Colabora

Las obras de Saiz incluían granito gallego y mesas para cultivar tomates sin agacharse

Obras que se cambian una y otra vez, salas de despiece para la caza, una "bodeguilla" con granito gallego… Casimiro García-Abadillo, cuenta este lunes los últimos detalles de la gestión de Alberto Saiz en el CNI o, mejor dicho, del uso particular que Saiz dio a los recursos del Centro.

Cuenta el vicedirector de El Mundo en su artículo de este lunes que hay dentro de "la casa" una sensación de alivio generalizada e incluso cierta satisfacción con el nombramiento de Sanz Roldán, un militar "que ya ha hecho carrera y no tiene ambiciones" según un miembro del centro, y que, como dice irónicamente un agente, "sabe idiomas e incluso los nombres de las capitales de muchos países, no como su predecesor…".

García-Abadillo dedica buena parte de su artículo a contar algunos detalles de lo que ha sido la gestión de Saiz en el CNI y de cómo ha venido usando de una forma habitual los fondos y los profesionales del centro para su propio beneficio y para equipar su casa hasta un nivel llamativo de lujo.

Además, Saiz era extremadamente exigente con el acabado de las obras en su hogar que sufragaba el CNI, y cualquier pequeño error llevaba a la sustitución de todo el material instalado. Quizá por ello la tarima flotante del primer piso del chalé se cambió hasta en tres ocasiones y la barbacoa del jardín dos. No hubo por el contrario ninguna queja sobre la barandilla de madera instalada sobre el garaje y que, siempre según El Mundo, fue una cuidada obra del ebanista del CNI.

Saiz presentó facturas en el Congreso en las que el coste de las obras se acercaba a los 90.000 euros, la realidad según agentes del propio centro es que los costes habrían superado los 350.000.

El tomate confortable

Entre estos gastos hay algunos que todavía resultan más llamativos: de la querencia de Saiz por Galicia (de donde se hacía también traer las patatas) a pesar de sus orígenes manchegos nos habla la instalación de una bodeguilla en el sótano del chalé con una barra de bar y para la que se habían hecho llevar granito gallego.

Un sótano que debe tener unas dimensiones imponentes puesto que también se instaló en él una sala de despiece para las piezas de caza que se cobraba Saiz en sus frecuentes monterías.

Sin embargo lo más llamativo es, probablemente, las grandes mesas de un metro de altura, recubiertas de madera, que el ex director del CNI se hizo instalar ¡para cultivar tomates sin tener que agacharse! La afición de Saiz, que no en vano es de formación ingeniero agrónomo, por esta planta es tal que colocó un sistema de riego por goteo y, cuando estas tuberías se congelaron, ordenó que se forrasen con unos calentadores.

El volumen de obras y arreglos en el chalé era tal que Saiz destinó a un hombre de confianza a gestionarlas y, por supuesto, utilizó para ello a un miembro del CNI, cuyas iniciales eran A.C.

El gobierno lo sabía

A pesar de lo llamativo de los detalles sobre las obras de Saiz lo más significativo del artículo de García-Abadillo está en sus últimos párrafos, en los que el periodista de El Mundo recuerda que el Gobierno estaba informado de estos desmanes: por un lado nada más y nada menos que un teniente general, Cassinello, denunció alguna de las irregularidades e incluso desde la Secretaría General del centro se transmitió directamente la información al Ministerio de Defensa.

Estas informaciones no impidieron que hace tan sólo dos meses se renovase a Alberto Saiz en el cargo, lo que lleva al vicedirector de El Mundo a preguntarse: "¿Qué hizo el Gobierno con esas denuncias?"

El artículo se cierra con un intrigante aviso que podría tener una interesantísima lectura política: "¿Quién dice que las filtraciones han venido directamente del CNI? ¿Se imaginan que alguien cercano al Gobierno se hubiera encargado de trasladar a EL MUNDO las malas prácticas de Saiz? ¿O es que no les parece raro que le hayan dejado caer tan pronto?"

Temas

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario