
¿Se acuerdan de los rip-off italianos de éxitos norteamericanos de los 70 y 80? Ahora el mismo fenómeno se produce en otra industria pujante, la del streaming. Porque Territorial, serie de vaqueros australianos de Netflix, es eso mismo respecto a Yellowstone, el trolebús protagonizado por Kevin Costner (aunque ya no) que ha cosechado enormes números de audiencia durante el último lustro (y del que está a punto de estrenarse nueva temporada).
El comentario no ha de entenderse como un menosprecio a Territorial, serie dirigida por, entre otros, el muy estimulante realizador australiano Greg McLean (Wolf Creek, El territorio de la bestia), aunque las cosas son las que son. Si las obras citadas entre paréntesis siempre versaban sobre la tierra, solo que en otros géneros, lo mismo ocurre con los ocho capítulos de la serie, donde una familia de explotadores ganaderos, los Lawson, trata de dirimir el futuro de su propiedad, una gigantesca granja del tamaño de un pequeño país repleta de ganado.
¿Les suena a Yellowstone? Con razón, y no solo porque en Territorial todo el mundo conduzca pick-ups, use sombrero y duerma con un fusil bajo la almohada. Pero, aun careciendo de parte de la fuerza de aquella -o, si apuran, también de otra disquisición de herederos empresariales como Succession-, lo cierto es que Territorial da al espectador todo lo que promete el tráiler.
Aprovechando las particularidades de la naturaleza australiana, donde no solo un rifle sino cualquier insecto o una jauría de perros puede matar al protagonista, el relato se apoya en los excelentes escenarios, el buen aprovechamiento de medios (especialmente memorable es esa caravana de caza circulando por el desierto) y el sólido trabajo de los actores.
Sin un Brian Cox o Kevin Costner a modo de reclamo para el espectador, es la actriz Anna Torv (Mindhunter, Fringe) la encargada de darle carisma internacional al invento como rechazada esposa del aún más rechazado heredero. La serie resulta poco sutil, evidente y un tanto explicativa, pero a cambio viene henchida de testosterona, peleas de barra de bar y descaro.
Nadie a estas alturas parece demasiado en ocultar que Territorial, al igual que Yellowstone, es un lujoso culebrón familiar que sustituye las intrigas demasiado elaboradas por arrebatos de violencia y panorámicas de los Territorios del Norte. No pasa nada, como tampoco por su saturación de personajes, destinada en ocasiones a retrasar lo inevitable: lo poco sutil de su retrato de la naturaleza humana redunda positivamente en el balance final, un festín de sentencias que parece provenir de la propia tierra más que de personajes realmente complejos.

