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El penúltimo raulista vivo

El felón Bale y el tierno infante Dembélé

Hoy escribía en el diario Marca acerca de la doble vara de medir, o sea la distinta forma de ver situaciones que son iguales o parecidas dependiendo, en el caso del fútbol, del color de la camiseta que lleve el jugador en cuestión. Y reconocía que, como la izquierda, el Barcelona también ha ganado la batalla de la comunicación. ¿Qué es ser progresista? Pues, según yo lo veo, uno es progresista si cree que todos somos iguales ante la ley, que nadie es inferior por su raza o por su orientación sexual, que un español vale lo mismo si ha nacido en Barcelona que en Madrid o Almendralejo y que el Estado debe pensar más en quien menos tiene; sin embargo, aquí, en nuestro país es progresista encabezar una manifestación feminazi amenazando de muerte a Santiago Abascal, es progresista pactar con quien se salta la ley a la torera, es progresista defender la eutanasia activa y el aborto, es progresista proteger la inmigración ilegal y es progresista sostener un arcaico estado de las autonomías cuya esencia consiste en transmitirle a futuras generaciones que un catalán vale más que un madrileño y un vasco más que un valenciano. Da igual lo que hagas, serás un fascista si no defiendes que está muy bien y es muy democrático gritar por la calle eso de "Copa menstrual en la boca de Abascal".

Con el Barcelona sucede lo mismo que con la izquierda, que ha ganado la batalla de la comunicación. Quiero decir que el club catalán podrá desmantelar su cantera, como así está sucediendo, que habrá quien siga sosteniendo que La Masía no se toca. Pese a las numerosísimas evidencias en sentido contrario se seguirá afirmando que el modelo culé es superior al del resto, es más se afeará la conducta de aquellos equipos que no quieran pelearle al Barcelona con un estilo distinto al del Barcelona. A José Mourinho le pasó: vino a España con el objetivo de darle la vuelta a la situación de dominio azulgrana y, como es más listo que nadie, llegó a la conclusión de que, para ganar a aquel Barcelona, el Real Madrid debía jugarle a otra cosa. Y aquello levantó las sospechas y arrojó contra el club blanco y contra su entrenador las peores maldiciones: ¿Cómo osaba el Madrid competirle al Barcelona con otro fútbol? Porque esa es otra, el fútbol bueno era el del Barcelona.

Más ejemplos: Francisco Franco. El Barcelona condecoró hasta en tres ocasiones distintas al general, que salvó al club catalán de la bancarrota, pero el club franquista era y es el Real Madrid. Y, pese a los datos, el Real Madrid es el gran beneficiado por los árbitros cuando todo el mundo sabe que si hay un equipo beneficiado por los árbitros en España ese no es otro que el Barcelona. Otro ejemplo que me ha llamado la atención es el de Gareth Bale. Desde que llegó en 2013 Bale ha ganado en el Real Madrid una Liga, una Copa, dos Supercopas de España, cuatro Copas de Europa, tres Supercopas y cuatro Mundiales de clubes; el galés fue decisivo en una de las dos Copas y esencial en La Décima, en la que logró el 2-1 que sepultó al Atleti, y en La Decimotercera al conseguir dos de los tres goles de su equipo, el primero de ellos probablemente el más bonito de la historia de las finales de Copa de Europa. En 2015 Bale, que costó 91 millones de euros, ya estaba amortizado pero, casi siete años después un jugador que ha ayudado a su club a ganar once títulos en 78 meses sigue siendo un cara dura, un jeta y un sinvergüenza. Todo el mundo sabe que Bale habla español correctamente y, sin embargo, todo el mundo dice que no lo habla. Todo el mundo sabe que Bale no es el único jugador del Madrid que se marcha antes de que acaben los partidos y, pese a todo, se continúa diciendo que es el único que lo hace. Bale está en el punto de mira de un modo muy similar a como, hasta hace poco, lo estuvo Courtois; James, por ejemplo, nunca aparece en la foto.

Bale, que lo ha ganado todo varias veces, es un sátrapa, un desahogado, un felón. Pero sin embargo con Dembélé hay que tener un tacto especial, no vaya a ser que el chico se nos desmoralice. Sólo Neymar costó más que Dembélé, que vino por 105 millones de euros más otros 40 en variables, o sea el segundo futbolista más caro de la historia del Barcelona. Bale ha jugado el setenta por ciento de los partidos del Madrid, Dembélé el cincuenta y cinco de los partidos y, además, ya vamos por la novena lesión del chico en dos años y medio. El otro día, en El Chiringuito, extrajeron una estadística demoledora: cada gol de Dembélé le ha costado al Barcelona seis millones y medio de euros, pero Bale se marcha diez minutos antes de los partidos y eso sí que es terrible. No hay nada que hacer. Así es y así seguirá siendo. ¿Alguien ha oído mucho por ahí que en Pamplona le gritaran a Sergio Ramos eso de "muérete"? ¿Se han visto las imagenes del mecherazo que recibió el capitán del Real Madrid? Pues no, eso no es progresista, lo progresista hoy es insultar al Rey y pitar el himno nacional; si lo haces, si insultas al jefe del Estado y te ciscas en España, negociarán contigo y te darán todo lo que pidas. Todo y más. Y serás un buen progresista.

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