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Desde el desafío de Francisco I a Carlos V no se había visto otra cosa igual. Si Joseph Blatter quería seguir la moda de fin de siglo y conceder el premio al mejor futbolista de toda la historia, antes tendría que haber sentado a los dos candidatos (porque Alfredo di Stéfano pasa de combatir) sabedor de que Pelé y Maradona no se tragan; o por mejor decir, se odian cordialmente.

Lo que durante el mes de diciembre nos sirvió a todos para debatir "a propósito de...", en enero empezó a adquirir un tinte alarmante y ahora, en febrero, puede acabar a tortas si alguien no lo remedia (y que conste que no pienso en "la saeta rubia", porque también pasa de ser juez de paz: está inteligentemente por encima del bien y del mal). Futbolísticamente, yo me quedo con Diego porque le he visto jugar mucho más, y porque me maravilló; personalmente también me quedo con el argentino porque creo que, como a Basil Rathbone, le ha tocado interpretar el papel de villano a pesar suyo. Pero el debate hace tiempo que se acabó y, a pesar de que fue abolido en 1818, acaba de empezar otro duelo que puede hacerle mucho daño al fútbol.

La utilización de la drogadicción de Maradona ha sido usada por Pelé de una forma rastrera. No se ha comportado como el Rey del fútbol que asegura ser, sino como un mercachifle. Y lo peor es que parece no darse cuenta de que su imagen está indeleblemente unida a la del deporte. El brasileño fue artero y lenguaraz en sus opiniones - en el argot diríamos que ha ido con saña al tobillo -, y me ha defraudado profundamente. En cuanto a Diego, su penúltimo disparate ha sido atacar a Pelé de cintura para abajo ("¿Sigue cogiendo pibes?... Debutó con un jovencito"); Alfredo Cohe, médico del argentino, manifestaba el otro día en O Globo que Maradona continuaba drogándose, aunque luego ha dicho que se tergiversaron sus palabras. Diego ha visto en todo ello una nueva conspiración del "clan Pelé".

Blatter actuó probablemente de buena fe al organizar la votación del mejor futbolista del siglo, pero erró gravemente al obviar la enemistad entre los dos máximos candidatos.Ahora el presidente de la FIFA tendría que mediar, porque la historia va in crescendo y no creo que ninguno de los dos vaya a parar. Quienes pudieron verle me dicen que Di Stéfano fue más listo que ambos. Sobre el terreno de juego lo desconozco (aunque me fío ciegamente de las "fuentes"). Sin un balón en los pies no me cabe la menor duda de que el premio debería ser para el Presidente de Honor del Real Madrid. Por goleada. Y porque en boca cerrada no entran moscas.

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