Pocos establecimientos logran mezclar autenticidad, calidad y cercanía como La Pecera, la heladería madrileña con alma japonesa que ha reinventado el concepto del helado en España. Fundada por Beatriz Alonso y su socio Marco Osorio, esta pequeña gran empresa no solo ha logrado seducir con su icónico Taiyaki, sino que también se ha convertido en un punto de encuentro para los amantes del sabor y la innovación.
Ubicada en Fuencarral, Malasaña, La Pecera también cuenta con locales en Calle Velázquez (Madrid), en Pozuelo, y en centros comerciales como Xanadú o La Gavia. Pero más allá de su expansión, lo que la distingue es su capacidad para crear una comunidad fiel, que viaja desde cualquier parte del mundo.
Una heladería con historia
La idea nació con un sueño claro: dar un giro a la forma tradicional de consumir helado en España. "El Taiyaki vino a nuestra vida en el momento justo y apropiado", explica Beatriz. El Taiyaki —pez japonés de masa dulce relleno— fue el toque distintivo que eligieron para transformar algo tan clásico como el helado. Y funcionó.
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"Fue un poco el sueño de unos emprendedores que tenían muy claro que querían luchar por sus sueños", comenta Beatriz. Lo que empezó como un guiño a la cultura japonesa y al amor por los animales, se convirtió en un fenómeno que cruzó fronteras. "El pez ha tenido muchos nombres, pero muchísimos seguidores y enamorados", afirma.
Uno de los elementos más interesantes de La Pecera es su estrategia de sabores rotativos. "Según la época del año, siempre tenemos un máximo de cuatro sabores en cada tienda", detalla la emprendedora. Esto, lejos de limitar, incentiva al cliente a volver.
Entre los sabores más queridos está uno de los clásicos como la vainilla de Madagascar, "una vainilla de bourbon estupenda y con leche", y opciones como yogur griego, pistacho o avellana italiana.
En un país donde los helados aún se asocian al verano, La Pecera ha roto con esa estacionalidad. "Por suerte, desde hace años, la temporalidad va cambiando. La Pecera tiene clientes todo el año", comenta Beatriz. Lo único que puede frenar a su clientela es, dice entre risas, "la lluvia".
Ubicada en la céntrica calle Fuencarral, la tienda de Malasaña es un imán para turistas y curiosos. "Ya no solamente tienes la posibilidad de ofrecer a la gente de la zona, viene gente de todas partes del mundo", cuenta. Anécdotas no le faltan: desde visitantes que leyeron sobre La Pecera en una revista de un vuelo México-Madrid, hasta familias que, tras conocer la marca en Dubái, pasan por el local en cada visita a España. "Tenemos historias personales, como para escribir un guion de Netflix", dice con orgullo.
Helados y compromiso social
Durante la crisis provocada por la DANA en Valencia, La Pecera no dudó en ofrecer su ayuda. Una de sus tiendas se convirtió en punto de recogida de materiales, sumándose al esfuerzo colectivo. La iniciativa quedó plasmada en un emotivo vídeo en Instagram, en el que s brindaba apoyo para fletar camiones de ayuda a las zonas más devastadas por la catástrofe.
Otro de los retos fue la pandemia, que también les supuso un punto de inflexión. "Recuerdo ese 4 de mayo de 2020, que era el primer día en que se abría la hostelería en Madrid, y nos liamos la manta a la cabeza para empezar", rememora Beatriz. Como muchas pymes, se vieron obligados a reinventarse. Salieron a la calle con libretas para gestionar pedidos y recordar a sus clientes que seguían ahí.
"Fue muy difícil empezar otra vez de cero", confiesa. A pesar del esfuerzo titánico, no han sido pocas las trabas: "Hemos tenido muchos inconvenientes a la hora de trabajar con impuestos, precios, logística, transporte".
Aun así, resistieron. "De todo se sale. Siempre digo que de un problema hay una solución", afirma con convicción. Eso sí, la sociedad ha cambiado: "La gente ahora lo quiere todo rápido, sin pensar qué es lo que hay detrás".
El futuro de La Pecera parece brillante. "Por suerte, La Pecera está totalmente preparada para tener una renovación", adelanta Beatriz. Se avecina una nueva etapa con nuevos productos, una imagen renovada, pero manteniendo lo más importante: su esencia.


