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Antonio Robles

El desgarro de María Elvira Roca

No necesitamos un referéndum sino una vacuna con altas dosis de ilustración, tolerancia y respeto a la Ley.

No necesitamos un referéndum sino una vacuna con altas dosis de ilustración, tolerancia y respeto a la Ley.
Elvira Roca Barea (imagen de archivo) | Flicker

María Elvira Roca Barea, la mujer que ha devuelto a la historia de España una cierta dignidad combatiendo la leyenda negra exterior y los complejos de las élites dirigentes del interior, nos sale ahora con que estaríamos mejor sin Cataluña. Referéndum serio y vinculante en toda España, no para que los nacionalistas decidan si quieren dejar de ser España, sino al revés, si los españoles queremos que Cataluña siga siendo española. Ella votaría sí a la independencia de Cataluña.

El revuelo provocado por sus declaraciones no ha dejado indiferente a nadie. A sus lectores los ha desorientado, la Resistencia al nacionalismo en Cataluña se ha indignado y los independentistas la han subido a los altares. Todo en un pack.

Su argumentación política basada en el hartazgo frente al egoísmo de estas autonomías que se han enriquecido a base de chantajear al resto de españoles con irse es cierta, y hasta cierto punto, la coz a tanta tragadera nacional, coherente. Más de un amigo curtido en la Resistencia al nacionalismo me ha soltado vencido por la impotencia, "anda que les den, con su pan se lo coman". Una frivolidad, un desahogo sin mayor trascendencia. Al trago siguiente ya han vuelto a la carga. No así cuando el comentario proviene del resto de España, pues suele denotar un desconocimiento profundo de lo que pasa en Cataluña.

Conocí a María Elvira en el 2006 en un acto organizado por los primeros militantes de C´s en Málaga donde asistía como secretario general. Enseguida congeniamos, era una mujer empática, inteligente y resolutiva, respetada por todos. Compartíamos ideas socialdemócratas y el mismo rechazo al nacionalismo. Tras irme del partido 3 años después, perdí su rastro.

Muchos años después me interesé por un libro que estaba rompiendo telarañas en el marasmo de las ciencias sociales. Pedí a un amigo el teléfono de la autora de Imperiofobia para invitarla a dar una conferencia en Barcelona. Contacté con ella por WhatsApp. Muy prudente, le pregunté si podía llamarla. Me extrañó su inmediata respuesta con un escueto y cercano, "por supuesto Antonio, cuando quieras". Nos intercambiamos más mensajes y cada vez estaba más desconcertado por su cercanía. Hasta que la llamé y escuché su voz. Me quería morir, no había relacionado el nombre de Roca Barea con María Elvira, la responsable de C´s en Málaga con la que tuve tanta afinidad. No sabía dónde meterme. Cuando colgamos pensé para mí, menos mal que también se fue de C´s a tiempo, de lo contrario hubiera llegado a diputada, o qué sé yo, y jamás habría escrito libros como Imperiofobia o Fracasología. Entra vértigo sólo pensarlo.

Por eso, cuando el domingo leía la estupenda entrevista que le hizo Jorge Bustos en el Mundo donde abogaba por un referéndum serio en toda España para cerrar de una vez el litigio, e intercambié pareceres con varios amigos comprendí que no era una simple boutade, sino un desgarro de alguien que ama profundamente a España, pero más profundamente aún la dignidad y la libertad.

Desde que el sábado hizo estas declaraciones, se han escrito varios artículos, todos indignados o perplejos. Por ejemplo, ¿Qué puñetas le pasa a Elvira Roca? El desconcierto que ha provocado entre sus seguidores es general, pero me temo que sus argumentos han pasado desapercibidos para la mayoría. El problema no está ni en su posición ni en las razones aducidas, todas legítimas y fundamentadas, sino en la dudosa eficacia de su tesis en defensa de la nación española a salvo de depredadores.

Debo recordar que María Elvira Roca ya defendió esta tesis el 5 de Octubre de 2017 al fragor de la macarrada del 1 de Octubre y dos días después del histórico discurso del Rey Felipe VI el 3 de Octubre de 2017. La publicó en el Mundo con el título, El día después. De obligada lectura si se quiere entender el desgarro de una patriota y las argumentaciones de los titulares del sábado.

En ese texto palpita una mujer que sabe y siente lo que no saben ni sienten la mayoría de nuestros gobernantes. Juzgarla desde el nacionalismo identitario español o la insolidaridad de una extraña a Cataluña sería un grave error. En realidad, ese texto es un catálogo del inconsciente colectivo que tiene acogotados a los españoles frente al abuso nacionalista. A veces un jarro de agua fría despierta al pasmao. No dejen de leerlo.

Tranquilícense los muy cafeteros. Elvira Roca no es una veleta, ni la ha comprado nadie, ni le ha dado un jamacuco, sólo ha expresado con hechos y razones lo que la mayoría de españoles desinformados suelen hacer desde la comodidad de la meseta: ¡qué se vayan de una puta vez y nos dejen en paz! Pero Elvira Roca no ignora lo que es y pasa en Cataluña, ni es alguien que se deje influir por circunstancias incómodas, muy al contrario, su coraje intelectual le ha llevado a revolucionar la mirada sobre el imperio español y sobre nosotros mismos.

La primera reacción fue llamarla, pero nunca hubiera escrito este artículo después. He preferido dejar por escrito los daños colaterales que una persona tan influyente como ella ha hecho a la causa de los Derechos Civiles en Cataluña y a la Resistencia encarnada en los 300 de las Termópilas.

Querida Elvira, la historia no es un tablero de ajedrez o un enigma a resolver por historiadores en los archivos de una biblioteca, sino las cuitas de los seres humanos en el laberinto del tiempo y sus contextos. Tampoco la nación es un tablero donde sus figuras son de madera o marfil frío, sino personas de carne y hueso que sienten, sufren y mueren. Si de verdad consideras que "El nacionalismo no puede existir en su versión moderada ni puede existir domesticado. [Si] El nacionalismo es una forma perversa de ideología que se alimenta de crear disensiones y de generar enemigos [… y si] el nacionalismo es un cáncer", entonces, el nacionalismo no es Cataluña, ni es un problema territorial, sino una enfermedad social que ha infectado a una parte de Cataluña y si no se toman medidas profilácticas, acabará en metástasis con toda España. Y sabemos, lo sabes muy bien, que el estado actual de la enfermedad ha sido inducido, está siendo inoculado por el Gobierno de la Generalidad en escuelas, medios de comunicación, instituciones, etc. No es una fatalidad, sino un proceso provocado. Y lo que hay que hacer no es facilitar las condiciones para alimentar sus capacidades patológicas, como sería permitir un referéndum, sino disponer con todo el poder de las instituciones del Estado, de los medios para revertir la enfermedad en escuelas, en medios de comunicación y en los presupuestos económicos de Cataluña. No necesitamos un referéndum sino una vacuna con altas dosis de ilustración, tolerancia y respeto a la Ley.

Para entender el alma gregaria y ruin del nacionalismo hay que chapotear en su pervertida psicología. Nunca atiende a razones democráticas, sino al rencor. Creer que si España permitiera un referéndum vinculante y lo perdiera el problema habría quedado zanjado es desconocer tal patología. Sólo se habría multiplicado y legitimado la siguiente embestida. Y si hubieran ganado, habría dejado a la intemperie a millones de seres de carne y hueso. ¿Quizás mejor una ¿Consulta no vinculante por referéndum?? Aún peor. Te recomiendo que abras el link para calibrar las razones.

En cualquier caso, querida Elvira, no parece el mejor momento para alimentar a chantajistas. Pere Aragonès acaba de lanzar el anzuelo de la Ley de Claridad del Canadá para engatusar al gobierno de España con un referéndum, y Pedro Sánchez busca coartadas para embaucar al pueblo español. Vaselina para sus fechorías.

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