Sánchez no tiene ningún problema con ponerle a su Gobierno el broche de izquierdas. Lo único que no quiere es un Gobierno con dirigentes de Podemos 'dentro'.
Para vergüenza de nuestra sociedad organizada, se ha implantado en España un execrable delito de odio, una degeneración más de la tradición autoritaria que nunca muere.
Sánchez, sí, prefiere apoyarse en los liberticidas de Podemos antes que en las formaciones constitucionalistas comprometidas con el régimen del 78 y el Estado de Derecho.