La historia de la Guerra Civil en manos del periodista e investigador Pedro Corral es siempre un sorprendente descubrimiento de paradojas y complejidades. Lo vuelve a demostrar con su nuevo libro, ¡Detengan Paracuellos! Héroes humanitarios en el Madrid de 1936 (La Esfera de los Libros), que tuvo su origen en una serie de artículos publicados en Libertad Digital y que estará en librerías este miércoles 21 de febrero. El escritor ofrece a nuestros lectores un fragmento de su reveladora investigación sobre Jacinto Ramos Herreras, director de las prisiones Modelo y San Antón durante las sacas y matanzas de Paracuellos del Jarama, premiado un mes después por el gobierno de Largo Caballero con un puesto diplomático en Francia.
El 23 de agosto de 1936, un día después del asalto a la cárcel Modelo, que terminó con la matanza de medio centenar de significados presos de derechas, republicanos y liberales a manos de las milicias frentepopulistas, el gobierno de José Giral nombró director del establecimiento penitenciario a Jacinto Ramos Herreras, que tenía 41 años al comenzar la contienda.
Nacido en Cárdenas (Cuba), Jacinto Ramos era militante de Izquierda Republicana, el partido de Manuel Azaña, presidente de la Segunda República. Bajo sus siglas había sido candidato con el Frente Popular en las elecciones generales de 1936 por la circunscripción de Logroño, aunque no salió elegido. Periodista y abogado, había trabajado en el Banco Hispano Americano. Estaba casado con Carmen Quintián, con la que tenía dos hijas, Carmen y María Elvira.
Después de estallar el golpe militar, se hizo cargo de la dirección de "El Siglo Futuro", diario tradicionalista incautado por su partido, hasta que quedó en manos de la CNT. De su paso por la dirección de la cárcel del barrio de Argüelles y después por San Antón, en las Escuelas Pías de la calle Farmacia, dejó opiniones para todos los gustos: desde extremista "rojo" que intervino activamente en las sacas, a hombre sin voluntad que se inhibió por propia supervivencia ante las órdenes emitidas por las autoridades republicanas que acabaron con el fusilamiento en masa de los detenidos.
Del trato con el director Jacinto Ramos en aquellos tiempos dramáticos dieron testimonio varios diplomáticos destinados en Madrid, que se ganaron su confianza para poder desplegar su labor humanitaria de atención a los presos detenidos en el Madrid revolucionario por su supuesta desafección al gobierno. Es el caso de Félix Schlayer, cónsul honorario de Noruega, y de Edgardo Pérez Quesada, encargado de negocios de la Embajada de Argentina.
En uno de sus informes a su gobierno en Buenos Aires, Pérez Quesada dejó palabras de gratitud para un responsable de prisiones sin nombrarlo. Podemos imaginar que se refiere a Ramos Herrera por la amistad que les unió, reconocida por el propio director de la Modelo y por terceros:
Fueron muchas las visitas a los presidios. Y no pocos los episodios de satisfactorio epílogo. Presos libertados, otros que mejoraban de emplazamiento, algunos providencialmente arrancados a sentencias que ya tenían traza de irreparables. Una autoridad presidial (sic), en la que la dosis humana tenía más fuerza que la propia inscripción ideológica, ayudó eficazmente a este funcionario. Su generosa acogida a las demandas, su colaboración, a veces sigilosa y a veces descarada, y sus indicaciones previas sobre la oportunidad de gestiones y visitas, fueron luz en la penumbra de una tarea lleva de obstáculos y erizada de riesgos.
También mantuvo un estrecho contacto con Jacinto Ramos el joven pediatra suizo Georges Henny, llegado en septiembre a Madrid como delegado del Comité Internacional de Cruz Roja (CICR). Los informes del doctor Henny a la sede del CICR en Ginebra confirman su constante relación con directores y funcionarios de las prisiones madrileñas, y especialmente con Jacinto Ramos. Prueba de su relación es el intento de canjear a la mujer y a las dos hijas de Jacinto Ramos, detenidas por los sublevados en Palencia, por Carmen Angoloti y Mesa, duquesa de la Victoria, presa en Madrid.
A pesar de la confianza que Henny y los diplomáticos cultivaron con Jacinto Ramos, la realidad es que su comportamiento ante las sacas dejó mucho que desear para aquellos. Así, Schlayer culparía al director de la prisión de negligencia por haberse ausentado de esta en la mañana del 7 de noviembre, cuando comenzaron las grandes sacas a Paracuellos del Jarama, "sabiendo de su impotencia para hacer frente a un plan que aborrecía", y por no haberle advertido de lo que iba a suceder o estaba sucediendo.
Romualdo Montojo, un fiscal del Tribunal Supremo que tenía a su hermano detenido en la Modelo, aseguró que, aquel mismo día 7, Jacinto Ramos
"con ademanes que ignoro si eran sinceros de deplorar lo que estaba ocurriendo, me notificó con palabras confusas que estaban sacando a los presos en camiones para matarlos".
El director de la prisión le llegó a mostrar incluso la orden para sacar a los presos firmada por Vicente Girauta, subdirector general de Seguridad, la misma que dijo haber visto Schlayer en el despacho del propio Jacinto Ramos.
El subdirector de la Modelo, Tomás de Miguel, implicó en la elaboración de las listas al director, asegurando que días antes de las grandes sacas
"se pusieron al habla con Jacinto Ramos diversos agentes de la DGS, sospechando el dicente [que] se reunían para preparar las listas nominales de los que habían de ser conducidos".
En la noche del día 7, Jacinto Ramos le confirma a Schlayer la salida de "quinientos prisioneros". Uno de ellos es Ricardo de la Cierva, secretario de la legación noruega. Ramos le aseguró al cónsul noruego que no pudo hacer nada por su amigo De la Cierva, aunque lo intentó discutiendo dos veces con los milicianos "durante horas en las noches anteriores" para impedir que se lo llevaran y salvarlo. Confesión que, de ser cierta, confirmaría que las expediciones se prepararon con varios días de antelación.
El día 9 de noviembre, después de ser nombrado inspector general de las prisiones madrileñas, el anarquista Melchor Rodríguez se presentó en la Modelo, avisado por uno de los jefes de servicio de la prisión, Juan Batista Gutiérrez, quien sería después su secretario y activo miembro de la "quinta columna", de que se preparaba una nueva "expedición negra" para la noche con más de cuatrocientos presos. Rodríguez evitó la salida de los detenidos con una fórmula muy sencilla, que aplicaría también en el resto de las cárceles: diciéndoles al director Jacinto Ramos y a los funcionarios que "pagarían con sus vidas si lo consentían".
El día 16, en que se evacuó definitivamente la Modelo ante la proximidad de las tropas franquistas, que tenían la prisión a tiro de fusil, Jacinto Ramos facilitó al doctor Henny las listas de los presos que habían sido trasladados los días 6, 7 y 8 de noviembre, la mayoría hacia su último destino. Asimismo, le entregó las listas de los presos evacuados en aquellos días a las cárceles de Porlier, San Antón y Ventas.
Una vez evacuada la Modelo, Jacinto Ramos fue nombrado director de la cárcel de San Antón. Allí continuaron las sacas a Paracuellos del Jarama con supuestas órdenes de libertad de los presos firmadas por Segundo Serrano Poncela, mano derecha de Santiago Carrillo en la Consejería de Orden Público. Bajo la rúbrica de Serrano Poncela aparece la de Jacinto Ramos, validando el trámite y dando la instrucción para la supuesta liberación de los reclusos: "El Sr. Jefe de servicios permitirá la salida en libertad de los individuos a que se refiere esta relación". Debajo de esta instrucción viene la firma del jefe de servicios bajo la expresión "Cumplimentada".
A Francia y a México
A partir del 5 de diciembre, Melchor Rodríguez vuelve a encargarse de las prisiones madrileñas tras su dimisión el 14 de noviembre al comprobar la voluntad del ministro de Justicia, Juan García Oliver, de continuar con las sacas y matanzas de presos. El nuevo mandato del llamado "Ángel Rojo" supuso también cambios en la dirección de las cárceles madrileñas. Así, en San Antón destituyó a Jacinto Ramos, nombrándolo director de la prisión de mujeres del Asilo de San Rafael, destino que el militante de IR dejó en enero de 1937 para marchar a Francia, destinado por el gobierno de Largo Caballero como agente del consulado español de Nantes. Allí pudo reencontrarse con su mujer y sus dos hijas, que los franquistas habían tenido presas en Palencia y finalmente accedieron a canjear con la mediación de Cruz Roja Internacional.
De su salida intempestiva de España es prueba el hecho de que, en febrero siguiente, fuera separado del servicio en el Cuerpo de Prisiones por abandono de destino. Desde Nantes envió una instancia solicitando su reposición en el escalafón, argumentando que había viajado a Francia para reencontrarse con su familia y que no había podido regresar, si bien había seguido prestando "auxilio a la causa del Gobierno legal de España".
A principios de septiembre de 1937, el ministro de Justicia, el peneuvista Manuel de Irujo, lo repuso en el escalafón como subdirector de prisiones y sueldo anual de seis mil pesetas, con el argumento de que
"es persona de acendrados sentimientos republicanos, que ha realizado sacrificios por la causa del régimen legal de España, estando siempre dispuesto a ponerlo todo a disposición de aquella, a la que ha prestado valiosos servicios".
Elogios que no dejan de ser llamativos cuando van dirigidos al director de dos prisiones de las que fueron sacados para asesinar cerca de dos mil detenidos.
Unas semanas más tarde, Jacinto Ramos tuvo que lidiar, como canciller del consulado de Nantes, con la investigación sobre el rocambolesco intento de secuestro por un comando franquista del submarino republicano C-2, que se hallaba fondeado en reparación en el puerto de Brest con permiso de las autoridades francesas. La operación, dirigida personalmente por el comandante militar del Bidasoa, Julián Troncoso, se produjo en la noche del 18 al 19 de septiembre y fue frustrada por la tripulación, muriendo uno de los asaltantes, de cuya inhumación en el cementerio de Brest tuvo que encargarse Jacinto Ramos.
En abril y mayo de 1938 figura como vicecónsul honorario en Brest, en cuya condición firma llamamientos en español publicados en la prensa de esa localidad para la incorporación a filas de los reclutas pertenecientes a diversas quintas movilizadas por el gobierno de Negrín, entre ellas la de 1940 y 1941, las llamadas quintas "del biberón" o "del chupete" por ser sus mozos menores de edad, entonces fijada en los 21 años. Los llamamientos suscritos por Jacinto Ramos contenían la advertencia de que, en caso de no presentarse ante el viceconsulado en las fechas señaladas, los mozos "serán tenidos por desertores".
No cabe duda de que en el destino del ex director de la Modelo de Madrid no estaba escrito su regreso a España. Prueba de ello es la última huella documental de Jacinto Ramos que hemos encontrado: una solicitud, fechada el 8 de marzo de 1939 en Perpiñán, donde estaba acogido con su familia en casa de un español, René Pérez, en el número 14 de Rue Cabrit, para embarcarse desde Francia con destino a México con su mujer Carmen Quintián, de 48 años, y su hija María Elvira, de 9 años. En la petición no se menciona a su otra hija.
La carta de petición de asilo, muy ilustrativa de las dramáticas condiciones del exilio, está destinada a Juan Larrea, secretario general de la Junta de Cultura Española, con sede en París. Va acompañada de una ficha autógrafa con sus datos personales y laborales, como maestro, abogado, empleado de banca, periodista y funcionario de prisiones. En ella, el antiguo director de la Modelo y San Antón apunta su voluntad de empezar una nueva vida y dejar atrás todo lo vivido.
La declaración respecto al cumplimiento de su deber del que fue director de la Modelo y San Antón en el tiempo de las matanzas de presos en Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz, se abre a una infinidad de interpretaciones:
Junto al deseo de rehacer la vida -escribió Jacinto Ramos-, va el de la paz, el de olvidar horas muy fuertes que el cumplimiento del deber hizo vivir, pero que marcan para siempre el alma de los que nos permitimos el lujo de tener sensibilidad en estos tiempos.
Asimismo, reconoce no tener dinero para pagar los pasajes a México, pues su sueldo de 2.000 francos mensuales como vicecónsul honorario en Nantes, "se fueron en envíos de víveres a los familiares de Madrid". Pero promete devolver el importe de los pasajes en cuanto encuentre una colocación "donde ganar honradamente la vida". También manifiesta su deseo de "ser situado en clima lo menos tropical posible, pues aunque nacido en Cuba he vivido siempre en Castilla".
Entre las personas que pueden dar referencias de él, Jacinto Ramos señala a los que fueran ministros republicanos Amos Salvador y Manuel de Irujo, así como a Pérez Quesada, el antiguo encargado de negocios argentino en Madrid, a quien propone como valedor suyo ante las autoridades en caso de arribar a tierras argentinas. Una prueba de la mutua confianza que ambos terminaron profesándose en los aciagos días del otoño madrileño de 1936.
Las huellas documentales de Jacinto Ramos y de su familia se pierden en este amargo trance del exilio, en busca de una nueva patria donde habite el olvido.