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La leyenda de Carlos Gardel, del que se ignora a los 90 años de su muerte si fue francés, argentino o uruguayo

Entre medias verdades y puede que medias mentiras se escribe la historia de un mito cuyos tangos no han muerto.

Gardel leyendo en su casa | Archivo

El 24 de junio de 1935 murió uno de los mitos más importantes de la canción, el creador del tango bonaerense Carlos Gardel, en accidente aéreo sucedido en el aeropuerto de Medellín, Colombia. Desde entonces no han dejado de publicarse historias sobre su vida, ya leyenda, ignorándose aún, a pesar de haber transcurrido noventa años, quién fue su padre y cuál el lugar donde vino al mundo.

En la mayoría de los escritos publicados (centenares de libros y no digamos millones de páginas periodísticas) se insiste que nació en Toulouse, Francia, el 11 de diciembre de 1890, de padre desconocido, madre llamada Berthe Gardés, que emigró con el niño a Hispanoamérica, en busca de fortuna, de profesión planchadora.

Hay una teoría según la que el pequeño Charles Romuald Gardés, fue inscrito en un juzgado uruguayo cuando éste contaba tres años de vida, circunstancia por la que algunos biógrafos, fijan la fecha de 1987 como la de su nacimiento. Y ya en su juventud, instalado en Buenos Aires, es cuando inicia su carrera musical, nacionalizado argentino.

Podría ser un hijo fruto de relaciones incestuosas

Hasta aquí, todo da la impresión que corresponde a la verdad. Pero hay muchos aspectos, tras las investigaciones de estudiosos escritores uruguayos que han llegado a asegurar que Carlos Gardel es hijo de un cacique uruguayo, fruto de las relaciones incestuosas con una de sus hijas, María. Y que luego fue dado en adopción a una fulana, que ejercía la prostitución en un lupanar de la ciudad uruguaya de Tacuarembó, alrededor de 1884, llamada Berthe Gardés, francesa natural de Toulouse. El embrollo tiene muchas más interrogantes, que trataremos de simplificar, dentro de lo que parece un auténtico culebrón.

Aquel ricacho uruguayo, radicado en Tacuarembó, supuesto padre biológico del futuro cantor de tangos, se llamaba Carlos Escayola, era coronel del Ejército. Arrastraba mala reputación, por su frecuente trato con mujeres de mala vida. Y así es como conoció a la tal Berthe Gardés a la que dio en adopción ese niño que llevaba su propia sangre y la de su hija jovencita. Le dio a cambio un buen puñado de billetes.

La tal Berthe quedó luego embarazada de un linotipista que trabajaba en una fábrica del mentado Escayola, y éste, al saberlo, le pagó a ella un billete para que fuera a dar a luz a su tierra natal francesa, donde tuvo un varón al que inscribió como Charles Romuald Gardés. Pero ¿y el otro niño, el de la adopción?, ¿Qué fue de él? Se olvidó de su promesa al rico uruguayo, dejándolo en manos de una compatriota, amiga suya, Anaís Beaux, probablemente con la condición de que volvería pronto de Toulouse a Tacuarembó.


Usurpó la identidad del hijo de su madre adoptiva

A partir de ese dato es cuando sucede todo el lío que ensombrece la realidad de quién fue realmente el tanguero. No fue aquel Charles Romuald Gardés nacido en Francia, según las revelaciones de varios investigadores uruguayos, sino el niño que había quedado en los brazos de la citada Anaís Beaux, la que cuando el muchacho llegó a la adolescencia, lo dejó caminar por su cuenta, sabiéndose que trabajó de tramoyista, comparsa teatral, aprendiz de joyero, tipógrafo, albañil.

Al cumplir dieciocho años tuvo que acreditar su identidad en el Registro Civil de Montevideo, como Carlos Escayola. Conoció el mundo de la delincuencia, siendo detenido varias veces por vago y estafador. Época en la que usurpó la identidad del hijo francés de su madre adoptiva. Porque Berthe Gardés ya había regresado de Francia tras dar a luz, y una vez enterada de los pasos del niño adoptado que le entregó el tal Escayola, ya no quiso separarse de él, viviendo luego en la capital argentina.

De lo que se desprende, una vez sabido esos rocambolescos datos, que este hijo adoptivo sería el auténtico Carlos Gardel, tras figurar en su carné de identidad como Charles Romuald Gardés (insistimos, el verdadero hijo biológico de Berthe), toda vez que españolizó su apellido, y del Gardés de su supuesto hermano, que no lo era, pasó a ser Gardel. Somos conscientes que este relato está trufado de novelescos pasajes, mas así hemos podido contarlos toda vez que nos empapamos de cuanto investigaron unos autores uruguayos.

Cuando Berthe Gardés volvió de Toulose, muchos antes de instalarse en Buenos Aires, regresó a la ciudad uruguaya ya citada de Tacuarembó, donde Carlitos trabajó de ayudante de cocina en una fonda y aprendió a tocar la guitarra. Lo que le serviría de mucho al radicarse con la que siempre trató como madre, Berthe, en la capital argentina. Del hijo biológico que esta tuvo en Toulouse, nada se supo.

Inicios y éxitos en la música

Aquel primerizo cantante de tangos actuaba en garitos de mala muerte alrededor del mercado bonaerense del Abasto, donde lo conocían como "El Morocho", por el aspecto de su rostro, y "El Zorzalito". El tango, a finales de siglo y comienzos del XX, lo bailaban parejas de hombres en locales poco recomendables. Gracias a Gardel, el tango iba a ser una música romántica que entraba en los grandes salones europeos.

Es a partir de 1911 cuando encuentra al cantor José Razzano, formando un dúo hasta que en 1917 se independizaron, por la enfermedad de este último, y Gardel ya voló solo por el mundo, grabando sus primeros discos y dando a conocer en París los tangos que él mismo componía. A España llegó en 1923, debutó en el Apolo madrileño y después marchó a Barcelona, donde su éxito fue colosal, interpretando aquello de "Mi caballo murió / mi alegría se fue…" Volvería a nuestro país varias veces después, donde su repertorio ya era muy popular. Hasta en la Ciudad Condal se editó periódicamente una revista, "El tango de moda".

Tuvo Gardel un colaborador cercano, el letrista Alfredo Le Pera. Los tangos de uno y otro, o de ambos, aún se escuchan: "Caminito", "El día que me quieras", "Tomo y obligo", "La cumparsita", "La cieguita", "Adiós muchachos", "Sus ojos se cerraron", "Mano a mano" … y un largo etcétera. Era un ídolo en Hispanoamérica, los argentinos siempre lo consideraron suyo, compatriota, y en España el éxito lo acompañó, con sus grabaciones y sus películas: rodó ocho de protagonista: "Luces de Buenos Aires" y "Melodía de arrabal", las más aplaudidas. Pueden verse en YouTube.

Personalmente desbordaba simpatía. Nada de que fuera homosexual como algunos divulgaron. Imperio Argentina, con quien rodó una de sus películas, me contó que era todo un seductor.


Fallecimiento y herencia

El 24 de junio de 1935 viajaba con su inseparable colaborador Le Pera en avión desde Bogotá a Cali. El aparato hizo escala en Medellín. Cuando reemprendió el vuelo ocurrió el accidente desintegrándose en el aire, cayendo sus restos sobre otro aeroplano. Todos los viajeros murieron. El cadáver de Carlos Gardel, irreconocible, completamente calcinado.

La noticia del suceso dio la vuelta al mundo. Millones de admiradores del ídolo lo llorarían durante mucho tiempo. Enterrado en el cementerio bonaerense de Chacarita, su tumba es visitada a menudo por turistas, avisados por guías que los invitan a ese recorrido. Hace ya nueve decenios que los gardelistas continúan diciendo que "cada día que pasa, Carlitos canta mejor". Los hay creyéndolo poco menos que vivo.

¿Qué ocurrió con la inmensa fortuna que dejó Carlos Gardel? Supuestamente pasó a manos de quien siempre dijo que era su viejita, su madre, a quien quería con locura. Se sabe que el 7 de noviembre de 1933 hizo testamento ológrafo, donde constaba que era uruguayo, de Tacuarembó, nacionalizado argentino. Ya había muerto por cierto aquel otro Charles Romuald Gardés.

El apoderado de Gardel, Armando Delfino, cobró la cuantiosa herencia en nombre de Berthe Gardés, ya muy anciana, quedándose con la mayor parte del botín. José Razzano, aquel con quien Carlos formara un dúo, entró en escena, amenazó a Delfino con denunciarlo, afirmando que en aquel testamento de Gardel éste figuraba como hijo de la francesa, que él sabía era mentira. A cambio de su silencio obtuvo los derechos de autor de muchos tangos gardelianos.

Así se escribe la historia, entre medias verdades y puede que medias mentiras. Entre tanto la leyenda de Carlos Gardel, continúa. Sus tangos no han muerto. Ya son parte de un género clásico, intemporal. Alguien tan poco sospechoso de ser sólo un nostálgico como Andrés Calamaro ha reivindicado el tango como una música maravillosa y unos textos que no han perdido vigencia.

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