Menú

Crítica: 'El País de los Sueños' (Slumberland), de Netflix, con Jason Momoa

El País de los Sueños es una fallida pero, de alguna manera, valiosa fábula familiar si uno sabe rebuscar en su mensaje.

El País de los Sueños es una fallida pero, de alguna manera, valiosa fábula familiar si uno sabe rebuscar en su mensaje.
El país de los sueños (Slumberland) | Netflix

En ocasiones una buena película es más que la suma de sus partes. En otras, la suma de sus partes resulta en… bueno, en algo como lo que le ocurre a El País de los Sueños. Una ambiciosa producción de Netflix con un concepto interesante (aunque no especialmente nuevo), un buen presupuesto, una incuestionable voluntad de agradar al público familiar y algunos nombres relevantes en su ficha artística, empezando por un director tan válido como Francis Lawrence y una estrella de moda como Jason Momoa.

El problema de Slumberland, título original de El País de los Sueños, es que precisamente toda esa retahíla de componentes parecen haber sido arrojados a una pared, esperando que alguno quede pegado, sin pensar si eran realmente los adecuados para el tipo de producción. ¿Dónde reside ese imponderable "sense of wonder", sencillamente magia, que otras producciones menores poseen y la presente más bien no?

A Lawrence (Constantine, Agua para elefantes, las secuelas de Los juegos del hambre) le resulta imposible encontrar el tono entre la locura elástica de un dibujo animado y la emoción que aportaría un Robert Zemeckis, cosa que busca y la película pide desesperadamente. Y Jason Momoa se arrastra por la película imitando las extravagancias de Johnny Depp en un papel que el astro de Piratas del Caribe hubiera bordado sin dificultad.

El País de los Sueños no es por ello una mala película. Lawrence entiende el gancho freudiano de una historia que se mueve a caballo entre la realidad y el sueño, y que dispone a mitad de metraje de un giro argumental que, no por menos previsible, no deja de mejorar las cosas hasta llegar a un desenlace eficaz, donde la película por fin gana peso específico. Mientras tanto, quien en realidad lleva la voz cantante en la película es Chris O’Dowd, actor secundario que aquí está sencillamente excelente y que realmente se adapta al material de base, y que junto a la niña Marlow Barkley proporciona algunos momentos de aceptable poesía. Toda la película habla de la necesidad de la ambivalencia, de balancear dos vidas: la consciente y la inconsciente, la vigilia y el sueño, la realidad y las aspiraciones. Pero no está particularmente lograda en su sustancia visual, salvo en su excelente prólogo (y pese al evidente talento de Lawrence, que filma media película en gran angular y contrapicado), con unos efectos visuales no particularmente interesantes y un humor extravagante que no funciona. El resultado es una película desigual, válida y sustanciosa, pero en realidad muy poco acertada en su "zemeckismo".

El País de los Sueños se estrena en Netflix el viernes 18 de noviembre.

Temas

En Cultura

    0
    comentarios