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CRÓNICA DE LA NOCHE ELECTORAL

GÉNOVA: DE LAS LÁGRIMAS A LA DERROTA DULCE por J. Arias Borque

L D (J. Arias Borque) A las siete de la tarde, la plana mayor del PP se encontraba ya recluída en las plantas nobles de la calle Génova. Los datos que se filtraban desde las televisiones daban unos resultados al PSOE cercanos a la mayoría absoluta y los asesores populares que deambulaban entre los casi seiscientos periodistas acreditados en la sede del PP apenas tenían capacidad para calmar a una turba sedienta de datos. Con el cierre de los colegios electorales y la aparición de las encuestas israelitas (las que se elaboran a pie de urna) en las televisiones confirmando las buenas expectativas para los socialistas trajeron consigo las primeras caras de circunstancias en las filas populares.
 
Informados a través de las pantallas gigantes que había en la calle, unos cuatrocientos jóvenes agitaban sin apenas fuerzas las banderas azules de la gaviota. Conscientes de que había pocas posibilidades para el éxito, las lágrimas comenzaron a recorrer los carrillos de más de uno de los más fieles al centro-derecha español. Pocas caras trasmitían algo de esperanza. Todo siguió igual durante los primeros compases del recuento.
 
En el interior del cuartel general del PP, los responsables del partido empezaron a llamar a la calma, a recordar que las encuestas siempre fallan y a adelantar a los medios que los datos que les estaban llegando desde los colegios electorales reflejaban un resultado mucho más ajustado. Es más, a las 21.53 horas llegaba la euforia a Génova. Los responsables de prensa gritaban la buena nueva: En Almendralejo, ha ganado el Partido Popular. Los periódicos y televisiones se habían volcado en los últimos días de campaña con el pueblo extremeño, que había sido durante toda la democracia un reflejo de la intención de voto de los españoles. Todavía había esperanzas, por lo menos de maquillar los resultados. Y así fue. El PP maquilló sus resultados, pero Almendralejo dejó de ser reflejo del voto de los españoles.
 
Según avanzaba el recuento bailaban los escaños. Y cada baile de escaños era un paso arriba para el PP. Las lágrimas se tornaron sonrisas y los jóvenes populares retomaron el ánimo en la calle al grito de "a por ellos". Los aledaños de la sede popular se fueron llenando de gente, hasta llegar a cerca de los dos mil. El momento de climax llegó con la aparición en las pantallas gigantes de las imágenes de los militantes socialistas celebrando la victoria. Toda la calle se unió en un grito: "socialista el que no bote". De ahí al final de la noche todo fue euforia y diversión.
 
Pocos minutos después, aparecía en el balcón de la sede popular de Génova Mariano Rajoy. A su lado, su mujer, Viri, con una cara que reflejaba la tensión vivida durante las últimas horas. El Partido Popular había conseguido aumentar su representación en el Congreso de los Diputados en cinco escaños. De las lágrimas a la derrota dulce en cuestión de cuatro o cinco horas.

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