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La película española sobre la Policía que es un despropósito

Policías corruptos, e incluso asesinos, que tratan de dar caza a una agente que los ha descubierto.

Policías corruptos, e incluso asesinos, que tratan de dar caza a una agente que los ha descubierto.
Sony

Hay películas que quieres que te gusten, a las que acudes al pase de prensa queriendo que te gusten por su director, su guionista o incluso por la productora que está detrás. Pero en el caso de Asedio no he tenido ni uno sólo elemento al que cogerme, más allá de la interpretación de Natalia de Molina o a la realización de su director, Miguel Ángel Vivas. El problema es la historia y su desarrollo.

Asedio venía con polémica antes incluso de ser vista. A principios de marzo se hacía público el tráiler de la película y el Sindicato Unificado de la Policía denunciaba lo que consideraban "un nuevo ataque a la Policía Nacional porque la ficción dibuja un cuerpo policial criminal y corrupto, que causa un grave daño a la imagen de la corporación".

La sinopsis de la película comienza preguntándose "¿qué es ser español? Dani (Natalia de Molina) lo tiene muy claro. En su caso es servir a su país como antidisturbios, honrar su bandera". Curiosa forma de honrarla, aquellos que vean Asedio lo comprenderán. Dani es una agente antidisturbios, la novata, y acude con su unidad a un desahucio en un barrio conflictivo de Madrid.

Durante el desalojo del edificio descubre una gran cantidad de dinero escondido que puede poner fin a sus deudas. El problema es que ese dinero pertenece a la mafia del realojo, que explota a inmigrantes sin recursos, y en la que están implicados sus propios compañeros de trabajo. Tras descubrir la trama, e incluso un asesinato por parte de policías nacionales, Dani tendrá que huir tras ser descubierta para intentar salvar su vida.

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Y aquí encontramos el gran problema de Asedio, a partir de este momento – que es el arranque – nada tiene sentido. La agente consigue escabullirse en un primer momento pero la entrada del edificio está custodiada, por tanto tendrá que apañárselas por las entrañas de esta mole de ladrillo y hormigón.

Los agentes implicados comenzarán una caza por el inmueble mientras Dani sube, baja, coge el ascensor, sale por una ventana, baja al sótano, sube al último piso... ¡y ningún agente de los que están registrando el edificio la descubre! Por no hablar de que el bloque había sido desalojado y en cada piso hay más gente que en la Feria de Abril de Sevilla. De esta forma la película te saca completamente de la historia, no hay por dónde cogerla. Y mira que el director ha conseguido una gran realización que mete al espectador en los pasillos del inmueble, pero el problema es de verosimilitud.

Dani en su particular periplo contará con la ayuda de Nasha, una joven nigeriana a la que acaba de desahuciar, y su hijo Little. Algunas de estas escenas compartidas que se supone deberían emocionar terminan rozando el ridículo.

Lo que me sorprende es que su director, Miguel Ángel Vivas, que tan buenas películas nos ha brindado (Secuestrados, Tu hijo, Reflejos o cintas de género como Extinction e Inside) y que ha dirigido capítulos de series tan importantes como La casa de papel, Vivir sin permiso o Desaparecidos, o alguien de la productora que tiene un gran sello de calidad con títulos fantásticos como Voy a pasármelo bien, Adiós, Sesión salvaje, La abuela, Quién te cantará... no se hayan percatado de todo esto durante el proceso de preproducción, rodaje o postproducción. ¿Hemos visto la misma película?

Una pena que lo que prometía ser una de las películas de 2023 haya quedado reducida a clichés manidos y una trama difícil de creer. Sólo la interpretación de Natalia de Molina y la realización de Miguel Ángel Vivas hacen que el despropósito no sea descomunal.

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