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La muerte de Lea Massari, la actriz antidiva que fue musa de Antonioni

Massari se retiró a Cerdeña, donde residió los últimos años alejada del mundo del cine.

Lea Massari | Cordon Press

Ha muerto en Roma una gran actriz, Lea Massari cuando le faltaba una semana para cumplir noventa y dos años. La prensa española, al menos cuando escribo estas líneas unos días después del óbito, ha ignorado esta desaparición, si exceptuamos La Vanguardia. Algún comentarista cinematográfico debería haberla recordado siquiera porque fue musa de Michelángelo Antonioni en La aventura, aunque Mónica Vitti fuera la protagonista. También rodó algunos otros filmes relevantes.

De mirada melancólica, le afectó muchísimo la muerte de un gran amor en accidente de coche cuando les faltaban diez días para casarse. La víctima se llamaba Leo y después del suceso ella resolvió llamarse Lea en adelante y eligiendo como apellido artístico una derivación de su propio apellido, pues realmente se llamaba Anna María Massatani. En España rodó varias películas y a temprana edad vivió entre nosotros una temporada por la profesión de su padre, ingeniero, que trabajó aquí algún tiempo. Ella aprendió nuestro idioma, amén de que era políglota. Una actriz sensible, elegante, culta, nada diva que no solía prodigarse en fiestas. Llevaba retirada desde 1990 cuando rodó su última película junto a Omar Sharif, Viaje de amor. Se refugió en la isla de Cerdeña donde tenía una casa, aunque también otra en Roma, en el barrio del Parioli.

Había estudiado Arquitectura en Suiza, fue ocasional modelo, iniciándose en el cine mediados los 50. La aventura es de 1960. La primera de las películas españolas que rodó fue Llanto por un bandido, dirigida por un primerizo Carlos Saura, que le ofreció el papel de mujer de Paco Rabal, quien era el bandolero José María el Tempranillo. El actor murciano la tuvo de compañera en otras películas y de ese trato surgió un romance entre ambos.

Lea Massari | Cordon Press

Las otras cintas que Lea Massari rodó en nuestro país fueron: Volver a vivir, realización de Mario Camus en 1968, y El perro, de Isasi Isasmendi, en 1977. Otras películas de esta interesante actriz serían El coloso de Rodas (1961), Las cosas de la vida, maravillosa historia dirigida por Claude Sautet en 1970, Cristo se paró en Éboli, de 1979, Una donna en Venecia, fechada en 1986 y El soplo del corazón, filmada en Francia por Louis Malle, cuyo guion resultó algo escandaloso al punto que Lea Massari fue demandada aunque la justicia la absolvió. Se trataba de la historia de una madre que mantenía relaciones incestuosas con su hijo.

Trabajó con los más importantes directores italianos: Dino Risi, Valerio Zurlini, Rossi, Bertolucci, los hermanos Taviani, Sergio Leone… Y con otros muy cualificados franceses pues también era una actriz muy vinculada al cine galo.

Tras bastantes años sin que se le conociera pareja alguna en 1965 contrajo matrimonio con un ex piloto de Alitalia, Carlo Bianchini, pareja que se estableció en Cerdeña, huyendo del tráfago de la alocada vida en Roma. Y aunque en el cine fue donde más trabajó, la recordamos asimismo en teatro representando obras de Brecht, Gibson y otros autores entonces de vanguardia. En televisión intervino en Anna Karenina, entre otras series.

En Lea Massari predominó, mientras pudo elegir, un cine de autor, cuando no el cine negro, que le entusiasmaba. Tuvo entre sus galanes, a Alain Delon, con quien intervino en un par de películas. Cansada del cine, del que a veces dijo que no era la principal razón de su vida, se retiró a la isla de Cerdeña, donde ha residido los últimos años, olvidada. Nada quería saber del glamur de su profesión, que nunca le interesó. Y así puede explicarse que su entierro haya transcurrido en Roma en la mayor intimidad. Frágil de salud, había tenido un accidente casero, lamentable caída de la que no llegó a recuperarse. Que estuviera alejada por propia voluntad de la vida pública no debiera confundirse con el silencio con el que la profesión ha recibido la noticia de su óbito, aunque la prensa italiana ha sabido dedicarle la atención debida en sus páginas.

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