A Pedro Sánchez le da igual gobernar sin Presupuestos y sin un programa económico digno de tal nombre. Los números le irritan, salvo que sean los que se inventa su equipo para describir una España irreal que sólo existe en la imaginación del presidente, aquejado del síndrome de la Moncloa desde antes incluso de poner un pie en la residencia presidencial. Es sabido que la ausencia de empatía es uno de los rasgos más sobresalientes del líder socialista. Así es que difícilmente sea capaz de comprender las consecuencias para los ciudadanos de una política fiscal que en los últimos años ha pasado de atraco a tortura.
El repaso a las cifras de recaudación expresa a las claras la voracidad fiscal de una administración que responde con suma fidelidad al retrato de Sánchez en términos de insolidaridad e indiferencia con los contribuyentes y con el tejido empresarial. El esfuerzo fiscal que se exige a los españoles no sólo carece de reflejo en los servicios sino que está fuera de toda medida razonable y resulta un acicate para abstenerse de invertir en España.
En los seis primeros meses de este año, el Ejecutivo ha recaudado 134.855 millones de euros frente a los 122.589 millones de euros en el mismo periodo del año pasado. Es decir, más de 12.000 millones. El IRPF escala casi 5.000 millones (4.980 millones), el IVA 4.256 millones y los Impuestos Especiales otros 601 millones. En suma, desde la llegada al poder de Pedro Sánchez y tras 97 subidas de impuestos y cotizaciones, Hacienda ha incrementado la recaudación en más de 160.000 millones de euros.
Estos demoledores datos no constaban en el último balance del presidente del Gobierno antes de irse de vacaciones a La Mareta. En ese discurso, Sánchez retrató una España inexistente a base de bulos económicos y datos macroeconómicos manipulados que no tienen reflejo positivo en la situación económica de la mayoría de los ciudadanos, marcada por una acusada pérdida de poder adquisitivo.
IRPF, IVA, Sociedades... Todos los impuestos han experimentado con Sánchez espectaculares subidas, tan grandes que han puesto a prueba la capacidad recaudatoria del Estado. Pero que nadie se preocupe al respecto. Si algo funciona a pleno rendimiento en el Gobierno de Sánchez son las herramientas confiscatorias.

