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Veinte años del famoso 'cucchiaio' de Totti

El 29 de junio de 2000, en las semifinales de la Eurocopa, Francesco Totti realizaría un gesto que le marcaría de por vida.

Francesco Totti, en el momento de ejecutar su famoso 'cucchiao' | EFE

‘Mo je faccio er cucchiaio’ (‘Pues yo le hago la cuchara’). Así respondió Totti a sus compañeros instantes antes de dirigirse al punto de penalti. Eran las semifinales de la Eurocopa 2000. Totti hizo la cuchara, tiró a lo Panenka, y superó a Van der Sar. Italia eliminó a Holanda. Y el cucchiaio pasó a formar parte de la historia del fútbol italiano. Y mundial.

Para llegar hasta esa tanda, Italia había logrado mantener su portería imbatida los 120 minutos reglamentarios, en una tarde de 29 de junio, jueves, en la que pocos daban por favoritos a los transalpinos. Porque Holanda jugaba en casa, en Amsterdam, y venía de brillar en los partidos anteriores, goleando (6-1) a Yugoslavia en cuartos y sumando un pleno de victorias en la fase de grupos, en la que se impuso a Dinamarca, Repúbica Checa y Francia, entonces vigente campeona del mundo.

Su juego era brillante. Electrizante. Sobre todo en ataque. Cuando el balón llegaba a la zona alta, Bergkamp, Overmars y Kluivert eran demoledores. También estaban Davids, Cocu o Frank de Boer. Y un gigante en la portería, Van der Sar.

Claro que Italia también contaba con su gigante: Francesco Toldo. Una lesión del incuestionable Buffon convirtió al meta de la Fiorentina en titular para la Euro.

En una Italia que se basaba, cómo no, en su férrea defensa, con Maldini, Cannavaro o Nesta, más Di Biagio, Albertini y Fiore en el centro del campo, y en la inspiración de Del Piero, Inzaghi o Totti arriba, Toldo se erigió en el héroe de la semifinal. Por sus intervenciones durante los 120 minutos reglamentarios, incluido un penalti detenido a Frank De Boer; y por sus tres paradas en la tanda de penaltis.

Sólo un gesto inolvidable como el que realizó Francesto Totti en su lanzamiento desde los once metros podía provocar que el futbolista más recordado de aquel partido fuera el de la Roma, y no Toldo.

¿Tú estás loco?

Enric González, en su magnífico libro Historias del Calcio, reproduce una conversación entre Francesco Totti y Luigi di Biagio en el centro del campo poco antes de arrancar la tanda de penaltis. "Tengo miedo", le dijo Di Biagio. "¿Tú has visto lo grande que es aquél?", le dijo Totti, señalando a Van der Sar. "Pues sí que me animas", comentó de nuevo Di Biagio. "Nun te preoccupá, mo je faccio er cucchiaio", zanjó Totti en su acento más romano. O sea, "no te preocupes, yo le hago la cuchara".

No sabemos si aquella conversación relajó a Di Biagio, pero lo cierto es que el entonces futbolista del Inter colocó el balón en la escuadra para adelantar a Italia.

Mientras, en el centro del campo, Maldini se acercó a Totti. Había escuchado la conversación. "¿Tú estás loco? Esto es la semifinal de la Eurocopa", le dijo el capitán sobre las intenciones de Totti. "Sí, sí, le hago la cuchara".

Y así, mientras Toldo detenía los lanzamientos de Frank de Boer y de Stam, y Pessotto anotaba el suyo, le tocó el turno a Totti.

Se acercó lentamente al punto de penalti. Iba tranquilo. Como si la cosa no fuera con él. Como si todo el país no estuviera suspirando por una final que Italia acumulaba 32 años sin alcanzar. Colocó el balón, caminó seis pasos hacia atrás, miró a aquel gigante de nombre Van der Sar que estaba bajo palos, y echó a correr hacia el balón. ¿Será capaz de hacerlo? debían pensar todos sus compañeros. Y lo hizo. Golpeó el balón con suavidad. Se despegó unos pocos metros del suelo. Lento. Manso. Dócil. Como si estuviera teledirigido. Mientras Van der Sar se lanzaba a un lado, el esférico entró cálidamente por el centro de la portería. De una manera casi adorable.

"No me lo creo", acertó a decir el comentarista de la televisión italiana que narraba el partido. Totti volvió hacia el centro del campo a celebrarlo con sus compañeros. Y no lo pudo evitar. Le salió una sonrisa. Esa sonrisa de ganador. De "os lo había dicho". "La que acabo de liar". Sus compañeros le abrazaron. La alegría era inmensa. Habían estado al borde del colapso, sí. Mientras Totti sonreía al mundo. Había valido la pena…

Curiosamente, Maldini sería el único italiano que fallaría su lanzamiento. Pero una nueva parada de Toldo, en este caso a Bosvelt, sellaba el pase de Italia a la final. Ahí perdería contra Francia, en un dramático gol de oro, pero esa es otra historia…

Totti se retiró hace ahora tres años, después de 24 años -y más de 300 goles- en la Roma. Ha sido, y es, uno de los futbolistas más queridos del país transalpino. Por su innegable calidad, quizá el último gran talento del fútbol italiano; por su fidelidad a unos colores; pero también por su humildad, por su generosidad. Como afirma Enric González en su libro, seguramente sea el futbolista que más dinero ha aportado a obras de caridad, el que más asilos y hospitales ha visitado, y el que más ayuda ha ofrecido a su ciudad.

Pero si hay un recuerdo que viene en mente de todos los italianos, de todo el país, cuando se menciona el nombre de Totti, es ese penalti. Ese Panenka. Esa cuchara. Y esa frase, "mo je faccio er cucchiaio". Frase que terminó siendo el título de su autobiografía. No es para menos.

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