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Neymar y Brasil se llevan el oro y se toman su particular revancha ante Alemania (1-1)

La canarinha se alzó con el oro en la tanda de penaltis. Neymar adelantó a Brasil con un gran gol de falta y marcó el penalti decisivo.

Neymar llevó a Brasil a la medalla de oro | EFE

"Goool de Alemania", ese grito que se repitió siete veces en un mismo partido del Mundial de 2014 aún atormenta a los brasileños y, por ello, la revancha que se tomó la Canarinha en la final de los Juegos Olímpicos, tuvo un cariz analgésico.

Aunque tal vez sea incompleta, parcial y con muchos matices, con un punto cruel por el final agónico en los penaltis, para el "país del fútbol", esta se ha convertido en una victoria dulce, placentera, necesaria para sobrellevar el recuerdo perenne del 7-1.

Es muy probable que desde la óptica alemana, la final olímpica no empañe en nada aquel partido de Belo Horizonte que les abrió de par en par la final de su cuarto título mundial.

Tampoco lo apagará de la memoria de los brasileños, pues el resultado está grabado a fuego y ya se ha convertido en un fantasma que se codea con el del Marcanazo y que, a buen seguro, también acechará por siempre a los amantes del fútbol de este país.

Pero por lo menos, el oro de Río 2016 confiere una cierta sensación de alivio para los aficionados que este sábado abarrotaron el Maracaná y que no podían esconder un temor real a un nuevo fracaso en casa.

Mientras dure su efecto calmante, sea el tiempo que sea, el oro olímpico servirá para paliar los efectos de la vergüenza de mayor envergadura que ha sufrido la selección más laureada del mundo, pero lo cierto es que el 7-1 no se ha olvidado ni un instante en Brasil.

Cada vez que la selección pierde un partido, vuelve a la memoria; cada vez que se produce un resultado similar en otra parte del mundo, su inevitable recuerdo regurgita.

En la prensa brasileña, "7-1" o "gol de Alemania" se han convertido en expresiones habituales para poner el dedo en la llaga cuando los dirigentes del fútbol brasileño toman decisiones cuestionables, con las que muestran que se aprendió poco de aquella derrota.

Esas expresiones han cruzado incluso las fronteras del fútbol y se usan para referirse a cualquier tipo de noticia, de la política a las páginas sociales, en la que un brasileño hace un ridículo de proporciones internacionales o cuando algún extranjero tiene una actitud encomiable en Brasil que deja en evidencia a los locales.

La terapia para superar el 7-1, lo dice cualquier manual de psicología, necesitará de más pasos y será larga.

Sin duda, el recuerdo de la fatídica semifinal del Mundial volverá a golpear con fuerza siempre que la Mannschaft vuelva a cruzarse en el camino de Brasil.

Los dirigentes brasileños querían acelerar el proceso y propusieron jugar un amistoso después del Mundial, cuando la herida aún estaba caliente, pero la Federación Alemana lo rechazó.

El 7-1 también volverá si la Canarinha decide regresar al lugar de los hechos, el estadio Mineirão de Belo Horizonte, un estadio que por el momento se trata como maldito y donde no ha osado a volver a poner un pie.

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