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¿Por qué es tan difícil para los buzos sacar a los niños de la cueva de Tailandia?

Es la última opción, pero la que se ha vuelto la más probable en las últimas horas. ¿Cuáles son los riesgos de sacar a los niños ya?

Es la última opción, pero la que se ha vuelto la más probable en las últimas horas. ¿Cuáles son los riesgos de sacar a los niños ya?
Voluntarios y militares tailandeses | EFE

La muerte de uno de los voluntarios que llevan suministros a los doce niños atrapados en una cueva de Tailandia ha vuelto a dejar en evidencia los riesgos de bucear en los túneles inundados que conducen al grupo. El fallecido, un ex buzo de la Marina tailandesa que practicaba triatlón y estaba en perfecta forma física, perdió el conocimiento y se quedó sin aire en el camino de vuelta. Su muerte ha impactado a las decenas de buceadores que trabajan en el rescate mientras se debate si sacar ya al grupo de niños, en estado muy débil por los diez días sin comer y que no saben nadar.

De las tres opciones para salvar a los niños la de sacarlos buceando es la más arriesgada aunque a priori pudiera parecer la más lógica. En un principio quedó descartada y se abogó por esperar a que terminara la temporada del monzón en unos cuatro meses. Pero la posibilidad de que la lluvia vuelva a anegar la cueva y amenace el envío de suministros y el propio refugio de los jóvenes, y de que se les acabe el aire -los niveles de oxígeno han descendido en las últimas horas- han hecho que se especule con un rescate inminente. Uno de los voluntarios, el buceador danés Ivan Karadzic, ha afirmado a Sky News que el rescate comenzará "entre hoy y mañana".

Desde unas horas después de encontrarlos, los niños están recibiendo unas lecciones básicas de buceo y practicando con los equipos. Se baraja que, si salen de ese modo, cada niño vaya acompañado por uno o dos buzos, que se ate a ellos y que incluso uno de los buceadores transporte la botella del pequeño. Pero aun con la ayuda de expertos, el rescate estaría lleno de peligros, según ha explicado a Libertad Digital David Quinzaños, cabo primero del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil.

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En primer lugar, los niños tendrían que adoptar un papel activo en el rescate: hay puntos del recorrido, "sitios complicados de paso", en los que el niño podría "tener que pasar por sus propios medios" y ser él el que "toma la decisión" de avanzar. El niño no podría simplemente "adosarse" al buceador, explica el cabo a LD, recordando que han hecho prácticas de este tipo en España pero en mar abierto y con una salida mucho más próxima que en el caso de la gruta de Tailandia.

Por todo ello, los chavales necesitan nociones de buceo, unas clases que deben recibir en unas circunstancias complicadísimas y que constituyen otras de las dificultades del rescate: deben aprender en una "situación de estrés", en un ambiente cada vez más intoxicado, con baja visibilidad y en otro idioma. Escollos que tendrían que superarse hasta conseguir que el niño sintiera la confianza suficiente en sus rescatadores – una "confianza ciega", como resume Quinzaños- como para aventurarse durante horas en los túneles inundados de la cueva.

Según ha explicado el cabo, una vez dentro del agua otro de los mayores riesgos es el de perderse por la nula visibilidad. Los buzos han tendido un "hilo guía" para señalar el camino entre el exterior y el lugar donde está el grupo en una cueva que ha comparado con un queso gruyère. Los submarinistas deben ir palpando ese hilo "a ciegas" para encontrar la salida. Perder ese hilo en puntos del recorrido donde el túnel se agranda podría suponer la muerte: "El que se suelte de ese hilo no lo va a encontrar".

El cabo ha insistido en el peligro que supone avanzar con un niño sin experiencia por unas galerías estrechas en una oscuridad total. La principal esperanza para los pequeños es que las bombas, que trabajan sin descanso desde el hallazgo del grupo, consigan extraer el agua suficiente como para que las zonas inundadas por completo se reduzcan al mínimo y que existan cámaras de aire de al menos diez centímetros de altura en el recorrido que permitan respirar y hacer el recorrido en su mayoría a pie. Con la situación de inicio, túneles y sifones inundados que requieren bucear centenares de metros, la opción de sacarlos es arriesgadísima tanto para los niños como para sus rescatadores.

Por el momento, las lluvias se han retrasado unos días, lo que abre la puerta a que los jóvenes pudieran salir como entraron, con ayuda de los voluntarios. Pero con los túneles inundados, Quinzaños insiste en que debería ser la última opción, la de emergencia si el agua sube y no queda otro remedio.

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