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Marta Pardo

La máquina de contar

Alessandro Baricco es un escritor muy hábil. Lo demostró en Seda, la novela que lo hizo famoso en España, y lo demuestra ahora en City, libro con el que sus lectores pueden seguir disfrutando de su peculiar forma de entender la literatura. En 1994, Baricco fundó en Turín una escuela de “técnicas de escritura” llamada Holden, que tuvo un éxito clamoroso, según reza la solapa de la edición de City. Y así, como un compendio de recetas novelísticas, es como cabe analizar este libro.

En primer lugar, está el humor, que se acerca a un absurdo nada demoledor, más bien travieso, sobre el lenguaje y lo cotidiano. También sobre la cultura como institución, la universidad, el poder de los aparatos culturales. De todo ello es víctima el personaje principal, Gould, un niño prodigio de trece años que arrastra una soledad infinita, porque el genio es una maldición de la que todos huyen. Abandonado por sus padres, vive en el recinto de la universidad y se rodea de amigos e historias que el lector descubre como ficticias muchas páginas después.

Esta parece ser la segunda receta de Baricco, la mezcla de planos de ficción que se superponen hasta hacer inútil la pregunta acerca de sus límites. Gould se desdobla en otros personajes arrojados del mundo, como él, y a la busca de su instante de gloria. La irrupción de la joven Shatzy Shell, que se ofrece para ser su cuidadora, supone un apoyo moral y afectuoso para el joven. Para la novela, supone una vuelta de tuerca más; con Shatzy llegan otros géneros literarios, en concreto el del western, que el propio Baricco confiesa haber deseado escribir siempre, y que Shatzy crea interminablemente, con ayuda de su grabadora.

Realidad soñada y ficción se despliegan en un peculiar mapa urbano, “las historias son barrios, los personajes son calles”, cuyas plazas serían esas “troneras” que, como iluminaciones momentáneas, algo dejan entrever del profundo sentido del mundo. Porque este es el último ingrediente de la fórmula Baricco, la mezcla de discursos seudocientíficos, seudofilosóficos, que nos conduce a un agradable lugar común, el de la lírica. Hay caminos para llegar a la autenticidad, son destellos, intuiciones en la espalda del mundo, y eso queda muy poético. La novela nos deja con la sensación de haber entrevisto algo de ese magma, aunque nadie pueda explicar en qué consiste.

Baricco es un buen conocedor de lo que espera el lector medio. Sabe que necesitamos historias y personajes; sabe que necesitamos metáforas, hallazgos formales, cosas con sabor a nuevo. Que tenemos poco tiempo para algo muy complejo y que queremos no obstante sentirnos inteligentes. La novela como acertijos. Qué gran prestidigitador.



Alessandro Baricco, City, Editorial Anagrama, Barcelona, 1999.

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