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Carmelo Jordá

Radiohead demuestra en Madrid por qué son la última gran banda de rock (o de lo que sea lo suyo)

La banda británica despliega todo su poder en un enorme concierto en Madrid, el segundo de una gira en la que reclaman su cetro mundial.

Un momento del concierto de Radiohead en el Movistar Arena de Madrid. | C.Jordá

En una época de giras jurásicas, grupos de viejas glorias cuyo mejor momento quedo décadas atrás, estrellas pop con enorme mercadotecnia y escasa personalidad y géneros musicales en los que la música es casi una anécdota, en una época en la que los grandes conciertos son más una ocasión social que un acontecimiento musical, Radiohead ha emprendido una gira europea que no sólo va a llenar pabellones por todo el continente, sino que va a ser una reivindicación de lo que ya casi es imposible encontrar: artistas que se esfuerzan en ir más allá de lo fácil y que despiertan emociones auténticas, no sólo instantes instagrameables.

Había verdaderas ganas de encontrarse con la banda británica: sin nuevo material discográfico desde el excelente A Moon Shaped Pool de 2016 y que también llevaban siete años sin tocar en directo y nueve, desde junio de ese mismo año, sin pasar por España. En el caso de Madrid han sido más de dos décadas sin poder verles, una deuda que están saldando ahora con cuatro conciertos que además, son el principio de esa gran gira.

El segundo de esa serie de conciertos en la capital tuvo lugar en la noche de este miércoles en un Movistar Arena lleno hasta los topes y en el que los de Thom Yorke y Jonny Greenwood –que por cierto celebró su 54 cumpleaños– dieron una demostración de poderío musical y recordaron por qué han sido una referencia indiscutible en todo el mundo, al menos, desde mediados de los 90.

Un momento del concierto | C.Jordá

Radiohead es la última gran banda que, desde los puestos más altos de las listas de éxito, forzó una evolución de la música rock –de hecho, sería cuestión de debate si su música trufada de sonidos de todo tipo se puede considerar todavía rock– y, desde entonces, ha seguido experimentando, inventando, creando discos en los que su estilo iba cambiando sin dejar de ser absolutamente propio… Raras avis, en suma, que además han transitado ese camino lleno de riesgos sin dejar de vender millones de discos, con un éxito que ya nunca aparece ligado a música de tanta calidad y tan arriesgada como la suya.

Sin nuevo material publicado, esta gira es –probablemente para satisfacción de los fans– un recorrido muy completo por su carrera: este miércoles tocaron veinticinco canciones de ocho de sus discos –sólo faltó el primero, Pablo Honey– y con muchas novedades, hasta quince, respecto a las que habían tocado el día anterior.

La banda se presenta con sus cinco músicos de siempre: Thom Yorke, Jonny Greenwood, Colin Greenwood, Ed O'Brien y Philip Selway a los que se ha sumado un segundo batería, Chris Vatalaro. Después de cuarenta años juntos resulta innecesario decir que el grupo suena más que conjuntado: son una maquinaria perfectamente engrasada y formada por partes que se complementan sin la más mínima fisura. Lo que sí resulta reseñable es cómo se les ve disfrutar en el escenario: se diría que siguen siendo un grupo de amigos que se lo pasan pipa tocando.

Un momento del concierto | C.Jordá

Y que se mantiene en un estado de forma impresionante que demuestra en todo momento: desde los más íntimos y delicados, con Thom Yorke en solitario con el piano o la guitarra, hasta algunas canciones en las que Radiohead se convierte en un martillo pilón, con un sonido de abrumadora densidad y contundencia.

La banda inicia el concierto encerrada en una especie de jaula redonda que deja entrever a sus miembros y en la que se proyectan imágenes, la mayor parte de ellas tomadas en directo, que se proyectan con un estilo crudo e imperfecto, pero de notable belleza. Las distintas partes de esta jaula se elevan dos o tres canciones después del inicio, y van cambiando de posición creando diferentes escenarios que se adaptan a lo que están haciendo los músicos en cada momento. Es relativamente sencillo, pero el resultado es más que notable.

Se pudieron escuchar muchos de los grandes himnos de la banda, empezando por The Bends, que sonó en segundo lugar, pasando por All I Need, Airbag o Idioteque. La primera parte del concierto, de casi hora y media, acabó con dos piezas lentas, Exit Music (for a Film) y Street Spirit (Fade Out) que sonaron maravillosas.

Un momento del concierto | C.Jordá

Después de un pequeño descanso llegó un final con seis canciones más que resultó absolutamente apoteósico: la versión de Weird Fishes/Arpeggi resultó sublime y, ya casi como final, Paranoid Android fue todo lo que se le puede pedir a una canción interpretada en directo: contundente y sutil a la vez, descomunal, un despliegue que dejó enmudecido a un público que a esas alturas estaba en éxtasis. La banda se despidió con otra versión más que perfecta de Everything in Its Right Place que culminaba un concierto al que es casi imposible poner un pero.

Decíamos al principio que es difícil saber si lo que hace Radiohead puede o no clasificarse como rock, lo que está claro es que no importa: sea lo que sea es música con mayúsculas hecho por una banda que va mucho más allá del éxito y que sigue, tantos años después, autoexigiéndose un nivel excepcional del que este miércoles dio una muestra casi perfecta en Madrid.

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