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Antonio López Campillo

Conferencia Internacional de La Haya...

Pues nada, se han reunido hasta el 25 de noviembre las delegaciones de 180 países para hablar del efecto invernadero. Del caldeo de la atmósfera debido a la acumulación de gases industriales. Se busca un acuerdo sobre la aplicación del protocolo de Kioto de diciembre de 1997, que completaba la Convención firmada en Río de Janeiro en 1992, y por la cual los países firmantes aceptaban reducir las emisiones de esos gases. 1992, 1997, 2000, y el problema sigue ahí. Es que hay dos problemas: uno es que la elevación de la temperatura media del planeta tierra va a conducir a una serie de catástrofes, como el cambio del clima, elevación del nivel de los mares y océanos... El otro problema reside en el hecho de que las industrias funcionan gracias a la energía que produce el quemado de los combustibles fósiles, que producen los gases que a su vez genera la alteración de nuestra atmósfera.

El primer problema todo el mundo lo admite, el segundo es el causante del retraso de la aplicación de la reducción de las emisiones de gases de combustión a la atmósfera. Es que este segundo problema es un asunto con consecuencias económicas importantes para los industriales. Y la regla parece ser: “¡Antes perecer que perder beneficios!”. Pero pereceremos todos.

La necesidad de celebrar Congresos, Convenciones, Conferencias, es el resultado de la pasividad de los ciudadanos. No hay que olvidar que son los gobiernos de cada país los que tienen que decidir, y si la ciudadanía no protesta, los gobiernos siguen parados, y la atmósfera se degrada cada vez más.

La parálisis se justifica diciendo que el problema es global, es decir, que no basta con que un gobierno tome medidas si los otros no lo hacen, unos por otros y la atmósfera sin “barrer”. Las convenciones aparecen como inútiles, y para no dar esa impresión hacen proposiciones curiosas; por ejemplo aumentar la superficie boscosa, ya que los arboles, y las plantas verdes se “comen” el óxido de carbono, uno de los gases incriminados. Se atreven a proponer algo que todo el mundo conoce y no denuncian la tala sistemática de la selva del Amazonas que están llevando a cabo el gobierno de Brasil y sus industriales. La selva del Amazonas siempre se ha considerado el mayor pulmón del planeta.

Esas conferencias son un acto inútil, pura apariencia. Con el dinero que cuestan se podría repoblar, en verde, buena parte del desierto del Gobi, por ejemplo. A nosotros nos queda protestar y exigir localmente, no en La Haya, aquí y ahora. Somos la esperanza. O nosotros o nadie.

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