Colabora

Fantástico Sr. Fox: Wes Anderson lleva el gafapastismo a la animación

Wes Anderson (Los Tenembaum, Life Aquatic) adapta el cuento de Roal Dahl ‘El Superzorro’ en su salto al cine de animación. Para ello, ha escogido la rudimentaria técnica de la animación fotograma a fotograma, un estilo tosco que otorga al film una pátina de especial atractivo.

Aunque su filmografía alterna títulos muy logrados con otros solamente simpáticos, Wes Anderson es uno de los pocos cineastas norteamericanos que pueden presumir de tener una autoría casi intransferible. Siempre adscrito al cine indie –incluso en su variante más insufrible-, el director de Fantástico Sr. Fox afronta aquí el desafío de traspasar su personal estilo a una película animada. Un paso, sin duda, decisivo y arriesgado, pero del que ha salido bastante bien parado.

Y es que Wes Anderson es capaz de lo mejor y lo peor, y siempre siendo él mismo. Me explico: en ocasiones el particular sentido del humor del director de Los Tenenbaum –todavía su mejor película- no logra traspasar la “cuarta pared” y afectar al espectador, quedándose en meras conjeturas autocomplacientes sólo aptas para fans. De todas formas, no vamos a negar a Anderson un mundo propio, guste o no, que aparece perfectamente reflejado en el film, por mucho que éste represente un aparente salto mortal de su director.

La gran virtud de Fantástico Sr. Fox es que además en traducir bien el estilo de su autor a una nueva disciplina, también posee todas las características de un film familiar de animación, a los que añade matices dramáticos y oscuros casi imposibles de encontrar en cualquier show de Pixar o Dreamworks, por muy brillantes que éstos puedan ser. El triunfo de Anderson es doble: por un lado, sabe hacer propio el material ajeno; por otro se maneja muy bien con la rudimentaria técnica stop-motion, sacando partido a la estética añeja y vetusta de los paisajes. Además, nada de esto le impide decorar con su estilo personal, entre naif y perturbador, instantes tan logrados como la trascendental y bella discusión entre el sr. Fox y su esposa, o la eliminación de uno de los personajes secundarios de la cinta; y lograr un asomo de sentimiento ausente en muchas de sus cintas de imagen real. Todo ello sazonado con un particular sentido del humor que, aunque no funciona siempre, al menos no evita las implicaciones dramáticas de la historia.

El resultado es una cinta de animación “de autor”, sin que ello suponga, casi por primera vez en la carrera de Anderson, que va dirigida a un público minoritario. Al contrario, el director ha conseguido ampliar sus propias miras, un film donde fondo y forma se entrelazan a la perfección y capaz de satisfacer a todos, niños y mayores; donde la tosca maquinaria de sus pequeños muñecos se alza como una representación perfecta de su mundo personal. Eso es de agradecer.

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario