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El penúltimo raulista vivo

Futboleros

La primera pregunta que me hizo Felipe del Campo el otro día en Futboleros fue acerca de la justicia de la victoria del Barcelona en la final de la Champions, y yo, que no estoy ciego ni soy tonto, respondí afirmativamente: el Barça acababa de ganar justamente al Manchester United. La segunda cuestión, la del mantra del "éxito del fútbol español" que repetimos como papagayos sin saber por qué sí o por qué no, fue la que levantó cierto revuelo y acaparó, por cierto, la primera hora y media del programa de Marca Televisión; y por los mismos o parecidos motivos (ni soy tonto ni estoy ciego) que a la primera pregunta respondí que "sí", a la segunda contesté que "no" y que, salvo que el fútbol español constituyera por sí solo un ente abstracto independiente de la nación española, cuestión ésta que sería extraordinariamente difícil de explicar y que nos conduciría a un laberinto filosófico de mucho cuidado, el éxito culé no podía ser sentido por mí como un "éxito del fútbol español, y bla, bla, bla, bla"...

No puede ser que levante ampollas el que yo diga "este es un día de luto para el fútbol español" y que, por el otro lado, caigan en el olvido las manifestaciones de un director general barcelonista llamándonos chorizos a los españoles, las gracietas de un jugador culé acerca de un atentado de la banda criminal ETA, las contínuas referencias del entrenador del Barcelona a la "esquinita de ahí arriba", las imprecaciones de Piqué hacia los "españolitos" y "su Liga" o las dudas existenciales del mismísimo presidente del club sobre quién deseaba él que ganara el pasado Mundial; ninguna de esas afrentas pueden caer en el olvido porque todas ellas, juntas o por separado, explican a las mil maravillas el que yo dijera el otro día que la victoria del Barça era un día de luto nacional para el deporte español. El Fútbol Club Barcelona representa lo que representa, lleva haciéndolo desde tiempos inmemoriales, se vanagloria de ello y, tal y como yo lo entiendo, debe apechugar con las consecuencias.

No hay cosa que más me fastidie que me digan que yo mezclo deporte y política porque no lo hago, nunca lo he hecho ni lo haré. Jamás he hablado en ninguno de mis programas de radio o televisión, ni tampoco he escrito en ninguno de mis artículos, sobre educación, sanidad, empleo, infraestructuras, derechos sociales... Jamás he hablado de eso. De lo que yo hablo es de un estadio, de una final de la Copa, de dos aficiones de equipos que juegan la Liga española y de un Rey (el de España, para ser más exactos) maltratado, abucheado, ninguneado y vilipendiado hasta el punto que TVE hubo de manipular las imágenes para que aquello no diera seis veces la vuelta al mundo: al final no fueron seis sino cuatro. ¿Grave lo mío?... Lo mío del otro día en Futboleros fue un cuento de hadas, una fruslería, un inocente juego de niños, poca cosa en definitiva. Lo confirmo: al final, muy al final de la noche, localicé por fin una bandera de España. Esto promete.

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