Causa, por la que estamos convencidos de que Dalí ya no acudiera en París salvo dos o tres jornadas al rodaje. Y así dejaron de hablarse para siempre. Inútiles fueron muchos años después los mensajes por correo que Salvador le enviara a México a Buñuel para volver a trabajar en otra película. El de Calanda "se hizo el sordo" más que nunca ante aquellos mensajes.

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Gala y Dalí, en una exposición de 1951

Salvador Dalí falleció el lunes 23 de enero de 1989 en el hospital de Figueras. Tenía ochenta y cuatro años. Se contaría que su último deseo habría sido ser enterrado en el castillo de Púbol, donde desde hace años, separada de él aunque no oficialmente, vivía Gala. Pero finalmente se decidió que sus restos fueran inhumados en el Museo que lleva su nombre situado en el centro de su ciudad natal, Figueras, provincia de Gerona. El alcalde de la ciudad se sintió muy satisfecho con aquella decisión. Desde entonces, el lugar ha aumentado el número ingente de turistas.

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