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El PSOE rehace todos los puentes con Junts tras haberle arrebatado la alcaldía de Barcelona gracias al PP

Los separatistas han pasado página del "Que us bombin!" de Xavier Trias acuciados por su lamentable situación financiera.

Los separatistas han pasado página del "Que us bombin!" de Xavier Trias acuciados por su lamentable situación financiera.
Míriam Nogueras entrega su voto a la presidenta del Congreso, Francina Armengol, durante la sesión constitutiva de las Cortes. | EFE

"Que us bombin!" (¡Que os den!). El "alegato" final del doctor Xavier Trias no dejó a nadie indiferente. El PSC le había birlado la alcaldía de Barcelona con el imprescindible concurso de cuatro votos del Partido Popular, comandado en el Ayuntamiento por el veterano Daniel Sirera, hombre de partido desde Nuevas Generaciones, expresidente del PP regional, exdiputado en el Parlament, exvocal del Consejo Audiovisual de Cataluña y exdirector de gabinete del presidente del PP valenciano, Carlos Mazón.

De regreso a Barcelona en plan paracaidista para encabezar la lista del PP en las municipales, Sirera no albergó demasiadas dudas sobre lo que la dirección de su partido y gran parte de su electorado querían que hiciera. El futuro del ganador de las elecciones, Trias, el candidato de Junts que había hecho una campaña ocultando las siglas y camuflando el separatismo del partido, estaba en sus manos. La abstención del PP valía para que el principal ayuntamiento de Cataluña cayera en manos del partido del prófugo Carles Puigdemont. La otra opción era hacer alcalde a Jaume Collboni, que había quedado en segundo lugar, a un solo concejal de Trias (11-10). ERC, con cinco ediles, apoyaba a Trias. Colau sumaba nueve que no prestó a Collboni hasta el último minuto. Vox, con dos, decidió abstenerse.

Arremetida de Margarita Robles

En el PP residía la responsabilidad de quitar o poner alcalde en Barcelona mientras la ministra de Defensa, Margarita Robles (la menos impopular entre los votantes conservadores) salía en tromba a acusar al PP de que estaba dispuesto a apoyar a un alcalde dependiente del fugitivo Puigdemont.

El volumen de la polémica obligó al líder popular, Alberto Núñez Feijóo, a intervenir y a dejar claro que en ningún caso el PP facilitaría que un independentista se quedara con la vara de mando barcelonesa.

El alivio económico de tener grupo parlamentario

Dos meses después, los papeles se han intercambiado en el plano nacional. Ahora es el PSOE quien busca el apoyo de Junts y quien ha sintonizado a la perfección con el hombre de Waterloo. El "que us bombin" de Trias es historia antigua. Los socialistas acaban de prestar cuatro diputados del PSC a Junts per Catalunya (JxCat) para que pueda formar grupo parlamentario en el Congreso. El beneficio para el partido separatista es obvio. Más de cuarenta mil euros al mes para el grupo, medio millón al año.

Esa inyección económica es vital para un partido con graves dificultades financieras, que tuvo que salir del Govern de la Generalidad en octubre del año pasado tras el cese fulminante por parte de Pere Aragonès del vicepresidente primero, el posconvergente Jordi Puigneró por una supuesta deslealtad en sesión parlamentaria. Un partido, a mayor abundamiento, que está fuera de los equipos de gobierno de las diputaciones de Barcelona, Lérida y Tarragona, que perdió la alcaldía de Gerona y gran parte de su implantación territorial.

La tesitura económica explica en buena medida el apoyo de Junts al PSOE en la primera meta volante de la negociación, la presidencia y la mayoría socialcomunista en la Mesa del Congreso. El partido de Puigdemont pasó página del episodio de la alcaldía de Barcelona incluso antes de que las urnas del 23-J arrojaran una aritmética que le favorecía notoriamente a pesar de seguir perdiendo voto a chorros, aunque se negó a entrar inopinadamente en el gobierno de la Diputación de Barcelona, donde había gobernado al alimón con el PSC durante los últimos cuatro años.

En aquella época, presidía la Diputación la alcaldesa de Hospitalet, la socialista Núria Marín, amiga de Puigdemont y la esposa de este facturaba más de seis mil euros mensuales por presentar un programa en inglés emitido con nula audiencia por la red de televisiones locales controlada por la Diputación. Esa ruptura fue el único efecto del "robo" de la alcaldía, tal como lo llegaron a calificar no pocos dirigentes de la formación separatista heredera de Convergencia.

En cuanto al PP de Cataluña, si entonces, cuando la elección del alcalde condal, no tuvo la más mínima duda de a quién apoyar, ahora se ha abierto un debate sobre la posición a adoptar con Junts. El coordinador del PP, Elías Bendodo, ya ha dicho por activa y por pasiva que hay que hablar con todos los partidos menos con Bildu. Y el portavoz Esteban González Pons ha ponderado la "tradición" y "legalidad" de Junts más allá de la situación judicial de algunos de sus líderes.

El aviso de Alejandro Fernández

El presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, puso pies en pared ante la tesis del acercamiento a Junts con un contundente mensaje en la red social X: "Se avecinan movimientos (y fotos) que van a destruir la reputación de quien los impulse. Porque no hay nada más valioso que ser coherente con tu pasado, tus principios y tus opiniones". Nadie más del PP catalán se ha pronunciado en público, pero se atribuye a Sirera una cierta predisposición a sentarse con Junts, en sintonía con la cúpula nacional del partido. Los alcaldes de Badalona, Xavier García Albiol, y Castelldefels, Manu Reyes, permanecen en silencio.

En cambio, los socialistas que apretaron las tuercas al PP para que no entregara la alcaldía a Trias, han restablecido todos los puentes con el partido del prófugo en una negociación que no les supone la más mínima contradicción ni discusión interna.

Los contactos para la investidura de Sánchez van a buen ritmo con variados interlocutores, desde Santos Cerdán a Salvador Illa pasando por el papel de apagafuegos del expresidente Rodríguez Zapatero. Sobre la mesa una amnistía que ha dejado de ser inconstitucional para el PSOE y que se ha impuesto en Junts por encima de la autodeterminación en una inédita muestra de pragmatismo por parte de Puigdemont.

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