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ESTRENO: 25 DE SEPTIEMBRE

El secreto de su ojos: el regreso del mejor cine argentino

El secreto de sus ojos ha sido un éxito taquillero radical en Argentina y se presenta como un potencial ganador en San Sebastián. Un excelente thriller repleto de romance, comedia y drama en la que el director y la estrella de El hijo de la novia se lucen con mayúsculas, cada uno en lo suyo.

El secreto de sus ojos ha sido un éxito taquillero radical en Argentina y se presenta como un potencial ganador en San Sebastián. Un excelente thriller repleto de romance, comedia y drama en la que el director y la estrella de El hijo de la novia se lucen con mayúsculas, cada uno en lo suyo.

El nuevo film de Juan José Campanella utiliza a sus actores fetiche y vuelve a aportar una sólida construcción y mejor dirección de actores, virtudes a las que nos tiene habituados, pese a ciertos excesos propios del melodrama argentino. No obstante, esta vez las ambiciones son mayores, y los resultados no desmerecen. Campanella prosigue con su tradicional mezcla de drama y comedia dentro de un sombrío panorama social sólo sugerido, esta vez insertos en una trama perteneciente al género del thriller.

La investigación del asesinato de una joven sirve de detonante para una obsesiva investigación, desarrollada durante varias décadas, en las que asistimos a los desencuentros emocionales y personales de su protagonista, un funcionario Judicial sólidamente incorporado por Ricardo Darín, que parecen casi trasunto de la constante insatisfacción extensible a su país.

La peligrosa mezcolanza de géneros no resiente los resultados finales y se presenta con una notable riqueza de matices. El film, pese a operar como un film de suspense, no funciona exactamente como tal, sino que su trama detectivesca parece estar movida por los anhelos románticos y vacíos existenciales de sus protagonistas. Por el camino, los conocidos y esperables aspectos humorísticos e incluso dramáticos se van sucediendo con emotividad y efectividad, y pese a la oscilación aparente, la coherencia en el tono es notable.

En efecto, ya al igual que en El hijo de la novia o Luna de avellaneda, la trama principal parece servir perfectamente al mensaje de su autor, complementándose con el melodrama y con las sugerencias sobre la tragedia argentina y el recorte de libertades en los setenta. Campanella elabora un film duro pero vitalista, oscuro pero optimista, que conserva la sólida construcción de sus mejores obras y permanece fiel a su estilo, elaborando un sobrio retrato de unos personajes en busca de sus propias raíces y retratados con candidez, amargura y optimismo en un clima social que se intuye tempestuoso.

Ricardo Darín da otro recital interpretativo con una aparente facilidad que pasma. Su labor, y la de todo el elenco –atención a Guillermo Francella- disimula cualquier incoherencia pasajera, y disculpa cierto exceso de metraje o de puesta en escena (ese largo plano secuencia en el estadio, de un virtuosismo bebedor del Cuarón de Hijos de los hombres). Todo puesto al servicio del retrato del constante sentimiento de pérdida, vacío y desamor de sus protagonistas, que no encuentran la manera de conciliar sus recuerdos del pasado y esperanzas del futuro.

En Chic

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