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Diana Molineaux

El asalto final

No hace mucho que el aspirante demócrata a vicepresidente, Joe Lieberman, aseguraba: "no voy a decir nada para criticar a George Bush", pero estos eran los tiempos en que Gore todavía se beneficiaba de la convención demócrata y llevaba una cómoda ventaja en las encuestas.

Las dos campañas prometían, hasta hace poco, evitar ataques personales y luchar "limpiamente" por la Casa Blanca, pero con las encuestas extraordinariamente igualadas a ocho días de las elecciones, ya no están para miramientos, especialmente la del vicepresidente y candidato demócrata Al Gore, que va ligeramente por detrás en todos los sondeos.

Los demócratas insisten en que Bush no está preparado, ni intelectualmente ni por su experiencia y el Partido Demócrata sigue pasando en las televisiones anuncios que tratan de relacionar a Bush con los asesinatos racistas, sin que Gore haga nada para impedirlo. Bush, en cambio, hizo retirar un anuncio de su partido que culpaba a Gore de poner a Estados Unidos en peligro de un ataque nuclear.

Ahora, ambos candidato siguen luchando palmo a palmo por los estados claves, tanto los que no tienen una preferencia clara, como los que daban ya por perdidos o ganados hace algunas semanas: Gore sigue aumentando su apoyo en la Florida, donde va por delante gracias a la población judía que se identifica con su vicepresidente Joe Lieberman y al temor de los pensionistas por cambios en el sistema de jubilaciones; Bush intensifica su campaña en California donde difícilmente puede ganar, pero obliga a Gore a abrir otro frente en un momento inoportuno.

La estridencia de los ataques podría alejar de las urnas a más votantes indecisos, pero en estos momentos ambos candidatos han puesto sus esperanzas en la participación electoral de sus bases. Es por esto que Gore ha pedido finalmente ayuda al presidente Clinton, quien ha pasado el fin de semana en el púlpito de iglesias negras y hará campaña en California para combatir la aparente apatía de la base demócrata.

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