Los Juegos alternativos a Berlín 1936 se preparaban en Barcelona para los días 19 y 26 de julio como respuesta propagandística a los que se iban a celebrar en la Alemania nazi. Casi seis mil deportistas de más de veinte países se habían decidido por Barcelona. Muchos de ellos habían quedado a las puertas de entrar en sus equipos oficiales, que sí participarían en unos Juegos bajo la sombra de la esvástica. En los de Barcelona y dada su informalidad, País Vasco, Cataluña y Galicia presentarían sus propias selecciones.
Todo estaba preparado para la inauguración del 19 de julio. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil supuso la cancelación de aquella Olimpiada paralela.
Para Ada Colau y su equipo de gobierno, se trata de un "evento" legendario que se tiene que celebrar, una fecha más en el calendario tricolor para dar rienda suelta a su discurso más primario, sea con ocasión de un aniversario redondo o cuadrado.
El pasado abril, el 85 aniversario de la proclamación de la Segunda República dio pie a cuatro días de festejos, al cambio de nombre de una plaza, a la inauguración de una estatua, a una verbena popular y al anuncio de que en breve se cambiarán todas las calles con nombres borbónicos. Ahora comienza el calentamiento de cara al 18 de julio, que ya tiene una exposición al efecto. También hay un "itinerario" municipal sobre la efeméride, un recorrido por los lugares donde se produjeron los enfrentamientos de aquel día, así como otra muestra sobre la caída de Barcelona el 26 de enero del 39 y los primeros años de la posguerra. Todas estas iniciativas se enmarcan en el área de cultura, que a partir de ahora dirigirá el socialista Jaume Collboni en virtud del pacto entre el PSC y Barcelona En Común, la versión podemita catalana que dirige la alcaldesa.
No es previsible, sin embargo, que Colau permita moderar las expresiones municipales de afecto por la República. De hecho, los "técnicos" del departamento de Collboni estudian un despliegue mucho más ambicioso que el de las exposiciones y en el que se cuecen propuestas como la de proceder a los cambios de nombre de las calles y avenidas borbónicas en torno al 18 de julio, así como aumentar el número de exposiciones, conferencias y actividades políticas en la calle.