
Aragón Suites es uno de los proyectos empresariales fallidos de Rafael Gómez Arribas, dueño del controvertido aeropuerto de Ciudad Real (vinculado a la trama de Víctor Aldama y Delcy rodríguez para colar mercancía en el país). Se concibió como alojamiento de lujo -con forma de barco- cuando Madrid aún soñaba con albergar los Juegos Olímpicos. Pero naufragó como lo han hecho las distintas candidaturas presentadas para que la competición se celebrara en la capital de España.
De los cinco edificios, sólo llegó a funcionar uno. Y se inauguró mucho más tarde de lo previsto, en 2016. En los años posteriores se fueron instalando algunas familias. Aunque la idea inicial era que funcionase como hotel de larga estancia y después como apartamentos turísticos, terminó convirtiéndose en el hogar de personas que no podían permitirse vivir en el centro de Madrid, y también trabajadores y empresarios de la zona, que pagaban mensualidades de entre 600 y 1.000 euros.
Algunos de ellos, aún residen -"resisten", afirman en declaraciones a Libertad Digital- en la comunidad (aunque dejaron de pagar el alquiler). En los últimos años, el complejo se ha convertido en un foco de insalubridad y delincuencia. La sociedad propietaria del complejo empezó a tener problemas económicos y lo abandonó a su suerte (la okupación y sus consecuencias). Ahora es territorio de clanes de la droga, bandas latinas y otros malhechores, además de los insectos y las ratas.
El declive comenzó en 2021, cuando los impagos a los trabajadores (el personal de limpieza, jardinería y mantenimiento, así como los empleados de la cafetería que había en el bajo del edificio) se convirtieron en la tónica habitual y se fueron marchando poco a poco. En 2022, llegaron los cortes de suministros. En 2023, empezaron a okuparse algunos apartamentos vacíos y a llenarse de gente "conflictiva" y "peligrosa", señalan los vecinos originales.
No exageran. Así lo demuestran las constantes intervenciones policiales que se han registrado en el llamado "hotel okupa" desde principios de este año. En enero, efectivos del Grupo Especial de Operaciones (GEO) rescataron a dos hombres secuestrados por un clan rival en uno de los pisos. Entre los detenidos -en la operación Maverik- figura Ramón Santiago Jiménez, uno de los violadores y asesinos de Sandra Palo en 2003.
Saltan las alarmas
En los últimos tiempos, los apartamentos Aragón Suites ha sido noticia por distintos motivos. Y ninguno bueno. En apenas dos semanas, ha sido escenario de una grave reyerta entre pandilleros (apuñalamiento incluido), la muerte de una joven por inhalar los gases procedentes de un generador (la forma en la que pueden tener electricidad) y el asesinato de un colombiano (en el portal de uno de los edificios).
La versión oficial es que el crimen de este hombre se produjo en el marco de una riña futbolística. Pero circulan otras hipótesis entre la comunidad. La más plausible: le tendieron una emboscada, fue un ajuste de cuentas. Dicen que le hicieron salir con la excusa de que alguien intentaba llevarse su vehículo y le rajaron el cuello al pasar. Le atacaron por la espalda a unos metros de "donde jugaban los niños", nos cuenta una vecina.
Este es el ambiente en el que tienen que vivir las familias que han okupado los pisos vacíos, pero también las que residían en la urbanización de lujo antes de su declive. Según nos explican, la situación "empezó a agravarse hace alrededor de siete meses". Es cuando se produce la "invasión". Así se refieren a la okupación masiva de los inmuebles cerrados. "LLegaban hordas de hasta treinta familias a la vez", exclama uno de ellos.
Entre las familias, gente peligrosa
Desde entonces, los que no han podido marcharse se han visto obligados a convivir con la basura que se acumula en las zonas comunes del complejo, el sonido de los generadores de electricidad funcionando las 24 horas del día, el hedor que procede del agua estancada que anega los garajes y el temor a que asalten su casa. Los agentes que custodian la zona estos días aseguran que "desde hace un tiempo, estamos permanentemente aquí".
"De día y de noche", añaden. "Nos llaman constantemente los vecinos porque tienen miedo. Llaman los inquilinos de los pisos del bloque 1 pero los okupas también, especialmente los que tienen niños", explican. "Ahora están tranquilos porque estamos aquí", advierten al equipo de Libertad Digital desplazado hasta el lugar, "pero son gente peligrosa". "Si algo no les gusta, te meten un navajazo y se quedan tan contentos".
"Aquí hay drogas, armas, se pelean por el control de la venta de estupefacientes y de los pisos, que alquilan y venden como si fueran suyos... Todos los días se producen altercados, reyertas, agresiones sexuales...", argumentan. "También roban a la gente de la zona o que sale de los hoteles cercanos, no es seguro estar aquí", nos indican. Tanto es así que insisten en acompañarnos mientras estemos dentro del complejo.
Oasis en el infierno
El equipo de Libertad Digital se ha metido en las entrañas de los apartamentos Aragón Suites. Si algo nos llama la atención durante el recorrido -en el que hemos podido hablar con muchos de los okupas, transitar sus pasillos oscuros y entrar en sus casas- es el contraste en el estado de conservación de los distintos edificios que componen la urbanización. Hay un verdadero abismo entre el bloque 1 (el más exterior, está nada más entrar en el complejo), que es en el que se encuentran los vecinos originales que aún resisten, al 5 (situado al fondo, al final de la hilera), que es el más conflictivo.
Los vecinos que más tiempo llevan en la comunidad, los que entraron con sus llaves en lugar de con el método de la patada en la puerta, intentan que la invasión okupa les afecte lo menos posible. Cuando entramos al bloque 1, nos parece mentira que esté dentro del mismo complejo que los edificios que hemos visitado antes (con los techos caídos, pintadas en las paredes y basura por todas partes). El suelo del portal aún está mojado. "El portero (al que pagan ellos directamente) acaba de fregar", nos explican, "intentamos vivir dentro de una normalidad, dentro de lo que cabe".
Pero "no es fácil", aseveran. Basta ver el colector de residuos en el que se ha convertido la piscina o ver las manchas de sangre seca que hay en el suelo por el que tenemos que pasar para llegar hasta el portal. Ellos toman sus medidas. Han instalado cámaras de seguridad que apuntan al interior de sus casas (para disuadir a los asaltantes) y cerrojos tras las puertas de emergencia que separan los pasillos de vivienda de la escalera (que cierran para estar seguros durante la noche). Pero nada en el "hotel okupa" es normal.

