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El inolvidable Nat 'King' Cole

La voz que sigue viva cincuenta años después de apagarse.

La nostalgia y el recuerdo tienen muchas formas de presentarse por medio de los sentidos. Para Marcel Proust, el sabor de una magdalena mojada en el té sirve como catalizador del "tiempo perdido". En el caso de Orson Welles, la palabra Rosebud escrita en un trineo (ojo, spoiler) afectaba a toda la existencia de uno de los personajes más relevantes de la historia del cine, el protagonista de la magnífica Ciudadano Kane (1941).

Casualmente, en una secuencia de aquella legendaria cinta, encontrábamos las notas del piano del entonces poco conocido Nat King Cole. En aquella ocasión, su música introducía un flash-back del personaje de Susan Alexander, abriendo una ventana al pasado con el poder evocador de su enorme talento. No sería la última vez que el artista lograra esa sensación en el público.

Hablar de Nathaniel Adams Coles y de sus inicios en la música es contar la historia de numerosos artistas afroamericanos de la primera mitad del siglo veinte: nacido en el Profundo Sur (Montgomery, Alabama, 1917), Cole era hijo de un ministro baptista y la directora del coro de la iglesia. De su madre aprendió a tocar el piano y pronto descubrió la música gospel, que reemplazó en su corazón por el jazz tras el traslado de su familia a Chicago.

A los quince años de edad, dejó sus estudios y se convirtió en músico a tiempo completo y comenzó a actuar por la geografía estadounidense, adquiriendo el sobrenombre de "King", que terminó por insertar en su alter ego artístico. Fundó su propia banda, el Nat King Cole Trio con el que iría ganando en popularidad a lo largo de la década de los cuarenta, hasta que se dio una de esas casualidades que, en realidad no lo eran tanto.

En mitad de una de sus actuaciones, un espectador algo perjudicado por el alcohol pide a la banda que toque una canción con parte vocal, que Cole interpretará pese a sus reticencias a la hora de agarrar el micrófono. El artista no tenía mucho aprecio a sus dotes como vocalista, pero el tiempo terminó por convencerle de la aceptación que el público tenía por aquel talento escondido en sus cuerdas vocales.

En las dos décadas siguientes, Cole marcó sin duda una época. A través de su piano y su voz, el de Alabama demostraba que podía arrancar aplausos y vender cientos de miles de copias tanto a la hora de hacer jazz como de moverse con baladas pop que además derribaban muros de segregación racial. El primer indicador de su éxito llegó cuando (I Love You) For Sentimental Reasons pasó del millón de unidades en Estados Unidos.

Canciones como Mona Lisa o Nature Boy, acompañadas de sus extraordinarias versiones de When I Fall In Love y Unforgettable le hicieron ganarse un lugar de peso en la industria. Por si esto fuese poco, se convirtió en el primer artista de color, en tener su propio programa musical en televisión, The Nat King Cole Show, que veía la luz en 1956. Por aquellos días, el artista experimentó también el racismo en una de sus actuaciones en su estado natal, sufriendo un asalto con intención de secuestro. Cole terminó aquel concierto y declaró que no volvería a actuar en un Sur segregado. Además, comenzó a implicarse de forma más activa en el Movimiento por los Derechos Civiles, participando en la Marcha a Washington de 1963.

También en la década de los cincuenta, actuó en Cuba, México y Venezuela, lugares en los que grabaría un buen puñado de canciones en nuestro idioma, derribando así la frontera del lenguaje además de la racial. Buenos ejemplos de esta aventura son sus versiones de Ansiedad y Quizás, quizás, quizás. A medida que llegaban los años sesenta, su estilo se vería reemplazado por el rock and roll en los gustos de la juventud, algo irónico si tenemos en cuenta la inspiración que ejerció en artistas y formaciones de este estilo, que se apoyaban en estructuras de piano, guitarra y bajo, que Cole había contribuido a popularizar con su grupo.

No tuvo ocasión de disfrutar de un regreso triunfal, al menos en vida, ya que su afición por los cigarrillos mentolados se lo llevaría a la tumba en forma de cáncer de pulmón, un 15 de febrero de 1965. Su funeral fue testigo del enorme impacto del hombre en músicos de la talla de Frank Sinatra o Rosemary Clooney, parte de la nutrida asistencia a la ceremonia.

Pero, como buen tejedor de recuerdos y nostalgia, Cole volvería muchas veces más a triunfar a través del uso de sus interpretaciones en películas como Watchmen o series como Aquellos Maravillosos Años. También nos dejaría uno de los momentos más mágicos de la historia de los Premios Grammy, cuando en 1992, su hija Natalie interpretaba aquel Unforgettable a dúo con una antigua grabación del artista. Se creaba, una vez más, una ventana al recuerdo y a la nostalgia por cortesía de la voz que mejor representaba aquellos sentimientos: la de Nat King Cole.

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