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Nike, el imperio que nació a partir de un gofre

Una insólita historia que demuestra la manera tan curiosa en la que nació uno de los mayores imperios deportivo de hoy día.

Una insólita historia que demuestra la manera tan curiosa en la que nació uno de los mayores imperios deportivo de hoy día.
Bill Bowerman, perfilando una de sus Nike. | Archivo

Dicen que las mejores ideas nacen de las situaciones más absurdas. O cuando menos las buscas. O en el momento menos inesperado. Seguramente, a nadie se le hubiera ocurrido que a partir de un gofre –o de una máquina de hacer gofres- se podría dar lugar a toda una revolución en el mundo de las zapatillas. A Bill Bowerman sí.

Estamos en un domingo cualquiera de 1971. Hace sólo unos años que Nike existe. Al menos como concepto, porque oficialmente no lo hará hasta 1972. Bill Bowerman y Phillip Knight han conseguido, a raíz de un acuerdo con la firma japonesa Onitsuka, la distribución de buena parte del calzado deportivo en Estados Unidos.

Pero quieren más. Quieren ser ellos los propios creadores de ese calzado, y además debe ser un calzado mucho más moderno, adaptado a los nuevos tiempos, útil y rentable... Sólo hay un problema: ninguno de los dos sabe cómo hacerlo. Conocen el concepto y el objetivo: aligerar las zapatillas, restarles peso. Pero ignoran la manera.

Hasta que ese domingo Bill Bowerman observa cómo su mujer le prepara su postre favorito: un gofre. Probablemente, se quedaría mirando la máquina, observando el proceso de elaboración, y se le encendería la bombilla. El caso es que sólo unos minutos después, se encontraba vertiendo caucho en esa misma máquina.

El resultado que obtuvo era mucho más de lo esperado: una suela con forma de rejilla, con salientes (tacos). Era mucho más ligera que las anteriores suelas; amortiguaba los rebotes, y tenía mayor tracción. Estaba claro, Bowerman lo tenía ante sus ojos: acababa de llegar la revolución de los calzados deportivos.

Un gran conejillo de indias

Aquella genialidad que acababa de crear tenía que ser puesta en práctica cuanto antes. Había que comprobar si era tan buena como lo que estaba observando. Y nadie mejor que el futuro atleta total –aunque el trágico destino poco después querría que no fuera así- Steve Prefontaine.

"Quiero un par ya", fue lo primero que acertó a decir Prefontaine nada más probar las nuevas zapatillas. Acababa de volar sobre la pista con unas deportivas que pesaban tan solo 85 gramos cada una.

Fue así como Bowerman se decidió de manera definitiva a lanzar su propio modelo de calzado deportivo, y para ello creó –junto a su inseparable Phillip Knight- su propia empresa. El nombre elegido, el de la diosa griega de la victoria, Niké. ¿El nombre del novedoso y revolucionario modelo? No podía ser otro: Waffle, gofre en inglés.

Posteriormente vinieron las Waffle Trainer, las Oregon Waffle... y a partir de ahí Nike no dejó de crecer. Después llegaron los patrocinios, el 'Just do it', los Jordan, Bo Jackson o Ronaldo, hasta convertirse en lo que es hoy: el gigante de la ropa deportiva, capaz de facturar más de 30.000 millones de dólares al año. Y todo, por difícil que resulte de creer, a partir de una máquina de hacer gofres.

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