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Crítica: 'La noche más larga', la serie española de Netflix que triunfa imitando el cine de acción USA

La noche más larga, serie española de Netflix, recoge mil referencias al cine de acción USA del pasado.

La noche más larga, serie española de Netflix, recoge mil referencias al cine de acción USA del pasado.
La noche más larga | Netflix

Como una mezcla de 24, la serie, y Con Air, por aquello de suceder la cosa entre reclusos, la ficción española de seis capítulos La noche más larga ha desembarcado arrasando en Netflix gracias a un buen despliegue publicitario (que ya sabemos que no siempre ocurre) y las inapelables cualidades adictivas de la serie protagonizada por Luis Callejo, Alberto Amman y José Luis García Pérez.

Al analizar La noche más larga uno puede caer en ciertos asuntos de apreciación. Quizá el resumen de lo que realmente han pretendido Xosé Morais y Víctor Sierra, sus creadores, se represente bien en la interpretación de Callejo como Simón Lago, un peligroso psicópata que es capturado y encerrado en Monte Baruca, una prisión psiquiátrica donde permanecerá una noche entera a la espera de tomar declaración… y que un comando fuertemente armado asalta para capturar al recluso. Callejo se divierte interpretando a un ser maquinal y diabólico tomando tics de Anthony Hopkins y su célebre Hannibal… pero el resultado, sobre todo, se aproxima al no menos inquietante Garland Greene de Steve Buscemi en la citada Con Air (sin que esto sea un descrédito).

Todo se resume, por tanto, en tomarse en serio pero de una determinada manera todo lo que ocurre en una serie abiertamente inverosímil que se lanza de cabeza a los ruidosos tiroteos del "actioner" de los noventa al tiempo que añade unas notas de pintoresquismo cañí en el retrato de los presos, quizá a modo de herencia de Celda 211 (también protagonizada por Ammann). Quien espere, no obstante, una sensibilidad "real" en el retrato de las enfermedades mentales está en la serie equivocada.

Además de 24, de la que Morais y Sierra toman la radicalidad de algunos giros argumentales y su compacta estructura en un formato de tiempo "semi-real" (por no mencionar las grafías de reloj digital en su título) en la mezcla de esta serie evidentemente referencial influyen, y mucho, las películas de acción de los años ochenta derivadas de Jungla de Cristal, con Alberto Ammann haciendo el papel de una suerte de indeciso John McClane escabulléndose por las instalaciones de Baruca. El número de homenajes a estos filmes no acaba ahí, con la canción "Jingle Bell Rock" abriendo el relato como en la primera Arma Letal y una ambientación navideña que solo puede ser un guiño a las ficciones escritas por Shane Black para ese recordado subgénero.

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La noche más larga | Netflix

Tras esta colección de referencias -dejamos para el final, por ser la más importante de todas, Asalto a la comisaría del distrito 13, sobre todo en el estupendo "remake" de Jean Francois Richet con Ethan Hawke rodado la década pasada- cabe mencionar qué tal está realmente La noche más larga, que no ha tenido problema en trepar hasta los primeros puestos de visionados en la plataforma de streaming y que podría convertirse en un razonable émulo en clave western urbano de La casa de papel, al menos en nuestro país.

Y el resultado es razonablemente trepidante, pese a los peajes típicos de una serie de televisión, pero inevitablemente simpático por su descaro dramático y la admirable firmeza y voluntad de su pulso dramático. Como producto de acción de serie B uno no puede sino lamentar la incapacidad de la industria española de haber fabricado antes, y bien, una historia como ésta antes del desembarco de una multinacional dispuesta a soltar productos a cholón. Pero La noche más larga, pese a cierta falta de personalidad visual, está aquí, se disfruta, y no quiere ser valorada como otra cosa que la que es: seis episodios de adictivas escaramuzas, divertidamente amorales y en ocasiones razonablemente estúpidas, pero realmente trepidantes y ruidosas en su despliegue de explosiones (de coches de desguace, eso sí).

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