Después de intentarlo durante años y al término de meses de debate y negociaciones el Congreso de Estados Unidos levantó parcialmente el embargo contra Cuba pero es improbable que Fidel Castro compre las toneladas de arroz, maíz y trigo que los agricultores norteamericanos le quieren vender.
La ley que el Congreso envía al presidente Clinton, es un compromiso que elimina los alimentos y medicinas del embargo para satisfacer, por una parte, las peticiones de los exportadores agrícolas que buscan nuevos mercados para sus excedentes y, por la otra, las exigencias del exilio cubano.
El resultado son unas restricciones que cierran a Cuba la financiación pública y privada en Estados Unidos. Tan solo podrá pagar con los escasos fondos de que dispone, o con créditos de terceros países que tal vez tengan también sus excedentes agrícolas y no querrán financiar las exportaciones norteamericanas.
No extraña que La Habana protestara ayer por la nueva versión del embargo que, aparte de ofrecerle algo que no puede pagar, también ha convertido en ley las restricciones a los viajes a Cuba que solo podrá levantar una nueva ley y escapa a partir de ahora al control del presidente, lo que priva a Castro de las divisas turísticas, mucho más deseables que el trigo y el arroz de la cuenca del Mississipi.
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