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El penúltimo raulista vivo

Garabatos

No se puede saber jamás por dónde saltará la liebre. El jueves, en el sitio más insospechado, me tropecé con una tiendecita única en su género, o al menos eso me pareció a mí. El lugar, un cajón de sastre subterráneo en la playa de las Américas, al sur de la isla de Tenerife. Allí, probablemente perdida entre un local de electrodomésticos y otro de souvenirs, la verdad es que ya no me acuerdo, surgió de repente ante mis ojos la mayor recopilación de autógrafos de deportistas que jamás haya visto en toda mi vida. Un garabato de Ali por 30 euros, la fotografía del Tyson más duro y su autógrafo por 50, una dedicatoria de Pelé por 70, la camiseta del Madrid de Raúl o la de la selección francesa de Zidane por algo más de 200... Doy fe que la firma de Raúl era la de Raúl y la de Zidane era la de Zidane. Ganas me dieron de llevarme enmarcados de un tirón los garabatos de Ali, De la Hoya, Tyson y Hutton, todos por 150, pero al final logré contenerme. Y no fue nada sencillo para un mitómano en proceso de recuperación.

La verdad es que sólo conservo tres dedicatorias y un par de autógrafos. La más importante para mí es la de mi padre, jóven, guapo y fuerte, corriendo por el estadio Santiago Bernabéu con el chándal del Real Madrid. Las otras dos son de Alfredo di Stéfano y de Raúl González Blanco. También tengo autógrafos de Agassi en una pelota de tenis, de Foreman en una hoja de bloc arrancada a toda prisa y de Zidane, de ahí que pueda dar fe que las firmas de Raúl y del francés eran auténticas. Me quedé en la tienda un buen rato y al final me encontré con un autógrafo de Rocky Balboa cuando todavía no era Silvester Stallone. Quiero decir que a partir de la tercera entrega Stallone también era Rambo y, sobre todas las cosas, era Stallone, pero en Rocky y un poco en Rocky II Stallone sólo era el potro italiano. La foto y supongo que el autógrafo que encontré correspondían a esa época.

Es curioso cómo pasa el tiempo. Por lo que sé, y por lo que cuenta detalladamente Isabel Rodríguez en El Mundo, hoy ya ni siquiera podría asegurarse a ciencia cierta que Silvester Stallone sea Silvester Stallone. Al parecer se ha teñido el pelo y se ha hecho un tratamiento de Bótox en la frente y el entrecejo, un lipofilling en los pómulos, un lifting frontal y una blefaroplastia con cantopexia. Llamó mucho la atención la irrupción del ex Rocky y ex Stallone en la Mostra de Venecia, y entonces me dio por pensar que igual a él sí que le habría gustado recuperar una foto suya de cuando sólo era el potro italiano y Adrian todavía vivía y las cosas no se habían complicado tanto, e intentar recordar cómo o a quién le firmó aquel autógrafo o garabato que vino dando tumbos hasta una tiendecita perdida en el sur de Tenerife. Quizás vuelva a por la foto y de paso me lleve el garabato del deportista más importante de la historia. Dos por el precio de uno.

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