
En un patio al aire libre y disfrutando de la buena mesa -al fin y al cabo, esto es Italia-, un director propone a sus actrices un proyecto. El "chochódromo", así se definen ellas mismas, reacciona con entusiasmo a la historia que el espectador va a presenciar convenientemente ficcionalizada. Diamanti, precedida por un gran éxito de espectadores en Italia, antepone solo aparentemente ese factor de "cine dentro del cine" a ese análisis cerebral de la realidad y la ficción: su tono sentimental, directo, sigue aproximando la película de Ferzan Ozpetek (Haman, el baño turco), que se hace presente en el film, a la inevitable Cinema Paradiso.
Aunque esta vez el homenaje nostálgico se reparte entre el propio cine vinculado al recuerdo de una vida, como en el caso de Tornatore, y un grupo de mujeres interpretadas por un granado grupo de actrices italianas como Luisa Raineri y Jasmine Trinca. Diamanti es la historia nostálgica de un atelier encargado de confeccionar el vestuario de una importante película de autor de los años 70, y funde recuerdo y ficción tratando de enfatizar lo romántico, sin caer en la fría y extrema gravedad de un cine "feminista". La magia del cine permite pasar al espectador de la realidad a la ficción sin mayores explicaciones.
Este espíritu se sirve de licencias que alejan el relato de la realidad más plausible, adentrándose en el folletín dramático sin ningún tipo de cortapisa. Que Diamanti parezca un capítulo engordado de Velvet forma parte de la jugada, forzando el melodrama y alargando hasta la extenuación la sucesión de pequeños conflictos de un reparto coral. Lo que se agradece es la calidad de las interpretaciones y la ágil puesta en escena, con la cámara de Ozpetek siguiendo a una decena de actrices moviéndose e intercambiando posiciones por un mismo escenario de manera atractiva y dinámica.
Aparte del (confeso) trabajo coral del reparto enteramente femenino, sin duda la principal atracción del film junto al propio diseño de vestuario, Diamanti destaca por una notable energía narrativa que sirve a Ozpetek para disimular sus excesos dramáticos. Lo del cine dentro del cine se revela pronto una excusa para aplicar ese filtro nostálgico, irreal, que no obstante se convierte en su mejor arma. En contra, la excesiva duración del conjunto, que se alarga y dispersa hasta la extenuación con diversas subtramas gestionadas como en una lujosa serie televisiva.

