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María Lorente publica 'Es magia lo que ves', su primer poemario

En Es magia lo que ves, María Lorente indaga en la esencia misma de la creación poética, y busca describir en qué consiste la mirada del poeta.

María Lorente. | Espasa

Cuando se abre la puerta, en el primer instante, la habitación aparece vacía. Tiene que ser en el segundo vistazo cuando se la sitúa. Está de espaldas, entre sentada y recostada en el sofá; asomada a la ventana abierta por la que saca un brazo con el que agarra el pitillo. La repentina intromisión no parece alterarla demasiado. Lentamente, apaga el cigarro y se disculpa. "Cuando quieras empezamos". Las palabras se arrastran cuando habla, se hacen más largas. En la mesa en la que se sienta hay una taza de café y una bolsa de filtros.

Se llama María Lorente, tiene 25 años y acaba de publicar un poemario que escribió cuando tenía 22. Actualmente se encuentra trabajando en una novela, está a punto de estrenar su primera obra de teatro y continúa elaborando su segundo libro de poemas, más contenidos y cotidianos, según ella misma explica. Pero hoy estamos reunidos para hablar de su primer título. El tema, de entrada, parece complejo. Apunta directamente al corazón de la poesía. Porque Es magia lo que ves (Espasa) se propone en el fondo eso: desentrañar de una manera personal la esencia de toda creación poética. Atinar y describir en qué consiste la mirada del poeta. La conversación sucede como sigue:

PREGUNTA: ¿Qué es la magia para ti?

RESPUESTA: La magia para mí consiste en… hasta cierto punto… darse cuenta de la vida que tiene todo cuanto existe… ¿Me entiendes? Y de algún modo, hacer una comunión con ello. Escuchar, digamos. Es un acto de escucha y de mirada nueva hacia las cosas. Es una mirada que se tiene que entrenar; y creo que es la mirada del poeta. Ver cómo todo está conectado, de alguna manera.

P: En tu poesía hablas de "aquello que no existe y constantemente nos reclama". ¿Qué papel juega el sentimiento a la hora de percibir la realidad?

R: Yo creo que el sentimiento tiene el mismo valor que la razón. Quiero decir, y que la intuición… De hecho, para mí la intuición es el grado más alto de conocimiento que existe. La razón funciona para ciertas cosas; para la poesía, no creo que tanto. Luego, respondiendo a tu pregunta acerca de lo que no existe… Tiene que ver un poco con el estudio que he hecho de Heidegger; y con lo que comparto con él, también. Él, en un artículo que escribió en el 57, creo, que se llama La pregunta por la técnica, habla de que al mundo, realmente, lo estamos revelando en un único sentido: El de existencias que pueden ser matematizables, calculadas, etcétera. Él advierte del peligro de que habrá un día en el que todo lo que traigamos al mundo, es decir, lo que podamos revelar, y lo que podamos mostrar, o extraer, estará condicionado por eso. Y otras partes como el misterio o la divinidad, como no se pueden medir, desaparecerán.

P: En el fondo sigue siendo el eterno conflicto entre la razón y el sentimiento, ¿no? Lo que es racional, medible, empírico, contra lo que es puramente experiencial...

R: Es una cuestión perceptiva. Yo creo que la poesía trae eso que este mundo, de algún modo, niega. Este mundo que se basa solamente en la utilidad de las cosas, y poco más. La poesía para mí tiene que ser como una guarida, o una grieta por la que escapar de este pensar dominante. Porque el peligro que corremos es que nosotros al final también nos convirtamos en objetos para el otro. Y para nosotros mismos.

La intuición es el grado más alto de conocimiento que existe.

P: De todas formas lo racional también juega un papel importante en la creación poética. ¿Cómo deberían conjugarse la razón y el sentimiento en un poeta?

R: Pues para mí la razón debe estar muy ligada a la poesía, y cada vez me estoy dando más cuenta de eso. Antes los poemas se me aparecían como un rayo, digamos, o sea, aparecía algo y yo lo continuaba. Luego debía seguir trabajándolo, evidentemente… Pero ahora me estoy dando cuenta de que cada vez trabajo más desde otro lugar. Desde mi visión del mundo y desde mi pensamiento; y trasladando todo eso a mi poesía. Pienso que la razón sí que tiene que ver con la poesía en el sentido de que la poesía tiene que buscar, y transformar el lenguaje; porque transformando el lenguaje también transforma el pensamiento. Eso es lo que creo. Las vanguardias hasta cierto punto funcionaron porque antes de ellas estábamos en una poesía muy anclada en unas normas que, hasta cierto punto, no dejaban que surgiesen nuevos pensamientos, por ejemplo.

P: Los poetas jóvenes más leídos actualmente suelen recibir críticas, sin embargo, por su sentimentalismo simplista; por su carencia de enjundia. ¿Cómo ves tú el panorama de la poesía actual?

R: Este es un tema que estoy pensando muy a fondo. Y también lo estoy pensando con poetas que no son de mi generación; con poetas más mayores con los que he tenido discusiones, porque es un tema que a todos nos preocupa. Yo creo que, por un lado, esos autores criticados pueden acercar, hasta cierto punto, algo, que desde mi punto de vista no es poesía, a lectores que después, a lo mejor, llegan a profundizar en otras obras más ricas. Los jóvenes que leen a estos ‘instapoetas’, o como se les llame ahora, sí que pueden llegar después, con el tiempo, a conocer a Huidobro o a Salinas.

Lo que hacen estos poetas —tampoco quiero decir nombres—, su técnica, es muy sencilla. Se puede desglosar muy fácilmente, desde mi punto de vista, aunque puede ser que me equivoque. Yo lo que veo es que cogen los temas que más preocupan a la gente: el amor, el desamor, la muerte, la confianza en uno mismo… y crean, de algún modo, versos de autoayuda con los que las personas se sienten satisfechas. Pero la poesía no puede ser eso. La poesía tiene que dar lugar a la reflexión; tiene que ampliar la sensibilidad… Que la poesía se haya convertido en eso, que para mí no es poesía, es lamentable. Porque están tratando a la gente como si fuera imbécil. Y es lo que hacen todos los medios, y la publicidad. Cualquier anuncio… ¿Pero de verdad piensan que la gente es tan imbécil? Si empezamos a crear una cultura así… Pero es que si se vende tanto es precisamente porque es muy fácil, y vivimos en una sociedad de lo inmediato. Ya no nos detenemos a leer un poema largo y con metáforas complicadas. No, lo que queremos es que nos metan cápsulas que nos solucionen el día y que nos hagan sentir bien con nosotros mismos. Pero la poesía no tiene nada que ver con eso. De hecho tiene que quebrarte, de cierta manera. Es como la filosofía. Buscan lo mismo pero de diferentes maneras. Y a mí lo que me preocupa es que las generaciones venideras piensen que eso es la poesía, y que se queden ahí.

P: Has hablado de la sociedad cientificista y utilitarista, pero otra de las grandes críticas a esta "sociedad de la posverdad" es que suele estar impregnada de un sentimentalismo que hace que acabemos defendiendo las causas más diversas sin un mínimo de reposo y reflexión. Es un tanto paradójico ¿no crees?

R: Bueno… Yo creo que, en parte, es indudable que vivimos en una sociedad de la posverdad. Es decir, estamos llenos de significantes pero cada vez el significado importa menos. Esto también es preocupante… pero supongo que la gente está tan aferrada al sentimiento porque ve que es lo que la puede salvar, de alguna manera. Un sentimiento, por otro lado, que es como muy fácil… que no apela a nada más allá de lo cotidiano. Es normal que a la gente le pueda llegar, pero el problema es que se queda ahí. No amplía el horizonte. Son todo autoafirmaciones en este mundo neoliberal, del tipo: sigue, tú puedes, lo eres todo, tienes confianza… No se sale mucho de ese sistema. Entonces, en ese sentido, puede que sea verdad que el sentimiento esté cobrando mucha fuerza… Obviamente no morirá, tampoco soy tan pesimista… Pero no es lo que veo. En realidad lo que veo son muchas caretas; y detrás puede haber un sentimiento muy fuerte, pero… Creo que tendríamos que ser más valientes a la hora de mostrar todo eso. Es una actitud. Una forma de sacar lo que de verdad sentimos, para que no se quede únicamente en el interior de cada uno. Porque al final, yo creo que los cambios políticos que puede haber son los más pequeños; y se fraguan en las relaciones personales, en el cara a cara. Ya no apelo a grandes revoluciones, porque las veo muy difíciles, y porque vivimos en una sociedad bastante narcotizada.

La poesía tiene que dar lugar a la reflexión; tiene que ampliar la sensibilidad… Que la poesía se haya convertido en meras frases de autoayuda es lamentable.

P: ¿Quiénes han sido tus maestros literarios?

R: Pues con 16 años empecé a leer a Rimbaud. Se me hacía muy complicado, la verdad, porque tenía un universo desconocido para mí. Pero con paciencia, y con ciertas experiencias que tuve a esa edad conseguí ir comprendiéndolo. Él fue quien me adentró en la poesía. Después, Huidobro también fue muy importante, porque yo he sufrido mucho de angustia, y él habla mucho de eso. Es muy visceral. También me gustaba mucho Pizarnik a los 16 años… Y luego, ya más mayor, empecé a leer a poetas más líricos. Salinas me apasiona. Creo que es el mejor poeta español que ha existido, aunque esté un poco desprestigiado dentro de la Generación del 27, y aunque no se hable mucho de él. Es fantástico. Porque cada poema suyo es un canto. Y se le nota la cadencia y todo. Ahora también estoy leyendo mucho a Oliverio Girondo, que me parece que tiene una ironía fantástica…

Y en esto es en lo que también me quería centrar antes. A diferencia de los poetas que yo veo ahora… No todos eh, me refiero sobre todo a los ‘instapoetas’ y todo eso, porque hay gente que se lo está currando de verdad… A diferencia de ellos, los "maestros" que te acabo de nombrar son gente que está sabiendo sacar lo que lleva dentro. Oliverio Girondo, por ejemplo, no se puede imitar por ningún lado. Es él. Para mí, el trabajo del artista tiene que ver con sacar lo que uno lleva dentro, sin escuchar tanto lo de fuera e intentando labrar un propio lenguaje que sea único. Yo cuando veo a los ‘instapoetas’ veo lo mismo. Son todos iguales. Sin embargo en Oliverio Girondo veo eso; en Raúl Zurita también, que ahora lo estoy leyendo; en Marosa di Giorgio… Tienen un lenguaje que… bueno, que es su propio universo, y es imposible imitarlo. Y eso me fascina, porque traen otra verdad al mundo que antes no había sido pensada… No existía.

P: ¿Y cuál es el universo de ‘Es magia lo que ves’?

R: Pues el libro en un principio se iba a llamar El territorio. pero no pudo ser. Entonces decidí llamarlo Es magia lo que ves, y también tiene un sentido…

Los verdaderos maestros poéticos traen otra verdad al mundo que antes no había sido pensada… No existía.

P: ¿Por qué no pudo ser?

R: Bueno… Porque no me dejaron… Porque era un título demasiado serio, a lo mejor. Y luego yo lo estuve pensando y consideré que era demasiado pesado, también. Acabó siendo Es magia lo que ves.

El libro se divide en tres partes: El territorio, Dentro y Fuera. Yo en ese momento de mi vida, hace tres años, me sentía bastante escindida por dentro. Veía a la vida y a su belleza desde un lugar de comunión, donde yo podía hacerme uno con lo que observaba; y todo era reformular la dicha, la creación… Pero luego por otro lado estaban las grietas, ¿entiendes?. Me sentía como expulsada de ese mundo de repente. Eran abismos por los que caía, y entraba en unos estados de angustia terribles. Todo fue un proceso: Dentro explica toda esa expansión, esa luminosidad, y Fuera explica esa sensación de sentir que ni existo, porque nada existe para mí, porque nada se revela. El Territorio es, precisamente, ese espacio donde yo trazo las líneas donde hay un Dentro y un Fuera. Es una separación, digamos, el lugar en el que trazo con tiza los dos conceptos antagónicos. Es magia lo que ves es la síntesis que yo logro hacer de esos dos polos antagónicos, en la que descubro que precisamente no eran antagónicos, sino que pertenecían a lo mismo.

Lo que intento hacer en mi vida, y con mi poesía, es ver que nosotros pensamos con conceptos antagónicos, y que desde siempre ha sido así, desde la caída bíblica. Antes de la caída todo era uno, no se tenía que pensar en polos contrapuestos. Y con mi poesía, de algún modo, estoy intentando retornar, como se pueda, aún estoy trabajando en ello, a ese estado primigenio donde no se sabe diferenciar el bien del mal, ni se entiende por qué tendrían que ser antagónicos. Es llegar a una síntesis, a una unión.

P: ¿Una unión posible entre el bien y el mal?

R: Bueno… Son dos caras de la misma moneda… El bien y el mal; el hombre y la mujer; son conceptos con los que trabajamos para funcionar y para entendernos. Porque vivimos en este mundo de la materia y hay que entenderse así. Pero pienso que al final, de algún modo, hay que llegar, al menos internamente, a no concebir la realidad como antagónica… A ver lo malo, no como algo inhumano, sino como algo que pertenece al humano, precisamente.

Mi poesía trata de retornar, de alguna manera, a ese estado primigenio que no entendía de antagonismos.

P: Algo que puede ser muy humano, de hecho…

R: Sí, muy humano. Demasiado humano. Hay que pensarlo de esa manera. Y esto no quiere decir que se justifique el mal eh. No quiero decir eso. Solo quiero decir que hay que mirar al mal que hacen las personas desde una perspectiva humana. Nada más.

P: Creo que ahora estás escribiendo una novela…

R: Sí, una historia de amor… Una tragedia… Un amor predestinado que acaba en tragedia. También habla mucho sobre la memoria, sobre el olvido… Y también hay mucha magia ahí dentro.

P: ¿Y cómo es para una poeta ponerse a escribir novelas, de repente?

R: Es una experiencia brutal. Es muy diferente. El trabajo del novelista pasa por ser actor cuando se está escribiendo; y cuando no se está escribiendo pasa por ser antropólogo. Es una constante búsqueda… Y también lo que pasa es que mientras escribes, los personajes también te escriben a ti. Se empieza a generar una especie de comunicación muy rara. Es algo casi místico. Los personajes te llevan, están vivos… Esto se ha dicho mucho, pero es cierto… Tú tienes una escaleta, pero de pronto los personajes te enseñan muchísimo… Luego también tienes que saber escucharlos, sin dejar que te derrumben la historia. O sea, tú tienes que seguir manejando el timón, pero también tienes que escucharlos.

Por ejemplo, yo escribí una escena… lo acababa de dejar con una pareja… y la escribí llorando, porque eso me permitía vivir una vida que yo no tenía en la vida real, pero que sentía real escribiéndola.

P: ¿Te ha costado mucho cambiar de género?

R: Para mí, lo más claro es tener bien estructurada la historia. Para mí, eh. Y luego a mí me ayuda mucho escribir en primera persona. Además mi personaje es filósofo; y lo mío es prosa poética. No puedo salir de mi lenguaje. No podría escribir de otra manera. Creo, al menos, de momento. Y también quiero respetar eso. Lo que le recomendaría a un poeta que quiere escribir una novela es que tenga muy clara la estructura. Y que la escriba como la sienta. Y si tiene que ser prosa poética, que lo sea. De hecho la poesía me ha ayudado incluso más de lo que me ha lastrado: Para darle símbolos y sentidos a cosas que tal vez, si no me dedicara a la poesía, no podría ver.

Para mí el arte es una manera de transformarme, de ser un mejor ser humano, o al menos un ser humano que comprenda más las cosas, y que sepa ampliar su sensibilidad y trabajar su pensamiento.

P: Se me antoja que el gran reto es aprender a decir más con lo que se calla que con lo que se dice…

R: Totalmente, ese es el gran reto. Pero es el gran reto tanto para la novela como para la poesía. En la novela, obviamente, hay que mostrar más que decir. Porque va de eso, precisamente. Hay que poner a actuar a los personajes y no hay que perderse en discursos… Aunque esa también es otra forma, y Sartre lo hizo en La náusea; esa gran disertación que está tan bien… En la mía juegan esos dos factores. Hay acción, pero también hay mucha reflexión. Pese a todo pienso que siempre hay que mostrar antes que decir, porque los actos hablan por sí mismos.

P: ¿Cómo te definirías como artista?

R: Pues estoy en construcción, te lo tengo que decir. Para mí el arte es una manera de transformarme, de ser un mejor ser humano, o al menos un ser humano que comprenda más las cosas, y que sepa ampliar su sensibilidad y trabajar su pensamiento. Porque hay artistas que se dedican a hacer su obra pero que no se transforman a sí mismos. Que su obra está separada, en parte. Pueden ser unos hijos de puta y escribir grandes obras. Pero para mí debe haber una conexión. Tiene que estar unido… Y más el arte, que es algo tan propio. Si tuviera que definirme diría que soy una artista que ha buceado mucho por su interior y que ha sacado a flote lo que no sabe que sabe… Y que lo ha sacado gracias a la poesía. Eso es, un poco: Todo el conocimiento que tenemos dentro y que no sabemos que tenemos, pero que gracias a la escritura y al arte se revelan. Espero realmente que mi búsqueda interna pueda servir a otras personas.

P: ¿Qué le dirías a un posible lector para que termine de convencerse y se adentre en tu obra?

R: Le diría que si quiere leer una poesía visceral, reflexiva, de una persona que ha viajado con mucho miedo, y con mucho asombro, al interior de sí misma, que lo lea.

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