
Una de las teorías más asentadas es que los vikingos eran el mal personificado de la Edad Media. Unos salvajes con cascos con cuernos que no dejaban a nadie con aliento en cada incursión. Cuento menos, eran unos "paganos peludos" asesinos de monjes y amantes del saqueo, con nombres como Ivar el Deshuesado, Erik Hacha Sangrienta y Ragnar Calzones Peludos.
El primer ataque importante nos lleva al verano de 793 en Inglaterra, a la isla de Lindisfarne. Degollaron a algunos monjes y, a otros, los condujeron al mar para ahogarlos. Se conoce gracias a las cartas escritas por los santos cristianos, que estereotiparon más tarde libros, dibujos animados y películas; y que incluso fue caldo de cultivo para el radicalismo nacional y político -véase la ideología nazi-. Muchos especialistas contemporáneos, sin embargo, han querido subrayar su condición de pioneros en el comercio, la exploración y la colonización para rebajar su carácter sangriento.

Ni tan buenos ni tan malos. Eleanor Rosamund Barraclough, profesora de Historia y Literatura Medieval en la Universidad de Durham, ha dejado atrás las dos visiones y se ha acercado a los vikingos a través de las sagas, "un incomparable legado narrativo de la Islandia medieval al mundo". Lo ha hecho en Más allá de las tierras del norte (Ático de los libros).
Las sagas muestran la imagen tenían de sí mismos. Vemos cómo "los amores frustrados se enredan en sangrientos nudos de enemistades familiares y asesinatos cometidos por venganza", "jóvenes llenos de lujuria que se acuestan con mujeres trol" o luchas "contra monstruos y muertos vivientes en la naturaleza". Es una amalgama de hechos históricos y fantasía que se complementa con los últimos hallazgos arqueológicos, pero ante todo "los hilos narrativos se esparcen por el mundo, con historias de hombres y mujeres que navegaron por los mares y por los canales y ríos hasta llegar a todos los confines del mundo medieval y más allá".
Los vikingos condujeron sus drakkares hacia el norte más allá del Círculo Polar Ártico; hacia el sur, al Mediterráneo y Tierra Santa; hacia el oeste, por Groenlandia y América del Norte; y hacia el este, por las vías fluviales rusas. Ríos como Sena, Loira, Elba y Rin fueron también escenario de sus incursiones. La autora reúne las historias de sagas como la de Njál, de Grettir, de Hervör, de Egil Skallagrímson o de Ketil Haeng.
Resulta interesante conocer cómo se vivió el verdadero descubrimiento de América. En la Saga de los groenlandeses, se recogen testimonios orales de quienes atravesaron el vasto océano hasta desembarcar en Vinlandia, llamada así "porque, en ella, crecen vides silvestres que producen un vino excelente". Se refiere a los territorios alrededor del golfo de San Lorenzo, Nuevo Brunswick y Nueva Escocia, en Canadá. Es decir, tocaron suelo americano cinco siglos antes que la expedición de Cristóbal Colón.
Era un paraíso para los viajeros, que descubrieron los magníficos recursos que les ofrecía aquella tierra: vides silvestres, uvas y trigo. Sin embargo, la saga también muestra una "tierra sin ley ni códigos de conducta que pone al descubierto los horrores que pueden esconderse tras el exterior socializado de un individuo", una imagen "del mundo oscuro y de pesadilla que crean los propios exploradores". Se refiere a una matanza entre compatriotas que podría explicar el abandono de la tierra jurando "guardar el secreto bajo pena de muerte". (Pág. 155)
En definitiva, el libro de Eleanor Rosamund Barraclough es peculiar, solo para un público muy particular. Gustará a los apasionados por la vida en la Edad Media pero, sobre todo, por las leyendas e historias nórdicas, esas que si no se cuentan "se marchitan y mueren". Como dice la autora, "cuando los barcos, los edificios y los huesos han empezado a desmoronarse, solo las historias sobreviven".
Eleanor Rosamund Barraclough. Más allá de las tierras del norte. Editorial Ático de los Libros. Páginas: 384 pp. ISBN: 978-84-19703-17-0. PVP: 29,90 €

