El muro negro es, en cierto modo, una película refrescante. O mejor dicho, un pequeño espectáculo honesto consigo mismo y el espectador de Netflix, que en esta version con menos pretensiones de Black Mirror asiste a la pesadilla de una joven pareja que un buen día se despierta con un irrompible muro negro cubriendo su edificio de apartamentos.
Todo en El Muro negro desaprovecha esa premisa, entre surrealista y absurda, que Antonio Mercero codificó en clave de pesadilla urbana en la célebre La cabina con José Luis López Vázquez. La película alemana protagonizada por Matthias Schweighöfer y Ruby O. Fee (vistos en Ejécrito de los muertos de Zack Snyder y Netflix, y por cierto, pareja también en la vida real) aspira tan solo a erigirse como un thriller de accion y suspense con un componente de cine de catástrofes y terror, en tanto otros supervivientes y potenciales víctimas van sumándose a la odisea.
Pero una vez el director Philip Koch encuentra su tono, mucho más cómodo en el movimiento que el análisis psicológico, El muro negro se revela como una entretenida nueva versión de la española El Hoyo, convertida en todo un éxito para la plataforma, solo que sin metáforas sociales de chichinabo.
Hay algo, naturalmente, que se pierde en lo que podría haberse convertido en una sátira de la era del teletrabajo o la crónica del final de la pareja, pero tambien se gana con ese toque misterioso de revista "Eerie" o de ciencia ficción. Un cuento a lo Dimension Desconocida para una época tecnologica que, como suele ocurrir, pierde parte de su poder una vez se desvela.
Koch, afortunadamente, sabe distribuir bien las respuestas y limitar sus aspiraciones. El Muro Negro no es uno de esos espectáculos presuntuosos en los que el streaming trata de competir con los grandes estrenos, sino una competente muestra de cine de género o serie B aceptablemente bien hecha e interpretada, y con algun ribete de eficaz misantropía.