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DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN

Lo que no mereció debatirse para conocer el estado de la Nación

En la semana previa a la celebración del Debate sobre el estado de la Nación se hizo insistente el rumor de que Rajoy y Zapatero pactarían no blandir la negociación con ETA como arma dialéctica. El presidente del Gobierno convirtió su parte en oficial al remitir al Congreso las líneas de su discurso en las que la banda terrorista no aparecía. Con pacto o sin él, este martes 30 de mayo no se habló de la rendición: apenas 45 segundos el presidente y una cortés introducción del líder de la oposición. Pero lamentablemente las actas del Congreso tampoco reflejarán como asuntos de interés el crédito que La Caixa condonó al PSC y la posterior operación política, pareja al Estatut, de asalto a Endesa. Tampoco se habló de Fungairiño y de su verdugo político, Conde Pumpido. Ni de la censura a los medios de comunicación. Ni, sorprendentemente, de las irregularidades en la investigación del 11-M.

(Libertad Digital) Zapatero se ha librado de responder de la agenda incómoda de su mandato. Rajoy no hizo casi nada por recordársela. Su discurso se ha limitado a replicar los temas que el presidente del Gobierno fijó en su primera intervención.

Ambos, Zapatero y Rajoy, lo hicieron además con una extraña simetría. Si el presidente comentó de pasada la negociación con ETA al final de su discurso, Rajoy lo hizo de pasada al principio. Esta coincidencia en el tono y en la intensidad del mensaje sobre el principal asunto del estado de la Nación induce a considerar la hipótesis de un pacto entre ambos líderes.
 
Por lo demás, la agenda de Zapatero ha marcado el debate: delincuencia, inmigración ilegal, fondos europeos, reforma de los estatutos de autonomía,... El líder de la Oposición ha aceptado este índice, exponiendo con su habitual brillantez y contundencia la crítica de su Grupo, pero eludiendo las iniciativas contra la libertad individual y por la expulsión del PP del sistema, que han marcado el regreso del PSOE al Gobierno de la Nación.
 
Los silencios de Rajoy han sido tan elocuentes como sus críticas. Fijar la posición del PP sobre la negociación con ETA no es ninguna novedad. Ya es sabido por la Opinión Pública que el PP no aceptará que se hable de otra cosa con los terroristas que no sea de su derrota. Lo nuevo es que el Gobierno ha dado por buena la tregua y se apresura a negociar con la banda, que sigue atentando y extorsionando, y reconoce a Batasuna-ETA un discurso pacifista que la formación de Otegi no tiene.
 
Sobre esta realidad, el líder del PP ha evitado pronunciarse, al igual que sobre los enigmas de la investigación policial y judicial del 11-M, a pesar de todas las evidencias que cuestionan la versión oficial presentada por el Gobierno de Zapatero.
 
Tampoco se ha referido, más que de pasada y en uno de sus dos turnos de réplica, a las dos primeras detenciones políticas de la etapa constitucional, contra dos afiliados de su partido. El Gobierno aún no ha pedido perdón a las víctimas de este abuso, por el que han sido condenados tres jefes policiales de confianza del PSOE. Rajoy no se lo ha recordado a Zapatero.
 
La persecución política de medios de comunicación privados y la manipulación informativa de la televisión, en contra de todas las promesas y declaraciones de talante de Zapatero, era otro de los potenciales focos de crítica que Rajoy no ha comentado, a pesar de que este tipo de prácticas ya han merecido la condena del Comité Mundial de Prensa y una iniciativa con más de 700.000 firmas de apoyo a la COPE en el Parlamento Europeo.
 
El crédito de seis millones de euros perdonado por La Caixa al ministro de Industria que iba a decidir sobre la OPA de Gas Natural sobre Endesa, la destitución de Eduardo Fungairiño como fiscal jefe de la Audiencia Nacional, la alineación del Fiscal General del Estado con las tesis de los abogados de etarras, o las intentonas de reforma del Poder Judicial para acentuar su control político por el PSOE y sus socios nacionalistas también han quedado fuera del intercambio dialéctico entre Zapatero y Rajoy.
 
El presidente ha salido de rositas de un duelo que se presumía duro por la contundencia con la que el PP ha venido criticando las iniciativas del Gobierno que cuestionan el talante democrático de Zapatero.

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