
No es un hecho habitual el que se le dedique una calle a un futbolista, aunque hay excepciones. Una de estas se produjo en 2004 en Gijón, donde el Ayuntamiento de la villa y capital de la Costa Verde dio el nombre de Pepe Ortiz -histórico jugador del Sporting durante catorce temporadas, desde finales de los años 40 hasta principios de los 60, y luego más de tres décadas como delegado del equipo- a un tramo de la antigua carretera Gijón-Pola de Siero, en la parroquia de Ceares, donde el legendario delantero rojiblanco había nacido.
Pero José Luis Ortiz Peláez (Gijón, 1931-2001) no sólo ha pasado a la historia por sus muchos servicios prestados al conjunto asturiano, dentro y fuera del terreno de juego, sino también porque su buena suerte, y por partida triple, le permitió al Sporting evitar in extremis un descenso a Tercera División al que ya se había hecho acreedor por deméritos deportivos. Todo lo que rodeó aquel lance de fortuna, gracias al cual el club de El Molinón jamás ha abandonado la categoría nacional (42 temporadas en Primera y 50 en Segunda), parece digno de un buen guión de suspense, y resulta por consiguiente interesante el rememorarlo.
En Primera División
Como siempre, es conveniente analizar el contexto en el que se produjeron los hechos que vamos a narrar, para ponerse en situación. El Sporting de Gijón era conocido oficialmente, desde principios de la década de 1940, recién iniciada nuestra Posguerra, como Real Gijón, al ser prohibidos todos los nombres de clubes deportivos con reminiscencias extranjerizantes -Racing, Football Club o Athletic fueron también víctimas de semejante furor patriótico-, y se incorpora por vez primera a la División de Honor en 1944, pero no se podrá consolidar en la élite, convirtiéndose en un típico equipo ascensor (baja en 1948, sube en 1951, desciende otra vez en 1954, y recupera la categoría en 1957, para volver a perderla dos años más tarde).
Esta nueva caída va a poner fin a quince años brillantes, e iniciará una larguísima Travesía del Desierto que se va a prolongar durante toda la década de los 60. La temporada 59-60 no es buena, pues no se consigue el retorno, pero mucho peor va a serlo la siguiente, en la cual el Sporting -dirigido por Jesús Barrio, de profesión maestro, el técnico del ascenso del curso 56-57- se clasificará finalmente en el puesto número 13, viéndose obligado a disputar la promoción de permanencia ante el Burgos, y siendo derrotado en ella por el conjunto castellano (2-3 y 2-1, ya en el mes de junio).
Rumbo a Tercera
Sin duda alguna aquel fue el momento más grave y difícil de la historia del Sporting -y eso que los ha habido mas que preocupantes…-, pues a la terrible crisis deportiva se unía el pésimo estado económico por el que atravesaba la entidad -con una deuda que ascendía a alrededor de 6 millones de pesetas-, algo que simbolizaba a la perfección un detalle que podía observar cualquiera que se acercase hasta El Molinón por aquellas fechas, puesto que dada la bancarrota del club se había parado en seco la construcción de una nueva tribuna de preferencia, cuyos forjados estuvieron a la vista durante bastantes años, hasta que un nuevo ascenso a la máxima categoría animó a los dirigentes rojiblancos a retomar la obra y culminarla. De hecho, el Sporting estaba regido entonces, verano de 1961, por una comisión gestora.
Pero en ese preciso instante, cual si la Divina Providencia quisiera echarle un capote al atribulado conjunto asturiano, se iba a abrir un portillo a la esperanza. El Club Deportivo Condal de Barcelona, en la práctica filial del Barça, va a renunciar a su plaza en el Grupo Norte de la Segunda División, precisamente el que acababa de abandonar el Sporting por culpa de sus pésimos resultados. La causa de la retirada del Condal estribaba en la decisión del nuevo presidente azulgrana, Enric Llaudet, que deseaba reducir urgentemente gastos debido a la enorme deuda que arrastraba el club catalán a consecuencia de la reciente construcción del Camp Nou. El Condal jugaría por lo tanto en Tercera División, y de ese modo sus desplazamientos se abaratarían notablemente, al realizarlos sólo dentro de Cataluña.
Torneo relámpago de Palma de Mallorca
Quedaba, pues, una plaza libre en Segunda para la siguiente temporada 61-62, y el Sporting, en virtud de haber alcanzado una mejor clasificación en el curso anterior que los otros tres equipos descendidos, la reclamará, pero la RFEF va a desestimar su recurso, sacándose de la manga un torneo relámpago para cubrir la vacante. Y a aquellos lumbreras federativos no se les ocurre nada mejor que organizarlo en Palma de Mallorca y en pleno mes de agosto, en temporada alta, con lo que eso significaba en cuanto al precio de los viajes y alojamientos. Además del Sporting van a tomar parte en dicho torneo de repesca los siguientes clubes: Castellón, Sevilla Atlético, Amistad de Zaragoza, Ferrol, Badalona y Sestao (número impar, para complicar todavía más las cosas…). Pero finalmente uno de ellos, el Sestao, renunciará a aquella aventura balear -por motivos económicos, lógicamente-. El Sporting viaja hasta Palma con 18 futbolistas, el entrenador Jesús Barrio, el masajista Tamayo y el presidente de la Gestora, Francisco Quirós. En Mallorca comenzaba ya a haber una más que notable afluencia turística, y como el club estaba literalmente canino, no tendrán más remedio que alojarse ¡en un convento!
Las tres cruces de Pepe Ortiz
El primer encuentro tuvo lugar el martes 15 de agosto de 1961 en el Luis Sitjar, y enfrentó a los asturianos con el Castellón. Y pese a que el Sporting partía como favorito, los albinegros se adelantarán en el marcador por dos veces, llegando a los instantes finales del tiempo reglamentario con un 2 a 1 a su favor que enviaba irremisiblemente a los rojiblancos a Tercera División, y quien sabe si les condenaba también a desaparecer como club. Pero entonces un defensor castellonense se duerme con el balón, el delantero Montes se lo arrebata, y el zaguero lo derriba, cometiendo penalti. Un final digno de Alfred Hitchcock. Los sportinguistas se miran los unos a los otros, y nadie parece atreverse a asumir tamaña responsabilidad. Entonces Jesús Barrio le ordena a uno de los veteranos, Castañer, que lo lance, y el jugador catalán -ex del Barça y el Condal-, haciendo de tripas corazón, obedece. No ejecuta bien el máximo castigo, sino que dispara flojo y por el centro de la portería, pero engaña al meta levantino y el balón entra llorando, salvando el match ball. 2 a 2, y a la prórroga.
En el tiempo extra se adelanta de nuevo el Castellón, pero el mismo Montes restablecerá nuevamente la igualada, y con empate a 3 finaliza la prolongación. Así que ambos equipos van a jugarse el todo por el todo, a cara o cruz. El colegiado balear señor Martorell lanzará una moneda al aire, y el agraciado será quien siga adelante, clasificándose para el encuentro decisivo, mientras que el otro se va definitivamente al pozo. El capitán rojiblanco Ortiz, que ya había ganado los dos sorteos de campo anteriores pidiendo "cruz", volvió a tentar al azar reincidiendo, y la Diosa Fortuna le sonrió de nuevo, en la que con total seguridad fue la decisión más importante de su carrera deportiva.
El Sporting pasaba así a la final, y ya sólo se interponía el Sevilla Atlético en su camino para lograr la permanencia. Ese domingo 20 de agosto el partido tuvo mucha menos historia, pues los rojiblancos se impusieron por un corto pero suficiente 2 a 1, con goles de Lastra y Granados, y el siguiente once: Madriles; Martínez, Altisén, Castañer; Emilio, Medina; Lastra, Pocholo, Ortiz, Montes y Granados. Misión cumplida. Al equipo se le va a dispensar un recibimiento multitudinario y entusiasta a su regreso a Gijón, pero en la temporada siguiente, 61-62, volverá a las andadas, clasificándose otra vez en decimotercer lugar, y por consiguiente tendrá que disputar nuevamente la promoción, pero en esta oportunidad la cosa va a revestir mucho menos dramatismo, puesto que no llegará a jugarla. Acababa de descender a Segunda la Real Sociedad, y ello arrastra a su cuadro filial, el Atletico San Sebastián -popularmente conocido como El Sanse- a la categoría inferior, dejando una plaza libre, que finalmente ocupará el Sporting.
Esta vez todo quedó en un susto, y a partir de ese preciso momento el club entrará en una dinámica positiva, saneado ya económicamente y fortalecido en lo deportivo, aunque el ansiado ascenso se hará de rogar todavía unos cuantos años, hasta la inolvidable campaña 69-70.
