Aunque no tenga el glamour o el pedigrí de marcas como Lamborghini, Ferrari o Porsche, la realidad es que este Ford GT –del que se van a fabricar solo 1.000 unidades en cuatro años (las 500 primeras ya están adjudicadas y a España llegarán solo dos)– es un auténtico misil sobre ruedas, un coche tan llamativo como brutal y tan eficaz como algunos de competición solo aptos para rodar en circuitos. Fabricado en Canadá, cuesta la friolera de 620.000 euros, pero a cambio ofrece toda la experiencia en una competición tan dura como las 24 Horas de Le Mans, en las que el Ford GT40 original es uno de los modelos míticos, con cuatro victorias consecutivas, y en la que el actual ha vuelto a ganar su categoría tras su regreso en 2016.
El Ford GT es un auténtico coche de carreras, algo que se aprecia nada más verlo por fuera, donde abunda la fibra de carbono, con su enorme salida de escape en posición central, o al abrir las puertas y echar un vistazo a su habitáculo, con un asiento tipo bacquet prácticamente al nivel del suelo y que va anclado al chasis sin posibilidad de regulación. O un volante que integra prácticamente todo: desde los intermitentes a la rueda del limpiaparabrisas, el control de velocidad o el selector de modos de conducción con sus programas Wet -ideado para lluvia-, Normal, Sport, Track y V Max. Por cierto para viajar no sirve, pues su maletero ofrece 11,3 litros de capacidad.
Impresionan tanto como su aspecto sus datos técnicos. Su motor V6 EcoBoost de doble turbo y 3,5 litros ofrece 655 caballos de potencia; cada uno de los cuales debe mover solo 2,1 kilos de peso, pues este Ford GT pesa solo 1.385 kilos. Acelera de 0 a 100 en unos 3 segundos y su velocidad máxima –se obtiene con el modo V Max seleccionado– es de 347 km/h. El cambio es automático de 7 velocidades y la tracción, como corresponde a un deportivo de raza, es trasera. Un deportivo que homologa un gasto medio de 16,7 l/100 km y que, con el modo Normal de su selector de conducción seleccionado, se puede conducir de manera bastante civilizada… Pero a partir de ahí se abre la caja de los truenos.