
Los que conocen a Pedro Sánchez dicen que hay dos hechos que le moldean cuando llega a la secretaría general del PSOE. Uno, las encuestas que señalaban que Podemos podría dar el sorpasso a los socialistas. Durante el año 2015, en los foros internacionales, se creía que el PSOE iba a correr la misma suerte que el PASOK griego a manos de Syriza. El segundo "trauma" fue ver cómo en los años 2016 y 2017 parecía que el separatismo iba a convertirse en hegemónico en Cataluña y la brecha iba a profundizarse.
Sánchez se propuso así mismo recuperar la hegemonía en la izquierda para el PSOE y conseguir que el PSC volviese a gobernar Cataluña, pese a que en esos momentos era la cuarta fuerza en el parlamento autonómico. La técnica, en ambos casos, ha sido la de pactar primero para luego intentar dar un abrazo del oso desde el Gobierno. Tanto a Podemos como al separatismo, aunque eso supusiese abrazar posturas que, hasta ese momento, el PSOE rechazaba.
En ocasiones, a base de mimetizarse con sus socios, Sánchez ya es indistinguible de algunas posturas que defendía el fundador de Podemos, Pablo Iglesias, como cuando atacaba a los medios de comunicación, a sus propietarios o hablaba de lawfare.
Illa, ¿el legado de Sánchez?
El líder socialista, como ha dejado patente en más de alguna ocasión, está obsesionado con el legado que va a dejar. Cree que se le recordará por medidas "como exhumar a Franco" y ,en privado, ha expresado su deseo de dejar una Cataluña con un presidente que no sea independentista.
De ahí que su objetivo inmediato sea que Salvador Illa sea investido presidente de Cataluña. "Cueste lo que cueste", señalan algunos, aunque eso suponga perder la estabilidad parlamentaria. El argumentario oficial del PSOE dice que los desplantes de Junts, como su oposición al techo de gasto tras "un ataque de celos" tras conocerse la reunión entre Sánchez y Aragonés, irán desapareciendo una vez que Illa se consolide al frente de la Generalidad. Casi un cuento de la lechera, ven a los de Puigdemont dando su respaldo parlamentario a cambio de financiación e inversiones concretas.
Unas ideas que repiten en público y en privado los ministros pero que no son compartidas por todos los miembros del Gobierno y del PSOE. Las dudas sobre Puigdemont se extienden. El presidente de Castilla la Mancha, Emiliano García Page, advierte que el líder separatista "no paga, sólo cobra", en referencia a la ley de amnistía.
"¿Es Junts un socio leal?", se preguntan muchos socialistas que temen que, si hay acuerdo con ERC e Illa es investido, Puigdemont inicio un bloqueo parlamentario al Gobierno. La respuesta es un encogimiento de hombros. La decisión de bloquear el techo de gasto fue un jarro de agua fría que los socialistas no asimilaron hasta por la tarde. Como reconoció el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, durante el Consejo de Ministros se les garantizó que esa votación saldría adelante. También el grupo parlamentario lo creía hasta el mediodía del martes.
Nadie quiere hablar de elecciones si los Presupuestos no salen. Afirman que "hay tiempo" para rehacer el techo de gasto y que las cuentas no sufrirán un retraso excesivo pero la idea de "o Illa o Sánchez" empieza a calar en el PSOE. Ahora queda por ver quién caerá primero.

