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Diana Molineaux

El desamparo de Clinton

Bill Clinton abandonó la Casa Blanca con un índice de popularidad más alto que cualquier presidente moderno, pero los diez días transcurridos le han demostrado que para salvaguardar su imagen no necesita simpatía popular, sino poder.

Lejos de la Oficina Oval no tiene acceso a la maquinaria propagandística alimentada por las esperanzas de privilegios de sus colaboradores y por el control de las bases del Partido Demócrata, lo que le deja indefenso ante los ataques que llueven de todas partes, incluídos sus amigos de otrora, como la prensa que tanto le aduló y los "expertos" políticos que fueron sus aliados incondicionales.

Bill y Hillary Clinton han de verse necesariamente afligidos al leer día tras otro los editoriales del "The Washington Post" y el "New York Times" que califican de "imperdonables" sus perdones presidenciales en las últimas horas de su mandato y consideran despreciable la "lista de bodas" con que la pareja en el poder quiere amueblar sus dos residencias.

Los amigos que aún les quedan les han defendido tibiamente recordando, sin mucha convicción ni insistencia, que Clinton no violó ninguna ley y que, además, también su predecesor George Bush se llevó regalos recibidos durante su presidencia y a Ronald Reagan le dieron una casa de 2.5 millones de dólares.

Pero esta vez es la maquinaria republicana la que controla el púlpito de la opinión pública y la respuesta llegó inmediatamente: Bush se llevó unas armas de fuego de coleccionista y Reagan simplemente recibió un préstamo, con intereses, pagado ya hace tiempo.

Algunas otras críticas vienen de los comentaristas más fielmente demócratas y son una daga en el prestigio de la ex Primera Dama, ensalzada otrora por su agudo intelecto. La decisión de pedir a sus amigos que le regalen cubertería y objetos decorativos por valor de 35 millones de pesetas es, simplemente, "idiota" para una pareja ex-presidencial que acaba de firmar contratos por mas de 2.300 millones de pesetas en derechos de autor.

Para colmo de su aflicción, Clinton lee en los periódicos que la transición presidencial es un modelo de eficiencia, en contraste con el caos de hace ocho años y, peor aún, le están quitando el monopolio de habilidad política: en el pasado fin de semana, la prensa no ha parado de elogiar el "sentido político" de Bush quien ha tenido incluso el valor de adentrarse en territorio enemigo. El domingo fue a una iglesia metodista negra donde los feligreses, casi todos votantes demócratas, le recibieron con aplausos y el pastor, lejos de criticar el recuento de la Florida, dijo "mi equipo era otro, he perdido, pero Bush es ahora nuestro presidente".

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