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Splice: Engendro genético busca papis

Elsa y Clive son dos jóvenes y rebeldes científicos que combinan ADN humano y animal para crear una nueva criatura. El organismo resultante, al que llamarán Dren, pasará de ser una cría femenina deforme a una bella y peligrosa amenaza...

Elsa y Clive son dos jóvenes y rebeldes científicos que combinan ADN humano y animal para crear una nueva criatura. El organismo resultante, al que llamarán Dren, pasará de ser una cría femenina deforme a una bella y peligrosa amenaza...

El esperado regreso del director Vincenzo Natali se salda en Splice con un film irregular en el mejor de los casos, y que degenera según avanza en la misma medida que evoluciona su criatura. Natali, siempre con un pie en lo underground y otro en lo abiertamente comercial (y siempre saludablemente bizarro), no nos llega a atrapar ni a generar terror en su última producción, avalada por el mexicano Guillermo del Toro.

El director de Cube quiere ofrecer en Splice un film de terror que se aleje del susto fácil de cuchillada y manta al que estamos acostumbrados, para apostar por una renovación de la idea del monstruo como una entidad real y cercana debida, en este caso, a la experimentación genética de un par de incautos científicos. La idea es de agradecer, pero las buenas intenciones del realizador canadiense se ven lastradas por un reparto competente pero inoperante a la hora de ofrecer una química solvente con la historia, y sobre todo porque la crítica corporativa y la reflexión moral sobre la ciencia, vida, familia e incluso sexo de Natali se va revelando más inoperante según avanza.

Al final ni esto tiene la severidad esperada ni el film plantea situaciones terroríficas solventes, cayendo además en el más lamentable de los ridículos en algún que otro momento trascendente. Lo único que queda es un amorfo desarrollo en el que ni unos antipáticos Adrien Brody o Sarah Polley, convertidos en disfuncionales padres de la criatura, sirven de guía al personal, ni la bizarrísima criatura se gana del todo las simpatías. Splice navega con rostro serio cada vez más perdida en un embrollo que Natali no acierta a desarrollar en su vertiente psicológica más básica, y que tampoco ofrece el refugio de la sátira, como hizo el Larry Cohen de Están vivos.

Al final, el realizador canadiense se ve obligado a plantear un desenlace convencional para aumentar el recuento de víctimas de forma apresurada. Durante el visionado de Splice pensaba continuamente en cómo David Cronenberg sí acertó al presentar las complejidades de la ciencia y las deformidades cárnicas en La Mosca, todo ello con unos personajes carismáticos que nos enganchaban y nos preocupaban pese a los errores que cometían, y todo con admirable concisión y brevedad. Ninguna de esas virtudes aparecen en Splice.

En Chic

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