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Joaquín Rodrigo compuso 'El concierto de Aranjuez' por amor a su esposa

Se cumplen 16 años de la muerte del maestro Joaquín Rodrigo, autor del célebre Concierto de Aranjuez.

Joaquín Rodrigo y esposa | www.joaquin-rodrigo.com

Una de las obras por la que la Sociedad General de Autores de España recauda más derechos de autor es el célebre "Concierto de Aranjuez", original del maestro Joaquín Rodrigo, del que este 6 de julio se cumple el decimo sexto aniversario de su fallecimiento. Está enterrado en el panteón familiar de dicha localidad madrileña. El compositor levantino, nacido en Sagunto el 22 de noviembre de 1901 (fecha premonitoria, en la que se celebra la festividad de Santa Cecilia, patrona de la Música), se encontraba en 1928 en París cursando estudios con Paul Dukas, cuando conoció a una joven colega, pianista, profesora de origen turco llamada Victoria Kamhi. Contrajeron matrimonio cinco años después, en Valencia, el 19 de enero de 1933.

Conviene detenernos al escribir sobre aquella pareja enamorada. Vicky, como él la llamaba, era toda dulzura y admiración hacia su marido, al que acompañaba en todo momento, siendo su lazarillo en todos los sentidos. Y su más estrecha colaboradora musical. Joaquín Rodrigo quedó ciego a los tres años a consecuencia de la difteria. Esa triste circunstancia fue causa fundamental de que dirigiera sus estudios hacia la música. La carencia de visión no fue obstáculo para que se mostrara normalmente abierto a la gente, sencillo, afable. Lo recuerdo de las tres o cuatro ocasiones que me permitió entrevistarlo: siempre con una sonrisa. ¿Por qué sonríen así los ciegos, qué les mueve a ello?, me he preguntado siempre. Y el propio maestro, lo explicaba así: "A pesar de mis gafas oscuras, tengo un rostro expresivo y lleno de vida, abierto a la sonrisa. Han dicho que río con facilidad, casi de continuo. He sido optimista… No he vivido nunca en la oscuridad porque Victoria estuvo siempre a mi lado y ella fue "mi transcriptora de luces y paisajes".

A poco de casarse, Joaquín Rodrigo compuso para ella "Cántico de la esposa", sirviéndose de un texto de San Juan de la Cruz. Hallándose el matrimonio en París en la primavera de 1939, y paseando por los Jardines de Luxemburgo, fue donde tuvo la inspiración para su futuro "Concierto de Aranjuez", pero pensando precisamente en la belleza del paisaje de esta última ciudad. Recordaba así el maestro: "Perduran en mi memoria los largos paseos junto a Vicky, recién casados, por la ribera del Tajo. Era 1933 y era tiempo de felicidad. Las vivencias perduran a lo largo del tiempo y se enriquecen mucho antes de que les demos forma, expresión… Así, años después, brotó mi concierto".

Previamente a que se pusiera a trabajar ante su piano en el estudio de la rue Saint Jacques, en pleno Barrio Latino, hay que citar una amistosa cena que festejó el maestro en San Sebastián con el diplomático y académico de Bellas Artes Luis de Urquijo, Marqués de Bolarque, y el eximio concertista de guitarra Regino Sáinz de la Maza. Éste pidió a Joaquín Rodrigo que le compusiera un concierto para guitarra y orquesta, con el fin de estrenarlo él, naturalmente. Y un año más tarde el maestro compositor cumplió su palabra, dándose a conocer su extraordinaria obra el 9 de noviembre de 1940 en el Palacio de la Música de Barcelona. Con Regino Sáinz de la Maza como solista, por supuesto, y la Orquesta Filarmónica de la Ciudad Condal.

El "Concierto de Aranjuez" está considerado como el más difundido en su género dentro y fuera de España; a destacar su tan escuchadísimo "Adagio", que incluso sirvió para que un cantante melódico-pop, el francés Richard Anthony, fallecido hace pocos meses, lo adaptara como balada romántica, con una letra adherida, que en la versión española era original de Alfredo García Segura, colaborador habitual del maestro Rodrigo. Los jóvenes que entonces desconocieran el monumental "Concierto", tuvieron al menos constancia de su segundo tiempo, ese "diálogo elegíaco entre la guitarra y los instrumentos solistas".

La obra que consagró en todo el mundo a Joaquín Rodrigo, inspirada como decíamos por el amor hacia su esposa y los permanentes recuerdos de su luna de miel paseando por los bellísimos jardines de Aranjuez. Se quejaba después el maestro de que siempre le preguntáramos los periodistas por ese "Concierto" y aun aceptando que eso mismo sucedía en general con el público, nos repetía que era asimismo autor de otras obras suyas que consideraba de suficiente calidad e importancia. Caso, por ejemplo, de "Fantasía para un gentilhombre". Pero popularmente ninguna alcanzó el éxito de la citada en primer término.

Quiero contarles cómo hablé por primera vez con Joaquín Rodrigo. Fue a través del matador de toros manchego Paco Alcalde, con quien me unía cierta amistad, quien me convocó a su entonces domicilio madrileño, cercano al aeropuerto de Barajas, a una paella familiar. Y los invitados especiales eran el célebre compositor y su distinguida y encantadora esposa, Victoria Kamhi, un ser absolutamente adorable.

Allí pude enterarme de esta simpática historia: el maestro, años atrás, frecuentaba una peluquería del madrileño barrio de Salamanca, en donde trabajaba de botones un aspirante a novillero, el citado Alcalde. Quien acompañaba al compositor a su casa, en la calle de Villalar, tomándolo del brazo, en calidad de ocasional lazarillo y le hablaba de sus ilusiones por triunfar algún día en los ruedos. Joaquín Rodrigo le prometió un día que cuando alcanzara la alternativa le compondría un pasodoble. Y ya matador de toros de éxito, en 1975 se grabó en disco, estrenado por una banda valenciana: "Pasodoble para Paco Alcalde".

El último domicilio del gran compositor en Madrid fue en la calle del general Yagüe. Se movía por sus habitaciones con absoluta familiaridad. Siempre olían a flores que llevaba a sus padres Cecilia, la única hija que tuvieron. Fue muy duro para el maestro enviudar en 1997. Le quedaban dos años de vida. Siguió tocando el piano. Hablaba mucho con sus nietos. La radio le servía de distracción muy a menudo. Lamentaba que, al no disponer de visión, sufría desasosiegos por no ver personas, paisajes, o ir al cine, que le gustaba mucho… Al final, admitía no obstante: "La ceguera no me ha producido desaliento. La vida ha sido generosa conmigo". El Rey Juan Carlos lo había distinguido en 1991 con el Marquesado de los Jardines de Aranjuez. Un título que reconocía su universal Concierto.

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