El famoso "boom" del baloncesto tuvo su explosión con la medalla de plata que logró la selección en Los Ángeles-84. Fernando Martín, Corbalán, Epi... una generación de jugadores irrepetibles que nos hizo madrugar, y que ganó "su" final ante Yugoslavia, porque vencer a Estados Unidos no estaba (no está) al alcance de nadie. Y tras aquel "boom", el "catacrack": pabellones desiertos, pocos aficionados (únicamente en aquellas ciudades en las que no "pitaba" el equipo de fútbol) y un desmadre de extranjeros que desnudaron por completo al equipo nacional.
Buscando su nuevo lugar bajo el sol, arranca una nueva edición de la Liga ACB. Nuevas (y tardías) normas que agilicen el juego, mayores presupuestos y fichajes estelares (entre los que destacan el ex NBA, Rony Seikaly, Jasikevicius, Milic o Stombergas) para devolverle el brillo al segundo deporte del país.
Y es que se corre el riesgo de que el baloncesto se parta en dos: uno, el "yankee"; otro, el europeo. Dos velocidades, dos deportes diferentes. En la última década nuestro basket (debido en gran parte a las escuelas yugoslava e italiana, y al dañino "karate-press") derivaba por una pendiente muy peligrosa. Por eso se han introducido algunas innovaciones que tratarán de agilizarlo. Por ejemplo, la limitación de tiempo: 24 segundos de posesión, 8 para pasar al campo de ataque y cuatro tiempos de 10 minutos cada uno. El problema seguirá siendo encontrar nuevos valores. No abundan. Entre 33 comunitarios, 36 extranjeros y unos pocos nacionalizados (Smith, Scola, Johnson...) habrá que mimar a Raúl López, la "bomba" Navarro, Felipe Reyes o Gasol persiguiendo recuperar aquel hito que -hace ya la friolera de dieciséis años- llevó a los nuestros a luchar con "Air" Jordan, y con ese rascacielos humano de cuarenta pisos que bautizaron como Patt Ewing. Nuestro baloncesto se merece otro "boom", aunque tendrá que luchar a brazo partido por ganar la posición.
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