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Juan José Primo Jurado

100 años del desembarco de Alhucemas: cuando España supo recuperarse de las derrotas

Se cumplen cien años de un hecho histórico para España que el Gobierno ha decidido no recordar como se merece.

La playa del Morro, en los días del desembarco de Alhucemas. | Mando de Adiestramiento y Doctrina del Ejército de Tierra de España

Se cumple este 8 de septiembre el centenario del desembarco en la bahía de Alhucemas, la primera vez en la historia que una operación combinada de fuerzas de tierra, mar y aire, con mando conjunto de dos países, tomaba una playa fortificada y ocupada por el enemigo.

Poco después, el 2 de octubre, se entraba en Axdir, la capital y centro de mando de la fuerzas rifeñas rebeldes, el objetivo que soñó alcanzar por tierra el general Fernández Silvestre y concluyó en el desastre de Annual cuatro años antes.

El antecedente inmediato de una acción así había tenido lugar en 1915, en el marco de la Primera Guerra Mundial: Reino Unido y Francia habían intentado un desembarco similar en Galípoli frente a los turcos, debiendo reembarcarse sin poder avanzar de la cabeza de playa. Pero para España, Alhucemas fue mucho más que un éxito militar. Y de eso va mi nuevo libro, El desembarco de Alhucemas, la etapa de final de la guerra de Marruecos hasta la pacificación (1925-1927), que acaba de publicar la editorial Almuzara.

En él se explica cómo nuestro país supo recuperarse de las derrotas de la Guerra de Marruecos, como la matanza del Barranco del Lobo (1909) y el desastre de Annual (1921), que convertían al conflicto en interminable y costosísimo en vidas y recursos para España, y obtener el triunfo final y la pacificación del protectorado marroquí. El general Miguel Primo de Rivera, que había llegado al poder tras la derrota de Annual, pasó de una postura abandonista en Marruecos, retirándose a la Línea Estella, a una decidida acción ofensiva, toda vez que Mohamed Abd el-Krim se negó a negociar reiteradamente con España y continuó hostigando nuestras posiciones. Además, el líder rifeño atacó en la primavera de 1925 a Francia en su lado del protectorado, lo que llevó a los franceses, liderados por el mariscal Pétain, a unir sus fuerzas con España. Sumado a esto, surgió la voluntad de vencer de un nuevo Ejército español, muy diferente en unidades y estrategias del derrotado cuatro años atrás.

Campins, Capaz, Dolla, Fernández Pérez, Franco, Goded, Gómez Jordana Sousa, González Carrasco, Mola, Muñoz Grandes, Orgaz, Pozas, Saro, Varela… fueron los oficiales protagonistas de ese cambio en nuestro Ejército. Lástima que en 1936, poco después de este gran triunfo, España se despeñase en un enfrentamiento fratricida que afectó a muchos de los protagonistas de este libro.

Llama la atención que el Gobierno español, que sí conmemoró oficialmente en 2021 los cien años de la derrota en Annual y el socorro a Melilla con eventos, jornadas y conferencias, no celebre ahora el centenario del Desembarco de Alhucemas, aparentemente por no herir sensibilidades en Marruecos. Y llama la atención porque se trata de un hecho histórico de primera magnitud, decisivo en la historia de España y cuya efectividad militar fue replicada luego en desembarcos anfibios durante la Segunda Guerra Mundial. Pero causa sorpresa también, porque España actuaba entonces en nombre del rey de Marruecos, cuya autoridad desafiaban los rifeños rebeldes, y de hecho las tropas jalifianas de ese monarca participaron en las operaciones junto a las fuerzas españolas.

Esta publicación conmemora este hecho trascendental con el mismo sentido que lo vivió la España de entonces: una sensación de alivio por el final del conflicto, pero no con festejos de victoria. El 10 de julio de 1927 capitulaba en El Ajmás la última posición rebelde y se iniciaba la pacificación. El rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia realizaron una intensa visita al protectorado en octubre del mismo año. Más allá de esto no se realizaron grandes fastos por la "victoria", porque lo que realmente celebraba España era la "pacificación". Los oficiales españoles se caracterizaron durante los dos últimos años de conflicto por compaginar habilidades bélicas con diplomáticas para someter a las cabilas rebeldes y luego, con la paz, la administración española supo crear un marco de entendimiento con la población indígena. Se iniciaron 30 años de progreso, interactuación y bienestar para cuantos habitaban el protectorado –europeos, musulmanes y judíos– hasta la independencia de Marruecos en 1956. A ello hacemos alusión también en el libro, dejando claros testimonios de la convivencia en esa etapa, muy distinta de la zona francesa, donde la mezcla entre ambas poblaciones fue casi nula.

Finalmente, en 1958 y 1959, las armas volverán a tronar en el Rif, pero esta vez entre las Fuerzas Reales de Marruecos y los habitantes de esa tierra, que protestaban por la "colonización" a que eran sometidos, con la aquiescencia de Mohamed V, por funcionarios gubernamentales ajenos al Rif y adscritos al Partido Istiqlal. El Gobierno marroquí reprimió dura y militarmente la rebelión, en un nuevo desembarco en Alhucemas poco conocido.

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