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Armando Frontado

Petróleo con uniforme militar

La llamada “revolución bolivariana” de Hugo Chávez se fundamenta en las fuerzas armadas. Recientemente fueron militarizadas las empresas Petróleos de Venezuela y su inmensa filial en Estados Unidos, Citgo, al ser colocados generales en las presidencias de ambas, dando así los primeros pasos para convertir al petróleo en instrumento militar.

Chávez ya comenzó a utilizar el petróleo en función política. Hace unas semanas acudieron a Caracas once jefes de Estados de Centroamérica y el Caribe para firmar el llamado Acuerdo de Cooperación Energética. La firma se llevó a cabo en el Círculo Militar, el club de oficiales de la capital venezolana. A los analistas les llamó la atención por qué ese pacto no se firmó en el Palacio Presidencial de Miraflores, ni en las oficinas de PDVSA, el monopolio petrolero estatal, sino en el centro de la vida social de los oficiales del ejército, la marina, la aviación y la guardia nacional.

Y en ese mismo acto, que aparentemente era de estricto carácter comercial y financiero, el presidente Chávez ratificó su apoyo a la creación del Estado Palestino, aprovechando también para atacar a la Sociedad Interamericana de Prensa y a la Organización Internacional del Trabajo. “A nosotros no nos importa nada lo que digan la SIP y la OIT. Estamos haciendo la revolución y no hay nadie que nos detenga”. Esta revolución de Chávez, con el ejército convertido en único partido y la virtual marginación de la vida pública del sector civil, presenta un novedoso y peligroso perfil.

La historia nos recuerda que Fidel Castro no engañó a nadie. Estableció un estado totalitario, sin elecciones, sin organizaciones políticas de oposición y con el Partido Comunista como único partido. En cambio Chávez, temeroso de las repercusiones internacionales, ha logrado el último gran milagro del siglo XX: autocracia revestida de estado democrático, con elecciones a cada rato. En la nueva Venezuela revolucionaria, cada paso totalitario se le consulta al pueblo y, hasta ahora, todos esos pasos han sido aprobados.

Mientras Chávez asegura la legitimidad de la autocracia mediante el voto popular, surge otro problema que complica el panorama: Chávez se apoya cada día más en el mundo militar. Y se aleja del mundo civil porque parece poder trabajar sólo con gente de uniforme, entre quienes impera el monólogo del jefe. Chávez no sabe ni puede ni le interesa discutir. Chávez se ha rodeado, en su gabinete y demás instancias gubernamentales, de personas que dicen “sí” automáticamente a cualquier planteamiento presidencial.

El peligro, claro está, surge en el momento en que los militares dejen de considerar a Chávez como exponente genuino del mundo militar. Cuando lo vean como un militar que “se vendió” o que se pasó al enemigo. Por eso Chávez se empeña en chavificar al alto mando militar: o estás conmigo o no estás.

En Venezuela no hay tradición de politización de las fuerzas armadas. Chávez se pone el uniforme en cada oportunidad que tiene porque quiere sentirse lo que no es: un militar efectivo. Por ello, una nueva disposición obliga a saludar al presidente como “mi comandante en jefe”. Así tienen que llamar los generales a un teniente coronel en situación de retiro. El mundo militar latinoamericano es un mundo complejo, lleno de sorpresas. Siga en sintonía.

© AIPE

El venezolano Armando Frontado es Analista político.

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