LA ESPAÑA SOCIALISTA O AL PAN PAN Y AL VINO VINO...+++

A los 37 años de la muerte del dictador, se ha hecho balance de su macabra herencia. Salvo para algunos pseudo historiadores negacionistas, resultan abrumadoras las pruebas aportadas por cantidad de libros, documentales, artículos que van apareciendo y que demuestran que cuando Paul Preston habla del holocausto español y otros de genocidio, no hay un punto de hipérbole.
En realidad muy pronto, los que prepararon el golpe del 18 de julio del 36 dijeron que lo que querían no era desplazar sólo al gobierno legítimo de la República y sustituirlo por los que habían perdido las elecciones de febrero de ese año, sino, como declarara el capitán Aguilera, conde de Alba y Yepes, portavoz de Franco “ ...exterminar a un tercio de la población masculina de España...” , afirmara el “Director” General Mola, en sus famosas instrucciones y directivas que la represión debería ser “extraordinariamente dura y total “ y radiara el brutal y primitivo Queipo de Llano en sus charlas por Radio Sevilla “por cada persona de orden asesinado por los rojos tenéis que matar a diez de ellos “. Anthony Beevoir en su libro “La guerra civil española “, demuestra que los datos vinieron a confirmar casi exactamente esa orden.

Historiadores del prestigio de Gabriel Jackson, Ronald Fraiser, Pierre Vilar, Tuñón de Lara, Hugh Thomas, Bartolomé Bennassar, Santos Juliá, Javier Tusell, entre otros muchos, han venido confirmando algunas cifras aterradoras. La represión en la retaguardia franquista triplicó a la acaecida en el campo republicano, además de que aquellos actuaban contra la legalidad democrática y por orden superior y los segundos defendían dicha legalidad y los asesinatos no los ordenaba el gobierno de la República sino que eran practicados por bandas de incontrolados. Por otra parte las víctimas de la represión republicana fueron reiteradamente homenajeadas y sus familias recibieron generosas pensiones y prebendas durante la larga dictadura (aún ahora son regularmente beatificados en el Vaticano sacerdotes y monjas asesinados por los rojos ) mientras que las muchas más numerosas victimas del fascismo no han sido reconocidas treinta años después de morir el jefe de los asesinos, ni anulados los juicios sumarísimos, ni rescatados de sus anónimas fosas comunes, ni se les ha levantado el gran memorial que se merecen. Pero es que además a partir del 1 de abril del 39, final oficial de la guerra, el franquismo continuó matando de manera sistemática hasta 1948 (200.000, se calcula que fueron ejecutados en ese periodo), y que en 190 campos de concentración, el último de los cuales se cerró en 1962, trabajaron en régimen de semiesclavitud de 200 a 300.000 republicanos; que sólo en la última oleada de exiliados, la que se produjo a la caída de Cataluña, cerca de 500.000 españoles huyeron a Francia. Las cárceles, que antes de la guerra albergaban a una población de 10.000 reclusos, llegaron a tener 150.000 presos hacinados en los años cuarenta. Pero es que gran parte de la población “libre” no lo pasaba mejor. Cientos de miles fueron depurados (expulsados) de sus trabajos, se les prohibió opositar, ser contratados o poder abrir un pequeño negocio. Es incalculable el número de españoles que murieron de hambre y desnutrición en ese periodo. España entera fue una cárcel por muchos años. Se calcula que más de la mitad de la población sufrió directa o indirectamente la represión franquista.

España, a la llegada de la República, era un país de 20 millones de habitantes, con un 66% de campesinos o población rural, en su mayor parte jornaleros. La tasa de analfabetismo era del 64% y la esperanza de vida no alcanzaba los 35 años. Durante décadas el dominio de terratenientes, clérigos y militares, bajo el manto de una monarquía semiabsolutista, alternó sistemas dictatoriales con seudodemocracias como la corrupta y caciquil Restauración. Se impuso a sangre y fuego la idea de una España centralista, autoritaria y católica, “beoda, zaragatera y triste, devota de Frascuelo y de María “como escribiría Antonio Machado. Todo aquello exacerbó las corrientes identitarias catalanas y vascas, entre otras razones porque no querían ser parte de aquella España negra y desprestigiada.

Ello explica el entusiasmo masivo con que fue acogido el advenimiento de la II República el 14 de abril de 1931, que traía un programa laico y de reformas educativa, agraria y democrática, de reconocimiento de la pluralidad territorial y lingüística de España. Pero el miedo a perder privilegios seculares, llevó muy pronto a los ambiciosos militares africanistas (entrenados a matar en la guerra de Marruecos) con el apoyo de la jerarquía católica y los grandes propietarios de la tierra, a boicotear a la joven República y a conspirar contra ella. Tan pronto como en agosto de 1932 ya se produjo el primer intento de golpe de Estado, encabezado por el general Sanjurjo. Ello desmiente la reiterada afirmación de los negacionistas que sostienen que el golpe del 36 se produjo como consecuencia de la revolución de octubre del 34 o para adelantarse a un inexistente golpe marxista en preparación.
La guerra civil en realidad no terminó hasta la muerte del dictador el 20 de noviembre de 1975, dos meses después de la ejecución de los últimos cinco antifranquistas.