El presidente de la Generalidad y número dos de ERC, Pere Aragonès, será recibido el próximo lunes en el Vaticano por el Papa Francisco. La Generalidad se ha encargado de anunciar este encuentro al tiempo que el separatismo difunde la especie de que la visita responde al interés de Bergoglio por la situación en Cataluña y que se trata de un espaldarazo a las reivindicaciones de ERC.
La biblioteca privada del Palacio Apostólico será el escenario de una audiencia privada que fue solicitada por la Generalidad el pasado 22 de junio tras un encuentro de Aragonès con el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella. La excusa, la celebración en 2025 del milenario de la abadía benedictina de Montserrat y la conclusión de las obras de la basílica de la Sagrada Familia. El Vaticano respondió afirmativamente a la petición el 1 de julio.
En la Generalidad dan una importancia mayúscula a la audiencia, pues será la segunda vez que un papa recibe a un presidente autonómico catalán. Juan Pablo II recibió en el Vaticano a Jordi Pujol en 1981. Un año después, el Santo Padre visitó Montserrat y también se encontró con Pujol y su esposa. La pareja se quejó entonces de que el Papa no mostró ninguna sensibilidad respecto a las reivindicaciones "catalanistas". "La visita fue mal", llegó a admitir Pujol, puesto que Juan Pablo II se negó a ser utilizado por los nacionalistas, que le reprocharon que no utilizara el catalán.
Juan Pablo II también recibió en audiencia a Artur Mas en 2002, pero entonces el cabecilla del referéndum ilegal del 9N no era todavía presidente de la Generalidad, sino "consejero jefe". El socialista Montilla también tuvo su foto con un papa, en su caso durante la visita de Benedicto XVI a la Sagrada Familia en 2010. De modo que Aragonès será el segundo presidente de la Generalidad recibido por un Papa. Se da la circunstancia de que Oriol Junqueras siempre ha presumido de sus contactos en el Vaticano y de su proximidad con algunos miembros de la curia. Sin embargo, la preciada estampa será para su segundo, Pere Aragonès, en un momento especialmente delicado de la política española.