El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha vuelto a escenificar, esta vez en el Congreso de los Diputados, su indignación por las dudas que se ciernen sobre los negocios de su mujer. En este sentido, se ha referido también a la posición de su Gobierno con una fuerte crisis diplomática abierta con Argentina y su presidente electo Javier Milei, quien, por cierto, obtuvo proporcionalmente mucho más apoyo en Argentina del que tuvo Sánchez en España en las elecciones de julio, elecciones que perdió, pero cuyo resultado le permitió ser investido presidente del Gobierno en virtud de la aritmética parlamentaria y sus pactos con comunistas, herederos de ETA y separatistas catalanes.
Sánchez y su gobierno han justificado su escalada diplomática, retirando a la embajadora española en Argentina, por las declaraciones de Milei durante el acto organizado por Vox en la plaza de toros de Vistalegre, donde arrojó dudas de corrupción sobre la mujer de Pedro Sánchez, que está siendo investigada por un juzgado de Madrid.
Sin embargo, el Gobierno deja el lado estrecho del embudo para los demás, mientras ellos toman el ancho y es que la colección de insultos desde el Gobierno y la órbita de la izquierda contra Javier Milei han sido nutridos. El más reciente, el del ministro de Transportes Óscar Puente, quien insinuó que Javier Milei tomaba drogas y le calificaba como uno de "los malos".
Contra Milei han valido todo tipo de insultos. Sánchez le ha acusado de menospreciar a los enfermos de cáncer, o de comandar la "internacional ultraderechista", como si el liberalismo libertario tuviera algo que ver con la ideología de derechas. También le acusa de negar los derechos de las mujeres.
Pero sin duda, el insulto que más le gusta pronunciar a la izquierda contra Milei es el de "fascista o facha". Irene Montero, Ione Belarra o la vicepresidenta Yolanda Díaz lo han empleado sin medida siempre que han tenido ocasión. "A fascistas como Milei se les para con más derechos", decía Irene Montero. "El modelo de Milei, el de la extrema derecha, que depreda con todo, con la vida, con los recursos, que combate y recorta todos los derechos laborales", decía la ministra de Trabajo.
Otros como Errejón o Gabriel Rufián también se han referido a Milei como fascista. La actual ministra de Sanidad, Mónica García, describía a Milei como un "populista irresponsable, un showman que juega con el futuro de su país" y le acusaba de lanzar propuestas económicas "irrealizables y peligrosas".
No sólo eso. Desde el espectro más escorado a la izquierda en el panorama mediático y político han dado rienda suelta a sus descalificativos contra el líder argentino. Así, desde artículos en el diario El País, comentarios en televisiones como La Sexta, o columnas en medios de izquierdas como El Plural o Eldiario.es, han llamado a Milei nazi o neonazi. Por supuesto, también ha sufrido descalificativos como loco, demente, payaso, charlatán, misógino o demagogo.
Quizá lo más grave es que hayan cogido algunos de los postulados teóricos de Milei, como su postura favorable a que todo aquel que quiera comerciar con sus propios órganos pudiera hacerlo, para acusarle de estar a favor del tráfico de órganos, que son dos cosas muy distintas.